Por la antigua ruta El Tocuyo-Tunja lo primero que viajó fue el ganado tocuyano. Así lo afirma Ermila Troconis de Veracoechea en un importante estudio sobre la vida colonial de la vieja capital de Venezuela (Historia de El Tocuyo colonial, UCV, Caracas, 1977). En sus páginas se da cuenta de una relación mercantil cultivada con esmero y perseverancia por los hombres de la Ciudad Madre, quienes no sólo salieron a fundar nuevas ciudades, sino también a buscar tierras para extender su incipiente ganadería.
Entre 1549 y 1550 varios comerciantes llegaron a El Tocuyo desde Tunja y compraron una gran cantidad de ganado que se llevaron al Nuevo Reino de Granada. Al parecer, esa operación se repitió año tras año, en tiempos de verano, creándose un vínculo donde no sólo se trasladaban reses, sino también otro tipo de bienes, incluidos, desde luego, los bienes inmateriales de la cultura. Las famosas telas “tocuyo” mencionadas por Lugones y Sarmiento cuando hablaron de gauchos, llegaron al sur por esa vía tocuyano-boyacense. Igualmente, por ella pasó nada menos que esa hermosísima mujer nativa de Barquisimeto y aquerenciada en Carora, conocida como Inés de Hinojosa y quien era el demonio en persona, según la leyenda contada por algunas víctimas atribuladas. El poeta Luis Beltrán Guerrero conjeturó que la portentosa casquivana de Nueva Segovia debió ser el verdadero Diablo de Carora, ese que un día vieron pasar por la Toñona. Vampiresa intemporal y señora tentación, la imagen de Inés de Hinojosa fue magistralmente trazada por Germán Arciniegas en América Tierra Firme (Ercilla, Chile, 1937). Allí nos cuenta cómo la colgaron una mañana en la Calle del Arbol, en Tunja, junto a su última conquista. Hará unos diez años, bajo el influjo de una serie televisiva colombiana, la figura de nuestra paisana fatal tuvo los esplendorosos rasgos físicos de la actriz Amparo Grisales.
Podríamos decir que a cambio del ganado, de las telas “tocuyo” y, por supuesto, de Inés de Hinojosa, Tunja nos envió la receta original de un pan que, recreado por nosotros, hoy forma parte del patrimonio gastronómico venezolano: el pan de Tunja. Como se sabe, en Boyacá los españoles sembraron tempranamente trigo y los panes de esa zona pudieron ser los primeros en adquirir prestigio entre los neogranadinos. Ese dato, unido a la documentada ruta El Tocuyo-Tunja, permite que tanto la historiadora Ermila Troconis de Veracoechea como el sabio Francisco Tamayo, ambos tocuyanos, presuman que la fórmula original de nuestro sabroso amasijo haya surgido en la beatífica Tunja.
Francisco Tamayo en su incomparable Léxico popular venezolano (UCV, Caracas, 1977) refiere una receta del pan de Tunja de Humocaro Alto, leída por él en un artículo del yaritagüeño Roberto Mujica, quien dio los ingredientes del sabroso pan de esta manera: "harina de trigo, huevos, azúcar, mantequilla, vino y manteca, con un toque final de agua de azahar y vainilla". Tamayo se quejó de que Mujica hiciera caso omiso de la ascendencia tocuyana del amasijo, pero le reconoció el mérito de exaltar y defender la granjería criolla y le agregó levadura a la lista de ingredientes de Mujica, “pues es indispensable”. Concluyó Tamayo con una advertencia: “En cuanto al vino, hay que ponerle poco porque agua la masa”.
(Un día, en una pequeña bodega de un barrio del este de la ciudad, pude escuchar a un niño que preguntaba “¿hay pan de tunja? No sé si el feliz anacronismo se debía al origen tocuyano de ese barrio, o a los modos particulares de la familia del niño. En todo caso, creo que hay muchas cosas imborrables de nuestro pasado. Aunque no nos hayamos propuesto el rescate o la preservación de algunas fórmulas antiquísimas, sabemos que muchas de ellas tienen la virtud de resistir a solas. Y se nos aparecen a veces como fantasmas).
Entre 1549 y 1550 varios comerciantes llegaron a El Tocuyo desde Tunja y compraron una gran cantidad de ganado que se llevaron al Nuevo Reino de Granada. Al parecer, esa operación se repitió año tras año, en tiempos de verano, creándose un vínculo donde no sólo se trasladaban reses, sino también otro tipo de bienes, incluidos, desde luego, los bienes inmateriales de la cultura. Las famosas telas “tocuyo” mencionadas por Lugones y Sarmiento cuando hablaron de gauchos, llegaron al sur por esa vía tocuyano-boyacense. Igualmente, por ella pasó nada menos que esa hermosísima mujer nativa de Barquisimeto y aquerenciada en Carora, conocida como Inés de Hinojosa y quien era el demonio en persona, según la leyenda contada por algunas víctimas atribuladas. El poeta Luis Beltrán Guerrero conjeturó que la portentosa casquivana de Nueva Segovia debió ser el verdadero Diablo de Carora, ese que un día vieron pasar por la Toñona. Vampiresa intemporal y señora tentación, la imagen de Inés de Hinojosa fue magistralmente trazada por Germán Arciniegas en América Tierra Firme (Ercilla, Chile, 1937). Allí nos cuenta cómo la colgaron una mañana en la Calle del Arbol, en Tunja, junto a su última conquista. Hará unos diez años, bajo el influjo de una serie televisiva colombiana, la figura de nuestra paisana fatal tuvo los esplendorosos rasgos físicos de la actriz Amparo Grisales.
Podríamos decir que a cambio del ganado, de las telas “tocuyo” y, por supuesto, de Inés de Hinojosa, Tunja nos envió la receta original de un pan que, recreado por nosotros, hoy forma parte del patrimonio gastronómico venezolano: el pan de Tunja. Como se sabe, en Boyacá los españoles sembraron tempranamente trigo y los panes de esa zona pudieron ser los primeros en adquirir prestigio entre los neogranadinos. Ese dato, unido a la documentada ruta El Tocuyo-Tunja, permite que tanto la historiadora Ermila Troconis de Veracoechea como el sabio Francisco Tamayo, ambos tocuyanos, presuman que la fórmula original de nuestro sabroso amasijo haya surgido en la beatífica Tunja.
Francisco Tamayo en su incomparable Léxico popular venezolano (UCV, Caracas, 1977) refiere una receta del pan de Tunja de Humocaro Alto, leída por él en un artículo del yaritagüeño Roberto Mujica, quien dio los ingredientes del sabroso pan de esta manera: "harina de trigo, huevos, azúcar, mantequilla, vino y manteca, con un toque final de agua de azahar y vainilla". Tamayo se quejó de que Mujica hiciera caso omiso de la ascendencia tocuyana del amasijo, pero le reconoció el mérito de exaltar y defender la granjería criolla y le agregó levadura a la lista de ingredientes de Mujica, “pues es indispensable”. Concluyó Tamayo con una advertencia: “En cuanto al vino, hay que ponerle poco porque agua la masa”.
(Un día, en una pequeña bodega de un barrio del este de la ciudad, pude escuchar a un niño que preguntaba “¿hay pan de tunja? No sé si el feliz anacronismo se debía al origen tocuyano de ese barrio, o a los modos particulares de la familia del niño. En todo caso, creo que hay muchas cosas imborrables de nuestro pasado. Aunque no nos hayamos propuesto el rescate o la preservación de algunas fórmulas antiquísimas, sabemos que muchas de ellas tienen la virtud de resistir a solas. Y se nos aparecen a veces como fantasmas).
3 comentarios:
De pequeño, muy pequeño, recuerdo que en nuestros frecuentes viajes familiares a Barquisimeto (desde mi amada Barinas), mi papá conseguía pan de tunja pa' que comiéramos de merienda. No sé si aún se consiga... ya me dió hambre.
Aunque en realidad me acuerdo más de Amparo Grisales en la telenovela aquella que del sabor del pan aquel, la mente nos hace esos juegos, jeje.
Un abrazo.
yo quiero que se me apareza el fantasma de Inés de Hinojosa
Justo viajé a Barquisimeto esta semana y me traje 5 paquetes de pan de tunja... es una de las cosas que mas extraño de vivir en Barquisimeto, junto con la acemita y las catalinas, que interesante saber el origen de este pan que tanto me gusta.
Publicar un comentario