lunes, octubre 08, 2007

La gramática oculta de la comida

Pierre Bourdieu


1. Pierre Bourdieu rastreó un día en el gusto de los franceses para conocer la trama oculta de la distinción. Su impresionante pesquisa tuvo en la gastronomía uno de los más copiosos e ilustrativos aportes. Dime qué comes y te diré quién eres culturalmente, podría ser una de las principales conclusiones de ese imprescindible y brillante trabajo sociológico que puso su escalpelo científico y creativo, así como su lúcido acento, en las diferencias educativas de los seres humanos. Me estoy refiriendo, por supuesto, al libro de Bourdieu titulado La distinción, cuya edición en castellano se la debemos a la editorial Taurus (1999). Quien probablemente fue el más grande sociólogo de la segunda mitad del siglo XX, abrió con dicho libro un amplio camino cuyas bifurcaciones constituyen todavía un imponente desafío para los estudios de la cultura.

2. Una rápida mirada por el variado paisaje social de Venezuela quizá nos depare la constatación de que una misma incultura gastronómica iguala gustos en privado y equipara carencias (la chatarra nos une), mientras que en ciertos escenarios públicos contrapone “snobismos” y resistentes autenticidades. Más que la novedad, la “novelería” parece ser el signo de la banalización gastronómica, una banalización manejada con habilidad mercantil y que es capaz de vender “espumas” y “diplomas de chef”, como si de “pajaritos en el aire” se tratara. En efecto, de eso se trata.

3. Por andar de brejetera a cierta clase media le han sobrevenido varias penas. Una de ellas es, sin duda, su patética devoción al mundo gourmet. Clientes cautivos de un mercado de apariencias, muchos de sus representantes desplazan el viejo placer de la comida hacia la memez de las “estilizaciones” culinarias. La abundancia y la gula verdadera han caído en desgracia.

4. Un sancocho gigantesco ganador de algún récord Guinness, puede ser medido con igual rasero: el rasero de la comida-espectáculo. Bien sabemos que el club de los gastrónomos con su costoso rancho “exclusivo” comparte un espacio estelar con el sancocho multitudinario en las páginas inclementes y certeras de La distinción de Pierre Bourdieu. Como siempre, las dos caras se encuentran en la misma moneda.

5. Citemos a Matías Bruera, a quien probablemente muy pronto lo tengamos en San Felipe y en Caracas: “Evocar el `régimen` productivo y gustativo alimentario permite pensar la conducta de los hombres, caracterizar sus existencias, sus vínculos y sus voluntades sociales. // Somos testigos impávidos y complacientes de la proliferación intestina de un dialecto gourmet que pone en evidencia nuestra vida social y psíquica, y cuya articulación en el panorama catastrófico de la alimentación argentina es expresión privilegiada entre variadas actitudes materiales de la sociedad. // Recientemente entre sus opciones de platos principales –todas del mismo tenor- un menú rezaba: `carpaccio de lomo con queso de oveja, bouquet de espinaca y crocante de parmesano`; `salmón marinado con mix de verdes, brotes alfalfa, timbal de arroz, hojas crocantes, tomates secos y vinagreta de fruta de la pasión`; `escalopes empanados en sésamo blanco y negro con verdes, hojas de arroz, kombus y coulis de coco y chile`; `sorrentinos bicolor rellenos con salmón marinado, queso de oveja y tomillo con salsa de azafrán`; etc. Ni hablar de la sofisticación de las entradas, los postres y la carta de vinos” (La Argentina fermentada, Paidós, pag 20.)

Cualquier parecido con cercanos ideolectos gastronómicos, no es pura coincidencia.

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