Virginia Woolf posó para la revista Vogue. Lo foto apareció en 1926
Cuando la noche del 7 de noviembre de 1930
Virginia Woolf se despidió del poeta Yeats en casa de Lady Ottoline, sintió que
estrechaba una mano famosa. Al día siguiente anotó en su diario: “Nació en
1865, así que ahora tiene 65 años… y yo 48: por lo tanto tiene derecho a ser
mucho más vital, dúctil, apasionado y en general, maduro y generoso”.
Virginia pensó en la conversación sobre sueños
que Yeats tuvo con Walter De la Mare, y cuando se disponía a referirla, se le
acercó Nelly a preguntar por la comida que debía preparar para el almuerzo.
-Tienes
mucho tiempo que no haces cottage pie, así que, por favor, hazlo para hoy. L.
se va a alegrar.
Nelly asintió, pero salió refunfuñando porque no
quería picar carne ese día.
Al retomar el cuaderno, Virginia trazó estas
líneas:
Yeats ha
engordado mucho. La última vez que lo vi fue en 1907, o quizás 8, en una cena
en el Nro. 46. Debo anotar que nunca había oído hablar de mí y yo me sentí
ligeramente azorada por los penosos esfuerzos de O. para que él comprendiera
quién era yo.
Viriginia iba a precisar que el Nro. 46
corresponde a Gordon Square, pero no lo consideró necesario. Todos debían saber
que ese ese lugar era el centro literario de Bloombsbury, es decir, de Londres.
Tras hacer una descripción del Yeat (“una frente enjuta, bajo una maraña de pelo
gris y castaño, ojos luminosos, pero oscurecidos por las gafas; vistos de cerca
tienen la mirada vigilante y al tiempo sorprendida de sus primeros retratos”),
Virginia recuerda que cuando ella entró a la reunión interrumpió a De Mare,
“que estaba contando una larga historia sobre un sueño con Napoleón” y que
Yeats entonces aprovechó la ocasión para iniciar una apasionada intervención
sobre los sueños. Dijo que Tagore le había contado que de joven tuvo un sueño,
un sueño que debio ser mágico, porque -añadía Tagore-, de encontarlo de nuevo,
se haría inmortal.
“Hablan demasiado de sueños”, escribió Virginia
al final de la entrada, sin dejar de confesar su buena impresión de Yeats y de
su poesía. “Por dondequiera que se le cortara, con una pequeña pregunta, manaba
fuentes de ideas”, apuntó.
Esa noche hablaron de Tom y concordaron que
Eliot “utiliza muy hábilmente las mitologías”. Por ejemplo, la del Rey Pescador
en The Waste Land. También lo hicieron de Pound, otro poeta que, según Yeats,
cuando emplea las mitologías “escribe de forma muy bella”.
Para ambos, fue una noche inolvidable.
En una carta a John Masefield, el poeta de Sligo
dijo: “Ayer conocí a Walter de la Mare y a Virginia Woolf en casa de lady
Ottoline” y éste es el resultado de mis conversaciones y una metáfora de la
casa de lady Ottoline:
Nosotros
que tanto hemos pensado/ y tales obras realizado, / tenemos que extendernos,
perdidos./ como leche sobre piedra derramada.
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Virginia cerró el cuaderno, se levantó y fue a
la cocina. Quería saber cómo iba el cottage pie que Nelly hace tan rico.