lunes, diciembre 31, 2012

¡Feliz año!

Edouard Manet. Monet et sa femme sur le Bateau-Atelier
 
Ultimo día del año. Poca brisa y nubes quietas. Leo un poema en el que Octavio Paz ve unas ramas y habla de su “vaivén inmóvil”. Se refiere a la escritura, pero también a cuatro chopos, que, aspirados por el cielo, son ahora uno solo.

El ojo del poeta pinta, traza el centelleo que somos. Busca atrapar la línea que sale disparada de la página, pero se topa con caligrafías diversas. Todas siguen en ascenso.

Un pájaro ha llegado al balcón. Trae la luz y su armonía.

Pienso en otro pintor que oficia en el poema:

Latir de claridades últimas:/quince minutos sitiados/que ve Claude Monet desde una barca.

Dejo el libro de Paz para regar las matas y darles mi saludo. A ellas. A todos.
 

domingo, diciembre 09, 2012

La muerte del emperador

Adriano
 
Domingo de nubes y de Marguerite Yourcenar, de cuya muerte se cumplirán 25 años el próximo 17.

Una célebre frase de Alfonso Reyes me inhibe. Lo dejó así, como enigma, y procedo:  
 
Anoche volví a las páginas de un admirable libro de Marguerite Yourcenar. Me refiero a MEMORIAS DE ADRIANO. Busqué el ejemplar, ya descuadernado, que compré en agosto de 1981. De las dos ediciones que tengo de ese libro, es esa la que prefiero por los subrayados que en ella hice durante la primera lectura. Algo de lo que uno fue hace 31 años está presente en esas íntimas marcas de lector. Una de ellas me revela ahora una constancia. En efecto, hoy volvería a subrayar esta frase fulgurante de Adriano: “Mis primeras patrias fueron los libros”.

El genial emperador fue un esteta y la escritora belga supo perfilarlo con hermosa nitidez, en una larga epístola que merece y demanda varias visitas. En esta oportunidad quise buscar al enfermo que desde el poder revisa su pasado y dialoga con su achacoso cuerpo. La anatomía del poderoso es también la anatomía de cualquier ser humano, por más aura divina que le adjudique su entorno. Así, el emperador también puede enfermarse de hidropesía, como Adriano, pese a ostentar lo que en lenguaje teológico se llama “carisma”, término que a partir de Weber le sirve a la ciencia política para afrontar la misteriosa fascinación que algunos líderes ejercen sobre el pueblo. Estos jefes poseen, al igual que todos los mortales, un cuerpo destinado al deterioro. Muchos abusan de él y fallan en su cuidado. Cuando la intrusa (la enfermedad) lo toma en silencio, sus alarmas demoran en encenderse. Al ocurrir la primera señal, puede ser tarde. En todo caso, a tiempo o no de la cura, el enfermo se convierte en un prisionero, como lo dice Adriano al observar a su alrededor la solícita presencia de médicos y amigos, en severo ejercicio de una constante vigilancia. Adriano asume “el perfil de su muerte” y se dedica a contarle su vida al sobrino que habrá de sucederle: nada menos que a Marco Aurelio. Entretanto, la intrusa avanza, pero el emperador se ha hecho más sabio y lúcido. Durante los momentos de mejoría gobierna mejor y se concentra en las obligaciones principales. Prefiere la verdad al engaño, porque la primera sana y el segundo es tóxico. Finalmente, saluda a su alma y le pide que entre con él a la muerte, abiertos los ojos y reconciliado con sus recuerdos.

Buscando el ars moriendi del más griego de los emperadores de Roma, reencontré viejas enseñanzas sobre el poder y sus enfermos (entiéndase esta frase en cualquiera de sus sentidos). Asimismo me hallé de nuevo con algunas formidables lecciones gastronómicas. Adriano estaba reñido con las pitanzas que hicieron las delicias de otros emperadores, atiborrados de hortelanos, inundados de salsas y envenenados de especias. Prefería, helenista como era, “la carne pura de la hermosa ave”, el vino resinoso, el pan salpicado de sésamo, el pescado a la parrilla y al borde del mar y, sobre todo, la fresca insipidez del agua sobre los labios. Consideraba que “comer demasiado es un vicio romano”. Por eso optó a favor de la “sobria voluptuosidad”, lo que le permitió hacer más llevaderos los inevitables efectos de la intrusa.

Bellamente escribió su despedida: “Animula blandula vagula”, que traducido significa alma pequeña, efímera, amable.

Acá, el último párrafo del fascinante libro de Yourcenar (versión de Cortázar):

“Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los jueces de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver… Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos… // FIN ”.

sábado, diciembre 01, 2012

Servir la mesa


 
Se come musicalmente las sardinas, como si tocara un silbato. Da gusto de puro leerlo: 

Coge la cabeza del pescado con los dedos de una mano y la cola con los dedos de la otra, y lo come como si tocara la ocarina…, devora por aspiración, sorbiendo. La espina sale dibujada y limpia. Los espectáculos de avidez se hermanan muy bien con esta mar antigua. En esta mar hay rincones en los que parece percibirse el aire de las hecatombes homéricas. Yo me como las sardinas –modestia aparte- de una manera más académica: sobre el pan, pero no con los dedos.”.

Golosamente leo Un viaje frustrado, de Josep Pla.

Mar, sardinas, ilusión de vida libre.

En una sola frase, Pla, con la fascinación de lo cercano, traza
 
el perfil completo de su personaje, que había nacido, como el

autor, en Palafrugell, el país del pescado frito:

Era un hombre importante, en el sentido de que sabía hacer

muchas cosas, y las hacía bien”. 

De eso dan fe sus oficios amables y sagrados:

Era pescador, marinero, cazador, cocinero, cochero, sabía

comprar en el mercado, era un criado excelente y servía

admirablemente la mesa”. 

A este servidor le encanta ese elogio, tanto, que lo quisiera para sí.

viernes, noviembre 23, 2012

Carne braseada

Virginia Woolf
 
 
Estreno de una creuset.

Carne macerada desde desde ayer con Rioja tinto, granos de pimienta negra y guayabita.
 
Sobre una cama de zanahorias, apio españa, cebollas y ajo porro,
el corte idóneo:  lagarto la reina.

A la ennoblecida pieza se le riega vino de su propio adobo.

Con los mismos ingredientes de la cama se monta el techo, en el que no faltarán la sal, el ajo y los clavitos de olor.

Tres horas de cocción son suficientes para esta maravilla imponderable, capaz de superar el célebre "boeuf en daube" de Virgina Woolf en su novela AL FARO, lo que es decir (y comer).

Quizá sea necesario agregar que los ingredientes de la cocción se licúan, y que todo, salsa incluida, tiene el sello de Cuchi Morales, quien cocina como los ángeles.

Una comida en El cuaderno gris

Josep Pla, delante del Mas de Llofriu
 
Leo El cuaderno gris de Josep Pla, en traducción de mi querido Ridruejo y de su mujer catalana, Gloria de Ros.

El 16 de abril de 1918, que es el año en que inicia su monumental dietario, Pla registra este temor:
 
Si, por la razón que fuese, nos viésemos obligados a prescindir del ´ressopó´ que Marieta nos sirve de madrugada, pensaríamos que la vida apenas tiene sentido, que es absurda y amarga”.

En una nota al pie de página Ridruejo informa que el “ressopó” es la “comida antes de acostarse, cuando ya han transcurrido varias horas después de la cena”.

Subrayo y recuerdo costumbres perdidas, medias mañanas y meriendas.

Hay de todo en el cuaderno de Pla: relatos, biografías, descripciones de paisajes, autorretratos, crítica literaria, crónica familiar y gastronómica, y mucho más. También abundan las deliciosas ráfagas como las del “ressopó” o pequeñas observaciones sensoriales, como ésta del 6 de junio del mismo año 18, que me encanta:

El tomillo, en un primer momento, da un olor abrupto y fuerte y después se endulza; el romero, ahora en flor, tiene una entrada muy suave que después se carga”.

Siento que estoy en el campo, feliz, esperando el desayuno.

Así da gusto la lectura de un diario.

jueves, noviembre 22, 2012

Una ruda (por siaca)

 
Gracias a una formidable antología de poesía hispanoamericana hecha por Gustavo Guerrero (Cuerpo plural, Pretextos, 2010), estoy leyendo ahora un poema magistral del chileno Germán Carrasco (1971). Se titula Ruda y está dividido en diez estancias. Lo disfruto como poética de la escritura y como acto de magia que acaba de impregnar con su olor esta pequeña sala. Me provoca sembrarlo en un poema de Ida Vitale (Botánica), en el que ella, tan amante de las plantas, se queja de que no tiene en ese momento “ni una matica de ruda”.

Acá, en las letras de Carrasco, la ruda es como un bosque de efusivos álamos.

Copio su última estancia:
 


"10

Para escribir un par de versos se necesita
silencio, el Central Park como patio
y una ruda (por siaca)
aunque en tres baldosas sueltas
se pueda ins
talar un jardín.

Pero ojo porque quizás el aroma
que arrojó la planta cuando la regaba
fue el que provocó cierto estado
de ensoñación. Es posible,
en ese caso este texto sería
el simple efecto de ese perfume,
el perfume de ese efecto".
 
 


 GERMAN CARRASCO

P.D: Ese poema estaba inédito cuando Gustavo Guerrero lo incluyó en Cuerpo plural.


jueves, noviembre 15, 2012

Abrazo

Picasso. El abrazo
 
Entre los libros que tengo en el balcón están los de García Baena. Hace un rato cuando me acerqué a ver pájaros, me topé con el bello lomo de Rama fiel, el volumen que González Iglesias preparó con motivo del Premio Reina Sofía del 2008. Desde hace varios años leo con deleite y asombro al gran poeta cordobés. Para decirlo retocando un famoso verso de Jiménez: García Baena siempre tiene preparada la rama para mi curiosidad del día. Abrí el libro, y en la página 117 me estaba esperando André Breton con estos versos:

El abrazo poético como el abrazo carnal,
mientras duran,
prohíben caer en la miseria del mundo
”.

Esa cita venía a cuento (y a canto) porque García Baena hablaba de su oficio de poeta como algo inherente a su tránsito cotidiano por la tierra. Decía que “el poeta no se sale de su biografía interior al contemplar los más sencillos actos de la vida y la muerte: el crecer de la hierba y el cuchillo, el heno, la dulzura y la larva de los frutos, el vino caliente de Junio y su desesperación. Obra y vida inseparables como la columna que entristece la yedra, solos y a solas con todo lo que amamos”.

De eso, y desde el alma, hablaba García Baena esta mañana. De allí el abrazo de Breton.
 

sábado, noviembre 10, 2012

Inmortalidad y belleza

CARLO CRIVELLI. Detalle de La Anunciación. National Gallery. Londres 
 
Hoy escribo invita Minerva. Una palabra, tres... Así no.

Mejor abrir el libro de Berenson y contemplar la segunda lámina, la que muestra un detalle de la Anunciación de Crivelli, con la cola del pavo real recordándonos la inmortalidad de los seres que amamos.

Ya no escribo. Miro.

Crivelli y la belleza.

viernes, noviembre 09, 2012

Un viaje desde el parque

Mercado flotante en Bangkok

Tres vueltas al parque y un viaje muy rápido hasta el Asia.

Cuando Gustavo apareció, versos efusivos del mexicano Aridjis:

Buenos días a los seres
que son como un país

y ya verlos
es viajar a otra parte.
 


Además, un prístino relato -como sólo Gustavo sabe hacerlo- nos acompañó en Bangkok esta mañana.

Ahora en la cocina resuenan las imágenes.

miércoles, noviembre 07, 2012

Un oficio peligroso


 BOTTICELLI. La Primavera. Detalle
 
Después de ordenar las cartas (entre ellas, las que se ha cruzado con Umberto Eco), el profesor revisó una vez más los artículos juveniles de su maestro, fallecido hace cinco años. Miró la reproducción de La primavera de Botticelli, fijándose sólo en el rostro de Flora. Mecánicamente volvió la vista a la foto de su novia. Las imaginaba como dobles. Guardó los papeles de su ilustre paisano y ratificó, como siempre, su enorme valoración de los mismos. Jamás se sumaría a quienes quieren enrostrarle al maestro su apoyo a la Guardia de Hierro, por envidia o por pequeñas venganzas, menos políticas que académicas. Muy lejos de él esa bajeza. Recordó el momento en que Umberto Eco, en una conferencia sobre El péndulo de Foucault, en Nueva York, al saber que él estaba en el público, le hizo el honor de pedirle que hablara. Fue cuando dijo que una mala interpretación puede convertirse en verdad, si un número suficiente de personas cree en ella. Agregó algo que lo previene siempre frente a todo tipo de infamia: “Cuando las mentes enloquecidas están en sincronía, crean una realidad alternativa; matan por razones inventadas; encuentran razones para actuar haciendo de sí mismos un punto fijo en el universo”. Esta noche su cena sería sólo una ensalada de lechugas, con nueces y queso de cabra.

Ahora, a releer a Borges, se dijo, para ratificar lo que una vez escribió, a propósito de esa inconmensurable maravilla que se llama La muerte y la brújula: “El principal cometido del arte en el universo de Borges es huir de la tiranía de un único sistema mental y entrar en tantos otros como sea posible para obtener, al compararlos, una libertad de percibir el mundo”.

Se recordó a sí mismo en una clase leyendo el relato que en este momento le serviría para prolongar su descanso, o su distracción. Varias han sido las señales ominosas de estos días. Las sombras fascistas de su remoto país no se detienen. Deambulan aún por este mundo.
--
Lo anterior no es más que la atropellada glosa de una lectura de hace unos doce años. Durante varios meses fatigué a mi entorno más cercano con comentarios acerca del autor que entonces constituía para mí una obsesión. A Ted Anton y su libro sobre el asesinato de nuestro personaje, le debo por completo los datos de la pequeña nota transcrita, y a Eros y magia en el Renacimiento, obra maestra, la visión más brillante que he leído sobre el tema, y en particular, sobre Giordano Bruno.

Hace más de 21 años, Ioan Culianu, valioso por sí mismo y discípulo mayor de Mircea Eliade, fue asesinado en un baño de la Facultad de Teología de la Universidad de Chicago. Tenía 41. Era experto en el tema de las religiones y el hiperespacio. Dejó sembrados muchos fantasmas en sus libros. La siega permanece en sus comienzos y el crimen sigue impune.

P.D: El libro de Ted Anton se titula El caso del profesor Culianu y tiene prólogo de Umberto Eco. Allí leemos que una de las personas consternadas por la muerte violenta del gran investigador rumano, fue Saul Bellow, a quien Culianu le cocinó una vez en casa de los Eliade.

martes, octubre 16, 2012

(Entre)lectura de recetarios





 


 “…flores rojas como un horno encendido”
María Paz Moreno
(Tulipanes. Invocación a Sylvia Plath)
...

La poeta española María Paz Moreno, estudiosa de Gil-Albert y profesora en Cincinnati, publicó hace pocos meses un libro sobre libros de cocina, en el que reivindica las entrelíneas de los recetarios y sitúa en su justo lugar las valiosas aristas culturales de la escritura coquinaria. En De la página al plato (Editorial Trea, Gijón, 2012) nos invita a releer los viejos libros de cocina como fuente inexplorada de saberes situados más allá de la utilidad gastronómica. La huella de un gusto olvidado, las tensiones de una sociedad, el resplandor de un paisaje desconocido, alguna clave biográfica, una manía de época, el origen verdadero de un plato, la vida cotidiana, los perfiles sociales y económicos de un pueblo, todo eso -y más- puede encontrarse en la aparente limitación de una receta.

Conmovida cuando supo del recetario que las reclusas de un campo de concentración nazi en Terezín (República Checa) elaboraron para mitigar el horror que soportaban, María Paz Moreno decidió emprender la investigación de la que da cuenta su oportuno libro. Oportuno, entre otras razones, porque vuelve la mirada a una vertiente del patrimonio cultural que sigue siendo vista con desdén y, asimismo, porque en momentos en que se recusa con razón la civilización del espectáculo, sitúa a la cocina –como debe ser- en un espacio muy distinto al de las modas y al de la pintoresca banalización “gourmet”. María Paz Moreno nos invita a revisitar la literatura culinaria, con mayor curiosidad y agudeza. Ella lo hizo con la de su país y descubrió tesoros.

Yo pienso ahora en la Cocina ecléctica de Juana Manuela Gorriti, un curioso libro con recetas de amigas y amigos de diversa procedencia, que bien puede ser (lo es) una mina para los estudios de la cultura latinoamericana del siglo XIX. Pienso también en los recetarios venezolanos, incluidos los más conocidos y manoseados, donde seguramente nos aguarda más de una sorpresa, para no hablar de otros menos divulgados que son verdaderas maravillas.

Todo esto vino a cuento porque quería leer hoy un poema de María Paz Moreno que está en Correspondencia atrasada (Alicante, 1999) y que me gustó mucho en su momento. Lo leí, pero quise buscar más en internet. Me topé, entonces, con la estupenda introducción del libro que he referido, a la que se le puede llegar desde esta página:

http://www.mariapazmoreno.com/literatura.html


viernes, septiembre 21, 2012

Altazor


"Embotellar sonrisas como licores
engastar licores como alhajas"

VICENTE HUIDOBRO
(ALTAZOR)

lunes, septiembre 17, 2012

Mesa de Reyes









VERONES. La cena de Emaús
 
Comienza bien este lunes. Acaban de dar en el canal Gourmet un programa sobre Alfonso Reyes, “la versión mexicana de la cultura universal”, según el preciso decir de Juan José Arreola.

Qué grato oír hablar de Reyes y ver el
interior de su casa de la colonia Condesa, la famosa capilla Alfonsina, y asimismo, disfrutar de Titita y del Bajío. Sí, Carmen “Titita” Ramírez Degollado está en el programa. La vemos en su restaurante, en el primer local de El Bajío.

En la casa de Reyes, Benito Taibo, conductor de la serie “La historia se sentó a la mesa”, tenía en sus manos la bella edición de Memorias de Cocina y Bodega. Leyó algunas líneas e hizo después, junto al reyista Héctor Perea, un recorrido por la casa, mejor dicho, por la Biblioteca que tiene adentro casa y cocina.

Titita preparó un bacalao a la veracruzana y fue mostrando sus ingredientes (bacalao bien desalado, jitomate, chile güero, pimiento morrón, aceitunas verdes, ajo, papas cambray sin pelar, almendras peladas, cebolla, sal). Mostró con orgullo unas tortas de camarón con romeritos… El postre fue un plato de “buñuelos de rodilla” con miel de piloncillo (miel hecha con papelón, agua y anís “estrella”). Con gracia jalapeña, Titita contó que lo de “rodilla” viene porque quien los hacía se colocaba un trapo en la rodilla y allí estiraba la masa de cada bollito.

Ya han leído versos de la Minuta (“…al desorbitado vinagre/ preferid el cuerdo limón”) y de otros libros alfonsinos. Ahora dicen la Oración al santo de la eucaristía, brindan por Alfonso Reyes, por su gusto y amor por la cocina, y también por San Pascual Bailón, gran patrono de los cocineros.

Quiero desayunar hoy buñuelos de rodilla.

P.D: Reyes admiró los convites opulentos, las escenas del Veronés y las cervantinas Bodas de Camacho, pero se confesó ganado por la escuela de un solo plato, “con discreto acompañamiento de principios y postres”. Remiso a los banquetes concurridos, los aceptó sólo por deber diplomático y escribió esta delicia: “…la mucha gente indigesta…en punto a comensales, mi gusto sea limitarme a la cifra de oro: más que las Gracias y no más que las Musas”.

domingo, agosto 19, 2012

Cleva en clave azul y gastronómica

Cleva Solís


1. En un poema en prosa Cleva Solís relata cómo fue descubriendo los reinos del azul. Dice que un día un pavo real cruzó el patio de su casa y el añil de las plumas la hirió con acabado eterno. Me gusta la
resonancia de esa imagen. También la dulzura con que después deja caer algún diminutivo, “clarito entre las aguas”, para evocar cómo conoció el turquesa una mañana, en la bañera. Me la figuro, además, con el sombrero de fieltro, bien bonito, que su madre le compró, sin sospechar que ese día le estaba regalando los delicados dominios del pastel.

2. Fina García abrió la puerta y un azul desconocido entró a la casa. Dirían que entró la pintora, pero también versos serenos se fueron apostando en la ribera más suave de la sala. Pudieron, entonces, haber dicho que entró la ondina o el elfo –por recordar a Samuel Feijoo-, pero el olor de las mandarinas impregnó el ambiente y Cintio y Fina supieron a dúo que, en realidad, había entrado la reina cienfueguera de los fogones. Cleva inició su oficio de inmediato.

Lo explicaría más tarde Cintio en un poema epistolar de Hojas perdidizas: Cleva “se puso el delantal e hizo la sopa”. Hubo charla sobre mariposas lezamianas y hubo jazz. Para hacer el plato, Cleva empleó una auyama mediana, tres cucharadas de aceite de oliva, una cebolla, dos dientes de ajo, caldo de vegetales, el jugo de dos mandarinas, poco menos de un vaso de nata batida, yerbabuena fresca, sal y pimienta.


Se dice que escucharon en algún momento la Obertura cubana de su amado Gershwin.

Un Calder para Lota y Bishop

CALDER. Peineta 


La vio llegar a la casa de Samambaia, después de una agónica jornada. Miró en su pelo el brillo fugaz de las estrellas y guardó esa imagen para siempre. En sus manos tomó la peineta de Calder que Lota llevaba en sus cabellos. Aspiró su olor y la invitó a la mesa. Se abrazaron.
“Cookie” (Bishop) había preparado calabacines y lomo de cerdo con manzanas verdes. Se amaron esa noche oyendo un concierto de Lota para lluvia y techo. 

miércoles, agosto 01, 2012

La casa por dentro


JAN GROOVER

Luz Machado entró a la cocina y al ver el cuchillo, dijo, aliviada:

Se quedó quieto el relámpago.
 
Las hornillas dormían.

Se acercó a la mesa con ojos de Jan Groover y sintió la presencia de dioses olvidados.

martes, julio 31, 2012

Un profesor de Historia del Arte

GERARD TER BORCH. Dama en su tocador.

Me desperté pensando en la mirada de una dama de Gerard ter Borch. Desde un párrafo de Gombrich nació mi intriga. El gran maestro de la Historia del Arte comentó un catálogo de una exposición sobre “maestros de la pintura de género holandesa del siglo XVII”, con la sensibilidad y sensatez que él le atribuye a otros y que sus lectores apreciamos en todos sus escritos. Destacó en el autor de los textos, Peter C. Sutton, del Museo de Arte de Filadelfia, el esmero en ver más allá de lo que la vista dice, y dio un ejemplo precioso de ese elogio. Cito su cita espléndida:

Ter Borch fue el maestro del refinamiento, no sólo en cuanto a sus motivos socialmente elevados y su técnica sin par –representaciones de raso y tul como para derrotar a un ejército de imitadores y copistas-, sino también en lo relativo a la psicología. Se puede hacer inventario de asociaciones y de posibles simbolismos de objetos sobre el tocador, o discutir las repercusiones de detalles del vestuario y el mobiliario, pero la mirada abstraída de la mujer que se toca el anillo es sumamente significativa”.

¿Qué le agradó a Gombrich del comentario de Sutton? Le agradó leer en esas palabras “una respuesta sensible a los elementos esenciales de una obra maestra menor, precisamente porque contiene elementos objetivos y subjetivos”. Compartió con entusiasmo el modo equilibrado de Sutton para salirse de la lectura rotulada y permitir sin énfasis el surgimiento de esta pregunta: “¿Está sólo soñando despierta mientras se quita sus joyas, o le da vueltas a cuestiones de más peso, de romance o matrimonio?”.

El profesor Gombrich interrumpe a Sutton y repregunta: “…¿es cierto que está jugando con el anillo, o se lo está quitando? ¿No es más probable que se lo ponga después de lavarse las manos y que ahora espere con cierta impaciencia que la doncella la prepare por fin? Puede que el artista no quisiera que nosotros lo supiéramos, pero lo que sin duda deseaba que observásemos era su maestría en la representación del raso, el tul y otros materiales que Sutton admira con tanta razón”.

Gombrich admira y propone la pluralidad de las miradas. Sin recusar el casillero del significado obvio, elogia en Sutton la discreta ventana abierta a los enigmas.

Miro de nuevo a la dama en su tocador y la dejo así, en su misterio.

lunes, julio 09, 2012

Martín Castillo Morales almorzó con Nan Goldin en Caracas


NAN GOLDIN ´pagó la factura

La mirada subvierte y rediseña. A veces, es sólo el azar concurrente. Otras, la imaginación cuando trasmuta (y transmite).

Son diversas cosas las cosas cuando esa mirada interviene.

Con sistemática ironía, la conversión conceptual de los objetos se devora a sí misma.

El efecto Duchamp dura un instante, aunque ese instante sea eterno. No hay segundas ediciones. No se corrige ni se amplía. Sólo perdura el aleteo de los exégetas.

Muchísimas son las variantes, utilitarias o no, del papel escrito. La factura que un restaurante le expide al cliente, por ejemplo, puede tener un importante destino contable o servirle a un economista para ilustrar el tema de los precios en tiempos de inflación. Pero, quién quita que también le sirva a un fotógrafo para homenajear a sus creadores predilectos. Podría estar, de paso, deslizando una amable referencia a aquellos seres –muy frecuentes en el mundo del arte- que para afamar su carrera aprovechan cualquier encuentro con celebridades.

En estas cosas pensé cuando vi el interesante trabajo de Martín Castillo Morales en LA CACRI¬-Caracas. Me consta que Martín no es, precisamente, un namedropper (menos aún Olivia, que se negó a ser fotografiada al lado de María Kodama), pero, como a mí, creo que le divierte el legendario autobombo –casi siempre con base cierta- de algunos simpáticos artistas de esta tierra…

Celebro más, sí, la base cierta de la admiración, así como la mirada que sabe transmutar lo cotidiano.

Por eso mi elogio a estas facturas de Martín, que son, como diría Octavio Paz, un gesto. Nunca una gesticulación.

viernes, julio 06, 2012

Comprensión de Venezuela

TIMOTES. Foto. Dra.Senaide

Entre los numerosos materiales de lectura que reuní hará unos cinco años para trabajar con mis alumnos la asignatura Comprensión de Venezuela (proyecto ahora lastimosamente interrumpido en la UNEY, como tantos otros), encontré una bellísima página, que hoy, con más pesadumbre que rigor, nos interpela y nos aplaza. En ella el escritor Pedro Pablo Paredes describe el pueblo de su infancia. Mejor dicho, lo retrata, en diálogo con su alter ego Laín Sánchez.

Es uno de esos lugares maravillosos de los Andes, región nuestra que tuvo la suerte de no ser asolada por la calamidad que la historia venezolana conoce con el nombre de Guerra Federal. Un lugar propicio para exaltar lo que Felipe Massiani denominó “geografía espiritual” y para afirmar las virtudes laboriosas de nuestra patria. Me refiero a Timotes, de donde llega hoy la noticia de que una calamidad contemporánea padecida por todos, ya hizo estragos en su apacible paisaje.
Tengo a mano el hermoso texto de Paredes y lo transcribo, no para contribuir a lamentación alguna, sino para seguir interpelándonos en esta comprensión de Venezuela, que incluye, como siempre, poesía y turbulencia.

Que no quede en añoranza:

“Timotes es alto y sosegado. En esto, dice Laín Sánchez, consiste su verdadero encanto. Paseamos, aquí, tranquilos por la mitad de la calle. Sólo muy de tarde en tarde, pasa roncando un camión, un autobús, un automóvil. Y el silencio vuelve sobre todas las cosas. Los vecinos van o vienen, cada uno a su obra: unos a sus comercios; otros a sus talleres; los más a sus cultivos. Desde la misma plaza divisamos las sementeras que parcelan, de colores varios, los contornos del pueblo. Y nada, nada como el tiempo en Timotes: es todo, todo remanso. Las mañanas son perezosas; las tardes, infinitas; interminables, las noches. ¿En qué otro sitio, nos confiesa Laín Sánchez, podría uno frecuentar sin fatiga a Cervantes, a Lope, a Shakespeare? ¿Dónde, como aquí, podría uno echarse al coleta, hora a hora, toda una Montaña Mágica o En busca del tiempo perdido?

El sosiego, por otra parte, es integral en el pueblo. Reina fuera, en la naturaleza; dentro, impera también en los espíritus. Aquí, si usted se fija –habla Laín Sánchez-, lo burocrático no cuenta. Las autoridades son forasteras siempre. Se trata de un pueblo, como decían los clásicos, sin pretendientes. La gente se levanta, acuda a la labor, regresa a la paz de su casa, devanea un rato, conversa otro tanto sobre lo que ocurre todos los días -¡qué llovezón, Dios mío! por abril; ¡tenemos buen tiempo! por septiembre-. Nada más. Los problemas, los enredos de la política apenas se conocen. Pocos leen los diarios, que vienen, naturalmente, de lejos. Tal vez por este espíritu, por éste para nosotros amable espíritu, el pueblo carece de glorias: si asistió a los sucesos históricos, debió ser por medio del soldado desconocido. El pueblo es laborioso. En este sentido, sin noticia de él, parece inspirado por Manrique: vive por sus manos. Laín Sánchez nos despide, hecho emoción, con una pregunta: ¿puede hacerse mejor, más justo elogio de este lugar?”.

(PEDRO PABLO PAREDES: Emocionario de Laín Sánchez, Biblioteca de Autores Tachirenses)


martes, julio 03, 2012

Manoel Moletta y los escenarios de la gula

Maneco. Gruta de San Antonio. Niteroi

Manoel Moletta murió esta mañana en Río de Janeiro. La noticia es un duro golpe para los integrantes del Comité Jurídico Interamericano, donde él ejerció su nobleza y prodigó sin límites el cálido fervor de su amistad. Era el Secretario del Comité, pero eso es decir poco o nada, porque, en rigor, Manoel era el alma de esa instancia consultiva de la OEA.

Bien lo decía en un email de hace un momento nuestro colega David Stewart: “Manoel was a great friend and colleague, a warm and generous person whose smile and enthusiasm welcomed everyone”. Suscribo plenamente lo que afirma David, no sólo porque lo viví en su momento, sino también por haber comprobado durante el último lustro, cómo se mantuvo sin tacha la hospitalidad de este carioca genuino, para disfrute de todos los asistentes a las sesiones de nuestra Comissâo en el legendario Palacio de Itamaraty, del que Maneco era (y seguirá siendo) un amable duende protector.

Cuando Dante Negro nos informó la mala nueva sólo atiné a decirle que para muchos de nosotros Río de Janeiro ya no será la misma. Lo digo así: sin Manoel, Leblón ya no será Leblón. Allí vivía e instalaba a sus amigos, para cuidarlos, para tenerlos cerca y guiarlos por sus gratísimas calles y múltiples botecos. No había taxista o camarero de la Zona Sul que no conociera la bonhomía (y bohemia) de Maneco, caballero del Derecho, amante de las artes y devoto fiel de su maravillosa Río.

En caravana los recuerdos pasan, como dice el tango. Ya vendrá la samba que agolpe otros y la bossa nova que los ordene todos. Entonces me sentaré a escribir una página serena sobre Moletta y apuntaré la emoción con que me mostró un día la dedicatoria que Jose Guilherme Merquior le estampó en uno de sus inteligentes libros. Ahora sólo rescato dos viejas notas que intentan dar cuenta del sentido de la gula que amorosamente Maneco compartió con sus amigos. Que ellas ratifiquen hoy mi gratitud y contribuyan a abonar la alegría que nos deja su memoria.

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LOS ESCENARIOS DE LA GULA

El formidable y exigente tour gastronómico de Manoel Moletta (Barón de Moletta y Tolomei) tuvo anteayer su parada estelar en Santa Teresa y hoy en Niteroi. Manoel no se anda por las ramas. Va directo a los escenarios de la gula. Conocedor de los más pecaminosos lugares de la culinaria carioca y sus alrededores, Moletta le permite a sus acompañanantes disfrutar de una atencion pródiga en entradas y nada prudente en materia de platos fuertes o de sobremesas. La copiosa ceremonia suele iniciarse con croquetas de bacalao y caipirinhas, para dar paso -después de varias rondas- a la especialidad de la casa correspondiente. Así, en el bello y empinado barrio de Santa Teresa, asistimos a la ingesta ritual de salchichas y patés de Adega do Pimenta, para dedicarnos más tarde a las delicias de un pato memorable o de cuanta ensalada de inspiración alemana y de sazón brasileña se nos ocurriese.

Hoy, en Niteroi, fue la apoteosis portuguesa. Nos esperaba el deslumbramiento ante las sardinas fritas más sabrosas del mundo, previo consumo de inevitables y finísimas croquetas. Nos animaba -como debe ser- un vino alentejano (Monte Velho) que abrió el camino para un plato de bacalao, portuguesa y glotonamente devorable. Vivimos por unas horas en el prodigioso reino del mar y del aceite de oliva. Fuimos felices, hasta que el postre nos hizo felicísimos: una torta de naranja, huevos y almendras, insolentemente deliciosa (Algavaria) , pasteles de Belem, pasteles de Santa Clara, pasteles de nata y tocinillo del cielo. Moletta pidió oporto y bebimos y brindamos por enésima vez por estar en la Gruta de Santo Antonio, en Niteroi, una gruta para sibaritas.

Moletta, filosofo epicúreo de Río de Janeiro, ha ganado ya nuevos adeptos a su causa. Cuchi y yo nos hemos sumado hoy a su hedonismo militante. Pronto haremos el juramento en su templo mayor: el Bracarense.

9 de agosto del 2007.
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PEQUEÑA CRONICA CARIOCA

La semana antepasada en el famoso bar Jobi de Río de Janeiro, comiendo boliños de bacalao y bebiendo chopes bien fríos, Jaime Aparicio y yo percibimos de pronto que estábamos traicionando a nuestro amigo Manoel Moletta. Un volante informativo encontrado en nuestra mesa nos enteró de la reñida competencia que en estos días se está dando entre los mejores “botecos” de la Ciudad Maravillosa. Por supuesto, tanto el Jobi como el Bracarense están en la disputa, por ser los más eximios bares de Leblón. Se trata de elegir al “rey de los botecos” de Río y Jaime y yo sentimos que no podíamos seguir allí. Por adhesión y solidaridad con nuestro amigo pedimos la cuenta y caminamos unas pocas cuadras para tratar de instalarnos en el “sancta sanctorum” de sus recorridos: el Bracarense. Y menos mal que eso hicimos, pues a los pocos minutos, mientras Jaime y yo esperábamos mesa, llegó Manoel, quien dispone siempre de algún lugar aunque el célebre local de la calle Linhares esté repleto. Dicha ventaja la posee Maneco por pertenecer al Consejo Regional de Frecuentadores de Bares y, por supuesto, por ser la simpatía en persona. Le referimos nuestra involuntaria infidelidad y nos respondió con una de sus frases predilectas: “¡Fue una locura!” y para festejar la oportuna rectificación ordenó boliños de camarón. Debo decir que esas bolitas de camarón son las mejores del mundo. Nada las iguala. Le añadimos picante para disfrutarlas más, mientras Manoel pedía que nos sirvieran también carne seca encebollada, plato que es, sin duda, una de las delicias de la gastronomía brasileña. La cebolla consigue equilibrar la sal de la carne y lo demás lo hace el poquito de farofa que Monoel suele añadirle.

Después de esa incursión no tuvimos duda. Nuestro guía y amigo tenía razón. Nada como los manjares que prepara Alayde Carneiro, la legendaria cocinera del Bracarense. Me contó Paulo Roberto, chofer oficial de algunos miembros del Comité Jurídico Interamericano, que hace cierto tiempo la presión del público obligó a los dueños del boteco a aumentarle el sueldo a Alayde, quien anunció su renuncia por considerarse en ese entonces mal remunerada. Asustados por la posible caída del establecimiento, los propietarios del mismo cedieron ante el pedimento de la insigne cocinera, como debe ser. El más grande bohemio vivo de Río de Janeiro, Jaguar, escribió una vez que “Ir a Río y no probar los platos de Alayde es lo mismo que ir a Roma y no ver al Papa”. Sobreviviente a la avalancha de turistas, el Bracarense es nuestro rey de los botecos y Alayde la papisa de las cocineras cariocas. Así escribimos Jaime y yo en nuestros votos en el momento de consignarlos ante la nada imparcial mirada de Moletta.

El sábado siguiente Manoel nos tenía preparada una emboscada en la Academia de la cachaça. La ritual feijoada de ese día tuvimos ocasión de comerla en ese otro sitio emblemático de Leblón. Iniciamos la liturgia con caldo de feijao, un poco salado para mi gusto, pero muy conveniente como preparación del cuerpo para la faena que apenas comenzaba. Después llegó el gran plato del Brasil, que a nosotros, comedores de caraotas negras y de diversas carnes, nos seduce, pero también nos asombra por la sabia presencia de la naranja. Abundante, bien combinada y multiétnica, la feijoada atraviesa todas las culturas del país y la comen tanto en la “casa grande” como en la “senzala”, donde seguramente se compuso la primera feijoada “in illo tempore”. El postre fue una especie de torta de queso caliente con guayaba de la que se abstuvo el ya extenuado Jaime, pero que gozó de la voracidad de Maneco y de mi gula.

Lo demás fue caminar por Leblón cuando la tarde caía y comprar un libro de Mario Quintana en la Da Conde.

18 de agosto del 2008.

lunes, junio 11, 2012

La pizza Margarita cumple años

Margarita de Saboya, Reina de Italia

Un 11 de junio se sirvió la primera pizza margarita. No sé si hoy (11 de junio también) me coma una. Lo cierto es que celebro tal fasto culinario, leyendo el formidable poema donde el argentino Edgardo Dobry nos recuerda su eponimia, pero también a su olvidado creador, Rafael Espósito:


Pizza Margarita


Ce qui est ferme est par le temps destruit,
et ce qui fuit, au temps fait resistance

Joachim du Bellay

El once de junio de mil ochocientos ochenta y ocho
Margarita de Saboya, primera reina de la Italia unificada,
llegó a Nápoles en visita solemne. Rafaele Espósito,
cocinero del palacio real de Capodimonte,
creó en su homenaje una pizza
con los colores de la flamante bandera:
blanco (la muzzarela), rojo (los tomates)
y verde (la albahaca). Hoy nadie recuerda
al Espósito maestro, pero miles
de pizzas Margarita se devoran cada día.
Dichosa reina de una nación
recién unida en Estado:
no inmortalizada en duro bronce
sino en crujiente engrudo.
Tu recuerdo no es cosa de eruditos:
millones de hambrientos te invocan cada día.
Y mientras se arruinan los palacios
y nadie molesta el sueño de los versos
vive tu nombre en la perpetua deglución.

EDGARDO DOBRY





sábado, mayo 26, 2012

Palabras para la intrusa

Higía


PALABRAS PARA LA INTRUSA



(Enfermedad y literatura. Borrador de unas notas)






En julio de este año se apagaron los últimos fuegos

de artificio y cuando me disponía a volver

a mis quehaceres, la no invitada, la enfermedad,

golpeó en mi puerta. Abrí y ella, sin decirme nada,

me miró con una mirada que me traspasó

pero que no puedo definir: no era cólera ni piedad

ni siquiera indiferencia. Era lo que llamamos,

en nuestra pobreza para decir lo que sentimos,

padecimiento.




Octavio Paz

(Prólogo al tomo 10 de las Obras Completas)


1. Una primera aproximación podría conducirnos a La muerte de Virgilio (Broch), pero tal vez no sea ese el camino idóneo para este paseo que se pretende rápido, somero, acaso divertido. Seguramente Hermann Broch nos atraparía en su moroso tiempo narrativo y, quizá, no podamos salir a la hora, para tomar puntuales el tren de Thomas Mann hacia La montaña mágica, esa cumbre literaria de la tuberculosis. Mejor, entonces, el simple recuento fragmentario, con lo que tengamos a mano, sin molicie, pero también sin ningún apuro sofocante.

2. Hölderlin, Artaud, Walzer, Lowell, Plath, Panero: nombres de la locura corriente. Nombres que nos hablan de una enfermedad que arrebata para siempre o que va y viene, para mayor suplicio de todos. Ella va y viene, pero casi nadie retorna ileso de su infierno. Desde allí, la vieja herida de Van Gogh nos hace señas.

3. Tan sólo un golpe en el costado y después la enfermedad en todo su esplendor. La enfermedad que abre las puertas para que Psique encuentre el centro. Así, Tolstoi nos cuenta en La muerte de Iván Ilich la historia de la enfermedad iniciática, la enfermedad que te abre los ojos, que te hace ver lo que realmente eres, que te ilumina de pronto y te reconcilia con los tres tiempos y las cinco direcciones.

4. Algo lo atenaza en la papada. En este momento un monstruo está en su cuerpo haciendo de las suyas. Empezó a la altura del pecho y fue ocupando poco a poco el resto del cuerpo. Es sordo e insistente. Pero no ha podido aún dejarlo sin conocimiento. La víctima resiste y será capaz, poco después, de describirlo todo en un texto inolvidable. Mientras tanto, Jan Kott –ese es su nombre- sigue en la ambulancia, infartado.

5. El asma de Lezama y de Proust. Nada que agregar a esas respiraciones. Sólo, y por ahora, la mirada de la señora Rialta, en la clínica, después de su operación, demostrando que sus ojos son los mismos, pese a todo: “Aquella mirada, aunque estuviese enterrada, parecería siempre que lo seguía mirando, como si le diese una interminable alegría su llegada, como si disculpase sus despedidas. Sólo las madres poseen esa mirada que entraña una sabiduría triste y noble, algo que jamás se podrá precisar lo que es, pero que necesita el regio acompañamiento de la mirada de las madres. Sólo las madres saben mirar, tiene la sabiduría de la mirada, no miran para seguir las vicisitudes de una figura en el tiempo, el desplazamiento del móvil en las carrileras del movimiento, miran para ver el nacimiento y la muerte...” (Paradiso).

6. La melancolía, raíz de tantos males. Llega silenciosa y como “la resaca de todo lo sufrido” se te empoza en el alma. Hace estragos en los poetas y en los enamorados. Es antiquísima. Aristóteles se ocupó de ella. Recibió el nombre de “bilis negra”, por vía etimológica. También la designaron como “acedia”, “tristitia”, “taedium vitae”. Bajo el signo ascendente de Saturno, señor de los anillos, el sol negro de la melancolía nos arropa. Para conjurarlo, leamos a Nerval, o a Vallejo, quien, por cierto, nació “un día que Dios estuvo enfermo, grave”.

7. Los diarios nos revelan no sólo las manías de los escritores. Llevar diarios, es, de suyo, una. Y no de las menores. También nos introducen en sanatorios oscuros o en habitaciones caseras donde el afiebrado delira o simplemente escribe su diario. Recuerdo ahora que Jaime Gil de Biedma tituló la primera versión del suyo como el Diario del artista seriamente enfermo. Enrique Lihn, por su parte, lo escribió en versos y más que de enfermedad, le resultó un desgarrador diario de su muerte.

8. Si la vida toda es una enfermedad, Cesare Pavese la describió sin patetismos en su dolido y grandioso Oficio de Vivir. Un verso suyo lo dice así: “Esta muerte que te acompaña,/ de la mañana a la noche,/ insomne, sorda, / como un viejo remordimiento o un vicio absurdo…”.

9. En sus diarios, Julio Ramón Ribeyro, fumador indomable, está siempre enfermo. Entre el matadero y la cama, el humo se acumula y el esófago se pierde. Su larga enfermedad de hierro, nos legó una de las mejoras obras narrativas de América Latina en mucho tiempo.

10. Susan Sontag, en La enfermedad y sus metáforas nos habla de la doble ciudadanía que se nos otorga al nacer: “la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos”. Por cierto, Enrique Lihn, en su ya citado Diario de muerte se refiere a esos reinos de este modo: “Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos/ por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad/ pero, a la larga, eso no tiene sentido/ Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes/ seguiremos unidos, hasta la muerte...”.

11. Lady S. S (Severo Sarduy, no Susan Sontag) se despidió de la literatura y de la vida con Los pájaros de La Habana, una novela en la que el sida (severo, como siempre) ejerce su misión de peste monstruosa y sagrada. Acudir al “Diario del Cosmólogo”, allí incluido, es atravesar la barraca de los desahuciados, la conversación febril con los sarcomas, el delirio final de los enfermos.

12. Yourcenar en las “memorias” de Adriano. Y Reynaldo Arenas en las suyas. Cáncer y sida. Animula, blandula, vagula.

13. La mágica enfermedad. Lo es, por ejemplo, el amor. También es el nombre del único libro de poemas de Jesús Sanoja Hernández. ¿Sufre Sanoja el síndrome que Enrique Vila-Matas llama “de Bartebly”? No lo sé. Por ahora recuerdo a otro venezolano con un libro que el mismo Sanoja calificó de “hospitalario”: Efraín Hurtado y sus Papeles de Condenado. Y al argentino Héctor Viel Temperley con su temporada en el Hospital Británico. La vida del hombre en las casas de salud. Otro tiempo. Otro lugar.

14. El enamoramiento o eros melancólico: sobran los ejemplos de escritores y de personajes de ficción. Pienso ahora en dos: Goethe y Werther. De todos modos, paso. Pero no dejo de compartir la descripción que sobre esta enfermedad hizo el doctor Bernardus Gordonius, en Montpellier, a finales del siglo XIII: “Es una angustia melancólica causada por el amor hacia una mujer. La causa de esta afección reside en la corrupción de la facultad de la estima por una forma y una figura que ha permanecido impresa en ella de forma muy intensa. Cuando alguien se apasiona por una mujer, piensa desmedidamente en su forma, en su figura, en su comportamiento, puesto que cree que es la más bella, la más venerable, la más extraordinaria y la mejor hecha, tanto de cuerpo como de alma. Por esta razón, la desea con ardor, olvidando la moderación y el sentido común (...) El juicio de su razón está tan alterado que imagina constantemente la forma de la mujer y abandona todas sus actividades, de manera que, si alguien le habla, apenas le oye. Y puesto que se trata de una cogitación ininterrumpida, puede ser definida como una angustia melancólica... Todo el cuerpo se debilita, salvo los ojos”.

15. Hablando de Vila-Matas, un mal puramente literario es el que aqueja al personaje de su última novela: “el mal de Montano”. Convertirlo todo en literatura, absolutamente todo, es la manifestación extrema de esa enfermedad probablemente incurable. Como la epilepsia, creo que el mal de Montano admite la versión pequeña y la versión grande. Tracio, un heterónimo de Mariano Alvarez me suministra este ejemplo:

Me queda, como siempre, Borges, para salvarme.

Lo leo y todo cuanto me azora se convierte en texto.

Su poesía le traza límites a esa tigresa

que iba a devorarme en este instante,

detiene miradas corrosivas,

verbaliza a la mujer fatal

que se había adueñado de la sala,

después de una irrupción finamente calculada.

Borges desarma, en fin, a las serpientes.



Pienso en sus ojos (en los de ella)

y me encuentro ahora sólo con signos.



La mujer que se bañaba en el Antiguo Testamento

es apenas un fantasma,

una neblina que acaba de esfumarse en el patio de mi casa,

una página en blanco que se dispone

a albergar la urgencia de estas líneas.



Y el arcángel llamado Borges

guarda nuevamente su espada sarracena.

16. El síndrome de Stendhal: se marean, sudan, van al baño, se desmayan. Quienes lo padecen, no son capaces de aguantar la belleza de Simonetta Vespucci en El nacimiento de Venus ni la lectura seguida de dos páginas de Proust. Quizá cure momentáneamente a los estíticos este mal de la estética (borrar después esta frase que parece un chiste de José Luis Blondet y no de Cabrera Infante, como era mi intención paronomásica, pero nadie es perfecto). Sobre los efectos del síndrome stendhaliano, un poema de José Fabián Fabbiani, furtivo heterónimo de mi amigo Najul, puede darnos alguna pista. Lo copio:

Cuando entré a la sala de Matisse,

en 1974,

se manifestó por vez primera.

Tuve que esperar casi una mañana

para tomar cierta distancia,

y recuperar el equilibrio.

Pero al salir de L´Ermitage

ya estaba marcado para siempre.



Lo sufrí después en Venecia.

Fue un otoño veloz,

desesperado.

No soporté ni dos minutos

ante los hermosos caballos de Bizancio.



Desde entonces,

no paso de tres páginas de Proust

sin que me ataque el mal.



Un día,

al entrar en la biblioteca,

apenas vi el lomo de "La Educación Sentimental",

lloré.

Profusamente lloré.

He procurado disfrazar el libro

para no reconocer su rostro,

pero ha sido en vano.

Flaubert persiste en sus apariciones.



José Luis Ochoa

me suele consolar

con estas palabras curativas:

"No te aflijas, amigo,

sólo es el síndrome de Stendhal".

17. Ayer estuve a punto de superar el mal de Bartleby. Había tenido una excelente idea de cuento, la mejor que he tenido en mi vida. Comencé a escribirla, pero no pasé de tres líneas. Algo, no sé, me detuvo. Temí ser víctima de un raro padecimiento. Opté por llevarle la hoja a mi médico, Vicente Guerrero, quien de inmediato me detectó un nuevo morbo: "el síndrome de Pierre Menard". Las líneas escritas eran estas: "Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto".

18. Jöe Bousquet, poeta de Carcassonne, toda la vida en una cama, leyendo y escribiendo cartas a sus amigos y poemas. La enfermedad como protagonista, tomando el centro de la vida y fecundándolo. Pero puede ocurrir también que la invasión sea total y nos anule, que no sea la enfermedad una compañera entregada al diálogo, sino una dictadora intraficable. El “Davalú” de Rafael Argullol: “Bajo su dominio sólo hay monólogo, un monólogo que se disocia en diálogo interior, pero únicamente con la propia bestia”. Argullol, en Davalú o el dolor, hizo el diario de una dolencia que le duró meses y construyó un personaje tentacular e implacable que no habita dentro de tu cuerpo, sino que es el interior completo de tu cuerpo.

19. En La vida breve es un cáncer en el pecho. También un cáncer en el pecho aparece fugazmente en El Aleph. Onetti y Borges. Gertrudis y Beatriz Viterbo. Sufrimiento y goce. Creo, sin embargo, que ninguno de los dos autores, como el personaje del segundo, “se rebajó un solo instante al sentimentalismo ni al miedo”.

20. No me acuerdo bien ahora, pero creo que en uno de sus libros de memorias, Juan Gil-Albert nos habla de cierto disfrute de la enfermedad, de un raro deleite por el padecimiento. Lo buscaré. Pero como la memoria es un laberinto que te conduce a pasillos imprevistos, en este instante estoy de visita en un relato de Humberto Rivas Mijares, específicamente en una frase en la que "el murado” experimenta “un extraño gozar de la pena”. El ciego sabe que no verá y sufre por eso. Sin embargo, una dicha lo invade de repente.

21. El sábado pasado (25-10-03) en el suplemento Babelia de El País, un poema del peruano Carlos Germán Belli, me condujo hasta una diosa griega de la salud, hasta Higía, quien formaba parte de la corte de Asclepio y hacía el generoso favor de los alivios. Le pedí por mis padres, enfermos y viejos, pero bellos y curables.

Freddy Castillo Castellanos

Salsipuedes, 27 de Octubre del 2003.