sábado, diciembre 13, 2014

Una comida en el Hotel Central





María Flor como María Eduarda en Os Maias

Lo primero que ofreció el camarero fue sole normande y Cohen aceptó gustoso. Puso un puñadito de sal en la orilla del plato y disfrutó  en silencio su lenguado.

Así refiere Eça de Queiroz el primer plato de la célebre comida del Hotel Central, en Los Maias, libro que hace las delicias de cualquier estudioso de gastronomía literaria, dispuesto siempre a seguirle la pista a los yantares o a detenerse en un pollo con champiñones y rendirle el honor que se le debe. Seguramente pedirá que le aproximen la botella de Saint-Emilion para llenar su copa y continuar la ruta.
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Cuando los camareros vuelvan a la mesa para servir un plato de legumbres, su anuncio sorprenderá a los comensales: Petits pois à la Cohen. Incrédulos, echarán mano del menú para leerlo, y confirmarán que, en efecto, así se llama. Queiroz no perderá la ocasión para seguir dándonos detalles: “Se descorcharon unas botellas de champaña y todos, puestos de pie, brindaron a la salud de Cohen”. Y es que Juan de Ega, organizador de la comida, en complicidad con el maître d’hôtel del Central, se habrá salido con la suya. Bien sabe el lector que Cohen es gerente de un importante banco de Lisboa y que la cena también tiene un notable objetivo financiero.

No hubo en esa ocasión mención expresa de los postres, pero me imagino (porque aparece en otra página de la novela, y porque, además, me resulta irresistible y reitera lo “francés”) que comieron “una crema quemada que sabía a limón, aromática, cuyo perfume se confundía con el de las lilas de los jarrones”. Así pues, honores también para la rica  crème brûlée.
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Unos minutos antes de iniciarse el convite, Carlos ve bajar de una berlina a una majestuosa mujer, con un abrigo de terciopelo blanco de Génova. Es María Eduarda. Deslumbrado, Carlos enloquece. Pero esa es otra historia.

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