Bailadores, Estado Mérida
Conocía todos los caminos de los Andes venezolanos, así como cada uno de sus pueblos. Gran parte de su vida fue un viaje permanente por esas tierras, a las que llegó un día a mediados de los cuarenta y las adhirió a su alma para siempre. Se hizo tachirense, merideño y trujillano antes de que existiera la Panamericana, usando la noble Trasandina o los caminos de las recuas muleras. No hubo rincón que escapara a su oficio de viajero o a su curiosidad de tal. Poco a poco, como debe ser, fue consustanciándose con todos los paisajes encontrados a su paso. Y en el paisaje estaban no sólo las montañas, las lagunas y los frailejones, sino también y sobre todo, las personas con sus palabras, sus usos y costumbres, sus historias. Tuvo amigos en las siete colinas y en los diversos lugares que su trashumancia profesional le deparaba. Cultivó silenciosamente su jardín de viajero desde que en 1946 llegó al Hotel Bristol de Valera, para adentrarse después durante casi dos meses en los pueblos de los tres Estados andinos. De esa época es su visión inolvidable de Boconó, de Timotes, de Mérida, de Tovar, de Bailadores, de La Grita, de San Cristóbal, de una geografía, en fin, que se le fue metiendo por sus grandes ojos verdes.
El páramo de La Negra fue la apoteosis de su deslumbramiento. Me lo recordó un día que fuimos juntos a Bailadores, bellísimo pueblo situado entre Tovar y dicho páramo. Fue una de las contadas ocasiones en que tuve la suerte de ser compañero de viaje del viajero eterno, a quien he recordado hoy con la excusa de que recomendaré de inmediato un libro que se refiere, entre otras cosas, a la cocina de Bailadores. En realidad es que no puedo nunca decir Bailadores sin traer a la memoria la imagen de mi padre.
El azar concurrente quiso que fuese el cronista de la ciudad donde mi padre nació quien me diera noticias de Estampas del Bailadores de antaño (El Perro y la Rana, Caracas, 2006). En efecto, Taylor Rodríguez, acucioso cronista de Cabudare, me habló de él con emoción hace unos meses. No transcurrió una semana sin que tuviera un ejemplar en mis manos y comprobara que tenía razón mi amigo Taylor: se trata de un libro delicioso. Leerlo fue para mí volver a viajar con mi padre y pasear por la calle 10 para rendirle homenaje a la Igualdad y compartir más de trescientas anécdotas que cuentan la vida cotidiana de Bailadores a través del tiempo. Pero el libro es algo más que un anecdotario. Es un ejemplo magistral de crónica de pueblo, hecha con las voces del pueblo. Sencilla, auténtica, amorosa. Diversas personas aparecen en sus páginas para mostrar su visión de la comarca entrañable. Su autor, José Parada, quien nació en Bailadores hace cuarenta años, concluye su libro con dos aportes específicos al patrimonio cultural venezolano. Uno es un glosario popular. El otro es nada menos que un recetario de Bailadores, elaborado por su madre, María Imelda Ramírez de Parada. En ese recetario, en el que no falta la hallaca con garbanzos, hay dos platos con arvejas. Uno de ellos es el cuchute, que copio de seguidas para ustedes:
El Cuchute
Ingredientes: arveja dura, huevos, cilantro, cebollín, perejil, sal.
Preparación: Se tuestan las arvejas y luego se pasan por la máquina de moler para resquebrajarlas un poco y así poder quitarles la concha. Se limpian y entonces sí se muelen debidamente. Se pone a calentar agua según el número de personas. Al polvo resultante de la molienda se agrega agua en una cantidad razonable (no mucha), sin dejar de mover la mezcla. El caldo no debe resultar espeso. Agréguese luego cebollín, cilantro, perejil y antes servir se agregan trozos de tortilla para darle buen gusto. Al cuchute hay que dejarlo cocinar por lo menos media hora. Sal al gusto.
El páramo de La Negra fue la apoteosis de su deslumbramiento. Me lo recordó un día que fuimos juntos a Bailadores, bellísimo pueblo situado entre Tovar y dicho páramo. Fue una de las contadas ocasiones en que tuve la suerte de ser compañero de viaje del viajero eterno, a quien he recordado hoy con la excusa de que recomendaré de inmediato un libro que se refiere, entre otras cosas, a la cocina de Bailadores. En realidad es que no puedo nunca decir Bailadores sin traer a la memoria la imagen de mi padre.
El azar concurrente quiso que fuese el cronista de la ciudad donde mi padre nació quien me diera noticias de Estampas del Bailadores de antaño (El Perro y la Rana, Caracas, 2006). En efecto, Taylor Rodríguez, acucioso cronista de Cabudare, me habló de él con emoción hace unos meses. No transcurrió una semana sin que tuviera un ejemplar en mis manos y comprobara que tenía razón mi amigo Taylor: se trata de un libro delicioso. Leerlo fue para mí volver a viajar con mi padre y pasear por la calle 10 para rendirle homenaje a la Igualdad y compartir más de trescientas anécdotas que cuentan la vida cotidiana de Bailadores a través del tiempo. Pero el libro es algo más que un anecdotario. Es un ejemplo magistral de crónica de pueblo, hecha con las voces del pueblo. Sencilla, auténtica, amorosa. Diversas personas aparecen en sus páginas para mostrar su visión de la comarca entrañable. Su autor, José Parada, quien nació en Bailadores hace cuarenta años, concluye su libro con dos aportes específicos al patrimonio cultural venezolano. Uno es un glosario popular. El otro es nada menos que un recetario de Bailadores, elaborado por su madre, María Imelda Ramírez de Parada. En ese recetario, en el que no falta la hallaca con garbanzos, hay dos platos con arvejas. Uno de ellos es el cuchute, que copio de seguidas para ustedes:
El Cuchute
Ingredientes: arveja dura, huevos, cilantro, cebollín, perejil, sal.
Preparación: Se tuestan las arvejas y luego se pasan por la máquina de moler para resquebrajarlas un poco y así poder quitarles la concha. Se limpian y entonces sí se muelen debidamente. Se pone a calentar agua según el número de personas. Al polvo resultante de la molienda se agrega agua en una cantidad razonable (no mucha), sin dejar de mover la mezcla. El caldo no debe resultar espeso. Agréguese luego cebollín, cilantro, perejil y antes servir se agregan trozos de tortilla para darle buen gusto. Al cuchute hay que dejarlo cocinar por lo menos media hora. Sal al gusto.
4 comentarios:
Estimados de Duelos y Quebrantos:
Siempre me ha parecido muy loable de su parte el que jamás censuren los comentarios de quienes aquí escriben ... pero el comentario anterior, por no tener nada que ver con la temática de este Blog sólo puede venir de parte de un bolsa amante de las cadenas en internet. Espero que mi firma sea la primera para que borres a ese anónimo que se ha dedicado a embasurar este lugar.
El a-anónimo Sumito Estévez
Gracias, Sumito, por tu oportuno llamado. Ya hice la limpieza correspondiente.
Un abrazo
Cuchute es la palabra que me hizo llegar hasta este blog.Ley con sumo interes el articulo Bailen bailen, Bailadore! Porque mis raices estan en ese hermoso pueblo, donde mi madre nacio.
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