sábado, abril 19, 2008

Octavio Paz y la cocina


La prosa de Octavio Paz no es sólo la mayor obra de arte ensayística que hasta ahora ha producido la lengua castellana, sino también una prodigiosa confluencia de múltiples saberes. Poesía, poetas, México, historia, política, amor, erotismo, pensamiento, culturas, geografías, arte, ciencia, ciudades, escrituras, religiones, disidencias y contrastes. Nada le fue ajeno a su curiosidad intelectual, ni nada esquivo a la increíble lucidez de su polémico talento. Podríamos afirmar que los cinco puntos cardinales fueron alcanzados por su indeclinable pasión crítica y por la gracia verbal de su mirada inteligente. Después de los ensayos de Octavio Paz resultan inexcusables las vedas reflexivas.

No estuvo ausente de su obra una meditación luminosa acerca de temas gastronómicos. Si bien no les dedicó un libro completo, no dejó de referirse a ellos cuando correspondía, como ocurrió con la espléndida recuperación de sus vislumbres de La India. En esa ocasión sostuvo que la cocina es la manera más segura de acercarse a un pueblo. Distinguió también entre dos estéticas: la que pone en escena una sucesión de platos y aquella que mete todos los guisos sólo en uno. Era imposible que un autor que otorgó desde sus prometedores comienzos un espacio estelar al cuerpo y sus placeres, no se ocupara de la inevitable comida.

Vayamos por un momento a las páginas de su libro El ogro filantrópico y releamos con deleite y asombro un ensayo publicado en el año 1971 bajo el título La mesa y el lecho. Esa relectura nos permitirá comprobar la altísima estimación que Octavio Paz tuvo por la cocina como seña de identidad cultural, así como su perspicacia para ver antes que nadie los peligros de una moda incipiente. A partir de Fourier y su Nuevo Mundo Amoroso, Paz compara a la erótica con la gastronomía (más intensa la primera, más extensa la segunda) y describe con imágenes precisas la desangelada cocina norteamericana tradicional, a la que contrapone el barroquismo y exuberancia de los platos mexicanos. Miedo al placer y a la mezcla en el primer caso y gusto por el choque de sabores en el segundo. En fin, la triste insipidez de alimentos “puros” y congelados contra la sabrosura y riqueza de una ingesta llena de picantes chocolates y dulces o amargos chiles. Paz se vale de esas notables diferencias para confrontar el alma y el carácter de dos pueblos vecinos, pero antípodas. No es allí donde el maestro se adelanta a otros. Allí dice lo que otros ya habían dicho, con el pequeño detalle distintivo de decirlo mucho mejor que todos, llámense como se llamen.

Resulta que para entonces comenzaba a ponerse en boga la que poco después sería llamada “cocina de fusión”, hoy en descrédito por lo menos nominal. El ideal social del melting-pot se fue alojando también en el mundo gastronómico y los parques temáticos de la diversidad cultural dieron sus primeros pasos y sus primeras perversiones. Paz escribió: “Hay además una profusión de libros de cocina y muchos institutos y escuelas de gastronomía. En la televisión los programas sobre el arte culinario son más populares que los religiosos. Las minorías étnicas han contribuido a este universalismo; en muchas familias se conservan las tradiciones culinarias de Odesa, Bilbao, Orvieto o Madrás. Pero el eclecticismo en materia de cocina no es menos nocivo que en filosofía y en moral. Todos esos conocimientos han pervertido a la cocina nativa. Antes, aunque modesta, era honrada; ahora es ostentosa y trapacera. Y lo que es peor: el eclecticismo ha inspirado a muchos guisanderos que han inventado platillos híbridos y otras paragustias (…). No es extraño este fracaso: es más difícil tener una buena cocina que una gran literatura, como lo enseña el ejemplo de Inglaterra”.

Eso lo dijo Octavio Paz hace casi cuarenta años, observando sobre todo lo que acontecía en Norteamérica. Hoy sabemos que la globalización de la banalidad y la persistencia de los eclecticismos impuestos por el mercado le han dado anchura casi inabarcable al blanco de su dardo certero.
P.D: Colgué en Isla de Robinson un poema de Helenita Paz dedicado a su padre. Interesados enlazar aquí: http://isladerobinson.blogspot.com/2008/04/paz-bajo-tu-clara-sombra.html

6 comentarios:

Antonio Gámez dijo...

Biscuter,

Gracias por este post que ha dado Paz a mi Octavio y sabor a mi visión de este hombre de letras...

Un gran abrazo desde mi tierra alta y ventiscosa.

Tecnorrante dijo...

Un aplauso para este blog que despierta de nuevo con todos los bríos.

No se podía esperar menos del gran Paz, que en igual descanse.

Un abrazo.

manuel allue dijo...

Fantástica la cita y estupendo tu comentario sobre fusión y melting pot. Hay veces que piendo que de todo o de casi todo hace por lo menos cuarenta años.

Un abrazo.

Biscuter dijo...

Saludos queridos amigos. Gracias por la fidelidad y por los comentarios.

Y hablando de los cuarenta, ya están llegando exactos los del famoso mayo parisino.

Un abrazo

ángel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ángel dijo...

A diferencia de Alfonso Reyes, una de las facetas, la más desconocida de Paz, es la correspondiente a la cocina. Gracias por esta nota ilustrativa que agradezco leer en tu espacio que hoy redescubro.