lunes, septiembre 19, 2011

Ya ni la amuelan

Rosa Luxemburgo

Con la elegancia de una prosa que jamás incurrió en sobresaltos, nuestro gran ensayista Mariano Picón Salas afirmó un día que los empresarios de mitos suelen ser candidatos a verdugos. Y marcando distancia con los hugonotes de todas las sectas, nos recordó que la vida es mucho más amplia y poética que lo que pretenden los mustios profesionales de la simplificación. Estos no entienden que la creación de espacios para la convivencia o para el debate civilizado, donde el respeto a las diferencias sea una regla de oro, resulta el mejor modo de servirle a un país, sobre todo en tiempos de ceguera o de dogmatismos desatados. Picón Salas veía en Calvino a uno de los personajes más antipáticos e intolerantes de la Historia y se atrevió a conjeturar algún complejo de castración como causa de su monstruosa rigidez. Cierta o no, la imagen que emana de esa hipótesis, más literaria que científica, ilumina el perfil de los comisarios de la intransigencia, sea cual sea la ideología que los carcoma. Los hay deliberadamente fríos y calculadores, con el libreto de la malignidad bien aprendido, pero también nos encontramos con imbéciles, que, como decía Juan Nuño, mi maestro, son más insufribles que los malvados, porque al menos éstos de vez en cuando descansan. Los cretinos, en cambio, nunca le dan tregua a su estulticia.

Picón Salas sostenía que sólo mediante una vigorosa paideia era posible enfrentar las tendencias destructivas de los sectarios y los efectos de su calvinismo de abarrotería que no tiene paz con la miseria. No hay duda de que la educación sigue siendo el mejor camino para combatir los atavismos, pero ¡cuánto cuesta cimentarla y consolidar sus buenos efectos! El lúcido escritor merideño no se cansaba de abogar por la comprensión cabal de Venezuela, pero también por nuestras maneras de relacionarnos. Para él, la cortesía no era una norma de etiqueta. Era una ética. El arreglo de las cosas y la claridad de la sintaxis (son palabras suyas) son indispensables “contra el furor de la vida”.  El lenguaje sumario de los burócratas que no dudan jamás de sus acciones, no es un pequeño detalle de estilo. Es una prueba de lo que hay en el fondo de ese tipo de discurso. Si rebajamos a mera fórmula lo que en realidad es una nítida manifestación de penuria cultural, estaríamos cometiendo el peor error ante la sevicia de los comisarios.

A la hora de analizarlas, muchas veces nos detenemos en lo que creemos el centro de las atrocidades burocráticas y ocluimos la forma en que la mismas fueron perpetradas. Error. En la grosería está la clave del agravio. Allí reside además el mayor peligro para la cultura de los pueblos aquejados por la irrupción de las barbaries. Las sectas de la cosa nostra y de la camorra napolitana, como si hubiese alguna que no lo fuese (las hay también por estos lares) acostumbran preceder sus crímenes con algún convivio, de cuyos platos hablamos en esta página hace cierto tiempo. Otros facciosos con un mínimo de pudor echan mano de la hoja de parra. Sólo los fascismos, expresos o embozados, prescinden por completo del estilo y pasan directamente al estilete. De ellos habló una vez Rosa Luxemburgo, esa sí, una gran dama de la Revolución.

La verdadera decadencia de cualquier proceso político o cultural se anuncia mucho más en la pérdida de las ideas y las formas, que en cualquier otro acto. Los mexicanos tienen una vieja frase con la que podríamos saludar el cinismo de quien toma decisiones "revolucionarias" incumpliendo todas las normas, incluidas las elementales de la cortesía. Esa frase se hace aún más redonda cuando quien comete el desafuero trata de lavarse la cara con esta insólita disculpa: “Se me olvidó llamarte”. Para ese tipo de acciones dolosas la letal frase mexicana viene como anillo al dedo: “Ya ni la amuelan”.  Es en esa omisión donde está la catástrofe.

2 comentarios:

GONGORINO dijo...

Los "revolucionarios" ya han perdido la cortesía (O quizá nunca la hubo). Ya no hay máscaras: ahora ejecutan y se burlan, cínicamente.

Saludos profe. Buena prosa.

Biscuter dijo...

Efectivamente, las formas caídas reveland un fondo siniestro.

Muchas gracias por tu mensaje fraterno y por tu generosa opinión.