lunes, junio 12, 2006

Bloomsday

La primera vez que salieron juntos James Joyce y Nora Barnacle fue el 16 de junio de 1904. Ese día se inicia entre ellos una intensa relación amorosa, de la que hemos llegado a conocer -por abuso de los editores- hasta las cartas de mayor y fervorosa intimidad sexual. La indiscutible importancia de la fecha en la historia personal del escritor quedará expresada para siempre en su novela Ulises, una apoteosis del lenguaje, un homenaje perdurable a Dublín y una prodigiosa indagación poética de la vida cotidiana. Como recordarán los lectores, el 16 de junio es el día en que transcurre la gran obra de Joyce. “Bloomsday” lo llaman desde hace mucho tiempo los joyceanos aludiendo al señor Leopold Bloom, personaje fundamental del libro. Y el “Bloomsday”, como se sabe, es actualmente una conmemoración literaria o banal, turística o litúrgica (pongan el adjetivo que ustedes quieran) que todos los años reúne en Dublín a numerosos admiradores de Joyce en una celebración que ya forma parte del calendario de fiestas del pueblo irlandés.

El centro del “Bloomsday” es gastronómico. Y se trata de un desayuno. Al té y a las tostadas normales se los acompaña con riñón de cerdo. Eso es todo. Seguramente ya contamos con una versión deconstruida del “Bloomsday” elaborada por algún chef del espectáculo que jamás leerá a Joyce. Ya comprobaremos ambos asertos. Lo cierto es que si vamos a las páginas de Ulises, como debe ser, podríamos ser fieles a la versión original y ampliar a partir de ella las ofertas, según el apetito de los comensales joyceanos. Tal vez no nos limitaríamos al desayuno, sino que incluiríamos media mañana, almuerzo y mucha tertulia literaria en las pausas de la ingesta. Leamos algunas líneas:

“El señor Leopold Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves. Le gustaba la sopa espesa de menudillos, las mollejas de sabor a nuez, el corazón relleno asado, las tajadas de hígado rebozadas con migas de corteza, las huevas de bacalao fritas. Sobre todo, le gustaban los riñones de cordero a la parrilla (...) En riñones pensaba mientras andaba por la cocina suavemente, preparándole a ella las cosas del desayuno en la bandeja abollada (...). Otra rebanada de pan con mantequilla: tres, cuatro: está bien (...). Huevos con jamón no. No hay huevos buenos con esta sequía. Necesitan agua dulce pura. Jueves: tampoco buen día para un riñón de cordero en Buckley. Frito en mantequilla, un poquito de pimienta. Mejor un riñón de cerdo...”

No seamos literales ante la cita anterior y como prefiero cambiar por completo antes que deconstruir, para el próximo viernes 16 yo propondría un “Bloomsday” sanfelipeño ad libitum. Lo dejaría al arbitrio de los cocineros de “Salsipuedes”. Eso sí, sugiriéndoles que no haya riñones de cerdo ni de ningún otro animal. Podrían también cambiar desayuno por almuerzo y buscar un menú que no se aleje tanto del gusto culinario del señor Bloom, pero que admita vino blanco para serle fiel al autor de la novela, poco amigo del tinto. Nadie es perfecto, ni Joyce.

Volvamos a la novela y recordemos su importancia en la literatura. Ulises es una fiesta del lenguaje y el verdadero “Bloomsday” está en su lectura. No importa que siga siendo difícil para muchos. Recordemos que Jung se durmió en la página 50 y que ese acto fallido lo descompuso por un tiempo. Insistamos nosotros sin preocupaciones psicoanalíticas y leamos a Joyce como quien juega.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jimsday, por James
Norasday, por la Barnacle

Anónimo dijo...

Felicidades por tu blog, Biscuter, no me lo pierdo.
En vísperas de un bloomsday estupendo, estoy de acuerdo contigo en que prefiero cambiar que deconstruir. En mi caso todo lo que signifique vísceras... Elijo el pan con mantequilla.