lunes, octubre 29, 2007

Taludes derrumbados


Posada en Pueblo Hondo


Por fin conseguí para el taller de “Narrativa venezolana y Gastronomía” la novela Talud derrumbado, de Arturo Croce. Se la había mencionado a una de las alumnas, la profesora Angélica Pulido. Quiere Angélica trabajar una obra ambientada en el Táchira y me pidió que le suministrara algunos títulos posibles. Se me ocurrió esa novela de Croce, por saber tachirense al autor y por tener alguna remota idea del tema abordado en ella. Angélica anotó el nombre y me dijo que la buscaría en San Cristóbal, donde iba a pasar sus vacaciones. Su búsqueda resultó infructuosa. Mientras tanto, otra alumna aventajada, Tahís Sayonara Méndez, después de descartar Doña Bárbara, por no conseguir suficientes referentes gastronómicos en la gran novela de Gallegos, decidió aceptar la sugerencia de su padre, quien le facilitó las memorias de un tachirense llamado Angel Arellano. Me mostró el libro y revisé su prólogo, firmado por Ramón J. Velásquez. Este cita una novela de Arturo Croce cuya acción se desarrolla en el mismo lugar de las memorias de Arellano. El lugar se llama Pueblo Hondo, una aldea que permaneció aislada del mundo antes de que Juan Vicente Gómez construyera la carretera Trasandina. La novela es, por supuesto, Talud derrumbado.

El azar concurrente no se quedó ahí y volvió rápidamente por sus fueros. Ayer, en la librería de Rafael Ramón Castellanos compré la novela en la edición de Biblioteca de Autores Tachirenses. Le pregunté a Castellanos por Croce. Lo cree vivo y a punto de cumplir cien años. “Por lo menos para marzo de este año no había muerto”, me dijo. Revisamos la nota biográfica del ejemplar de Talud Derrumbado que me acababa de vender. Allí se informa que Croce nació en abril de 1907. De estar vivo, ya habría cumplido 100 años. Ni de su probable muerte ni de la rareza de su centenario hemos leído nada Castellanos y yo. Reviso en el DELAL y lo primero que me asombra es que hay una entrada para Croce. Realmente no pensaba conseguirla. El diccionario fue publicado en 1995 cuando Arturo Croce tenía 88 años. Indago en internet y encuentro el dato de que nuestro autor falleció en el 2002. Tenía para ese momento 95 años..

Cuando abrí al azar las páginas de Talud Derrumbado me encontré en pocas líneas abundantes referentes culinarios. Carne de res, de pollo y de pavo, trozos de yuca con carne de cerdo, huevos, tortas de jojoto, arroz, papas hervidas y plátanos cocinados, me reciben en la página deparada por el envite: la página 97. Una casa que huele toda al vapor de la comida es el escenario del opíparo yantar. Mamá Mercedes pregunta si prefieren café o aguamiel, mientras un comensal que desea infructuosamente repetir su porción de yuca (“tan blanca que parecía queso en pedazos”) comprueba que otro tenía su plato rebosante hasta el exceso. En efecto, un personaje llamado Mogotes daba muestras de voracidad ensartando con el tenedor diversos tipos de carne, uno sobre otro, para engullirlos a la vez en un alarde de gula inapropiado. La escena concluye con Armando, el ingeniero, saboreando la palabra “aguamiel” y no sólo el guarapo hervido que ella designa, y da las gracias por el almuerzo.

Atrapado por esa página, inicié la lectura de la novela. En eso estoy. Me encuentro ahora en los años veinte, en plena construcción de la carretera Trasandina, cerca del páramo La Negra, conversando con campesinos “peñaloceros” (“que no es lo mismo que chácharo”), acosados por un destino incierto.


Sigo leyendo y recuerdo algo que leí una vez en un ensayo de Ramón J. Velásquez sobre el noble guerrero tachirense Juan Pablo Peñaloza. Busco el libro para hacer la cita. Acá está: “Hace muchos años, Juan Pablo Peñaloza, preso, destrozado por la hemiplejía, octogenario, doblegado por los grillos, mirando la lejana garita del Castillo, decía a otro prisionero: ´Andrés Eloy, si todos nos unimos llegaremos allá arriba´. Y el poderoso inválido mostraba desde el foso, la alta garita del vigía que era el símbolo de cuanto secuestraba a Venezuela como dentro de una muralla china”.

Sé que no estoy leyendo una novela recomendada por el canon, canon que, por cierto, ni me va ni me viene. Pero sé, además, que el libro de Croce no armoniza del todo con mi gusto actual. Sin embargo, más allá del interés alimentario-académico, siento de repente ganas de perderme en esa niebla y esperar allí, agazapado en la hondonada noroccidental del Páramo La Negra, la llegada de un viajero que varios años después accederá por la carretera que ahora construyen en las páginas de Croce presos de Gómez y campesinos de Pueblo Hondo. Llegará mi padre un día y transitará como suyos todos los parajes tachirenses y sus taludes, en pie o derrumbados. Ya no es sólo la cocina lo que me atrae en la novela. Es la emoción de un cuento familiar y sus leyendas y también la estela dejada por una frase esperanzada: “Pasó Peñaloza. Ahora sí se cae el gobierno”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

QUERIDOS AMIGOS, QUISIERA CONOCER EL E-MAIL DEL AUTOR QUE ESCRIBE "TALUDES DERRUMBADOS" EN DUELOS Y QUEBRANTOS DEL LUNES 29 DE OCTUBRE DE 2007, PARA PODER INTERCAMBIAR ALGUNOS CRITERIOS E INFORMACION

Anónimo dijo...

Me olvide indicar mi dirección:
arturosanjinez@espibolivia.net
saludos

Biscuter dijo...

Sr. Sanjinéz,
es ahora cuando leo su comentario. De todos modos, le indico el correo electrónico:
frecastle@hotmail.com

Saludos y disculpe la tardanza