lunes, abril 24, 2006

La mesa de Uslar Pietri (I)


Arturo Uslar Pietri

Dentro de tres semanas estaremos celebrando el día exacto del centenario de Arturo Uslar Pietri, una de las figuras más importantes de la cultura venezolana de todos los tiempos. En efecto, el próximo 16 de mayo tendremos la oportunidad de unirnos en un acto de reconocimiento y de alegría por compartir con Arturo Uslar Pietri el mismo país, las mismas angustias y los mismos cielos.

Durante muchos años Uslar fue la voz de una conciencia vigilante, por encima de discrepancias doctrinarias o políticas, pero –y esto es lo valioso- sin dejar de representar una visión ideológica liberal que defendió en todo momento con la eficaz brillantez de su verbo y de su pluma. ¿Por qué pudo haber ocurrido esto en un país tan ganado a la negación total de los contrarios? Pienso que el tiempo fue colocando las cosas en su sitio justo. Así, en las dos últimas décadas de su vida ya era imposible negarle a Arturo Uslar Pietri la solvencia intelectual que no dejó de poseer jamás. Ni el más soberbio de sus adversarios se hubiese atrevido a hacerlo. Pero no bastó con eso. Todos le reconocieron, además, su pasión por Venezuela, que como indica el sentido original del vocablo, comportaba un auténtico sufrimiento por el deterioro moral de nuestra patria. Es ahí, en esa zona de la aflicción ética, donde tirios y troyanos terminamos compartiendo espacios.

Para recordar a Uslar Pietri el Centro de Investigaciones Gastronómicas de la UNEY nos propone ocupar los puestos de otro importantísimo lugar común, quizá el lugar común por excelencia: la mesa. Y lo hace invitándonos a rescatar un texto no tan conocido del ilustre caraqueño: el prólogo al libro Copas y platos de la casa de su primo Alfredo Boulton. En esas páginas Uslar Pietri hace de hedónico maestresala y se muestra devoto de los placeres que proporciona la buena cocina, así como de la mesa habitada por los amigos en gozosa comunión. Uslar va anunciando la llegada del condumio. Elogia a la “graciosa dueña” (Yolanda), que ha hecho largas y reiteradas ausencias en la cocina y vuelve para decir que los mejillones en ajenjo están a punto y que también lo están el pollo al estragón y la “bouillabaise” con imponderables pescados del Caribe. Habla Uslar de emoción estética cuando se refiere a la hora de la “recogida y silenciosa degustación” y termina calificándola de prodigiosa.

Un soneto dedicado a una tortilla hecha por Yolanda de Boulton da cuenta del valor espiritual que Uslar Pietri le asignaba a la cocina. Vamos a compartirlo hoy con los amigos de este blog:

A una tortilla que hizo Yolanda
Tres breves lunas rotas, desleídas
en aros de Bellini y de Tiziano,
besadas por las llamas más dormidas
y movidas al ritmo de tu mano,

hicieron el prodigio de esta hora:
esta tortilla justa, sabia y suma,
que es salamandra viva y cantadora,
nube de oro y sabor y flor de espuma.

¿A qué sabe esta gloria luminosa?
es preguntar por qué la rosa es rosa
y sale porcelana de la arcilla..

Más vale abandonarse a su caliente
prodigio, y olvidar, con hambre ausente,
que una es el mundo y el cielo es otra orilla
.

(Arturo Uslar Pietri. Mompatar, la noche del 31 de marzo de 1956).

Esa fue la entrada. Para el próximo post, el resto del menú uslariano. Salud.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Siento particular admiración por Uslar Pietri, de chiquita soñaba que era mi abuelo y me sentaba en su regazo a conversar sobre las bondades de mi tierra, luego quise fuera el padrino de mi promoción del liceo, finalmente recibir una clase magistral universitaria, nada se me dió...Llore su partida...

A pesar de sueños frustados...sigo pensando que es uno de los mejores hijos que ha dado esta tierra, es por ello que este post me parece de los mejores.

Felicidades.

Biscuter dijo...

Consuelo ¡qué hermoso tu relato!

El abuelo Uslar puede seguir contándole a los niños, a través de tu voz, la historia de Venezuela.

Saludos

Anónimo dijo...

De mi infancia recuerdo dos cosas que me hicieron conocer y admirar a Uslar Pietri: un programa de televisión, donde un señor muy serio, en horario infantil, desplazaba por media hora a las comiquitas y nos contaba a Venezuela. Superada la impresión inicial de ver a un adulto de carne y hueso a esa hora, no podía dejar de asistir a la cita diaria con el hombre que hacía de la historia más que un bulto de fechas y nombres de próceres. Gracias a Cuéntame a Venezuela supe que la historia no era una pesadez escolar, sino algo hermoso, que me hacía entender por qué somos quienes somos.
La otra memoria que tengo es una serie de fascículos llamada Raíces, hermosamente presentados y que discurrían sobre el venezolano y su tierra.
Que maravilloso ser el que podia, sin dejar de lado el rigor histórico, ponerse en sintonía con los niños para decirles que su país es grande y bello, y que ha dado al mundo grandes hombres.
Que su legado perdure y se difunda, es el mejor homenaje que se le puede hacer.
Oswaldo

Tecnorrante dijo...

Que bueno este soneto! Recuerdo que me gustaban los sonetos, de hecho creo que me siguen gustando.

Abrazo desde las islas...