Leonardo Ruiz Tirado
"(...) parece que va soñando/ con la sabana en la sien"
Alberto Arvelo Torrealba
También los ríos son caminos. Son, precisamente, los “caminos que andan”, según el límpido decir de Alberto Arvelo Torrealba. Por éstos y por los otros, los de “palma y sol”, pasaron los héroes de nuestra independencia y un poco más tarde, los rebeldes de la Guerra Federal. Pasaron Bolívar y Zamora, quienes ahora forman parte de un imaginario llanero que se expresa bellamente en la música, en la poesía y en el relato oral de las leyendas, las de raíces mágicas y las de orígenes históricos, cuyas tramas se entrecruzan como las cantas y los rejos. Leyendo al autor de Glosas al Cancionero y oyendo la famosa canción de Eladio Tarife, llegué el sábado a Barinas, para compartir con Benito Yrady y el Centro de la Diversidad Cultural, una jornada en homenaje a los cultores del Llano. La lluvia nos acompañó casi toda la mañana y al ver las calles anegadas, recordé los versos donde el ya citado poeta dice que en Puerto Nutrias “a veces están las calles azules” y son como “una guitarra con bordones de agua dulce”.
En virtud de la lluvia, el teatro fue llenándose muy poco a poco y gracias a esa circunstancia pude conocer y hablar un buen rato con Eladio Tarife, llanero de Arismendi, hombre de palabra fácil y de buen humor, quien pocas horas después sentiría una vez más la emoción de oír a todo el público corear su ya indispensable Linda Barinas, nueva seña de identidad de sus paisanos y cálido elogio de la tierra y de sus tardes. También tuve la fortuna de ver al poeta Leonardo Ruiz Tirado, mi amigo de siempre, cuyo formidable libro Leer Llano me acompaña desde hace varios días. En sus páginas encontré el respaldo conceptual para la intervención que hice esa mañana. No se trata sólo de leer a Gallegos y a los Arvelo (a Alfredo, a Enriqueta y a Alberto) o a Humberto Febres, Jesús Enrique Guédez y Enrique Mujica, revisitados todos por Leonardo, sino, sobre todo, de leer el paisaje cultural del Llano y hacerlo, no como “folklore”, sino como materia poética, como mito o como humus de un país que hemos ido banalizando con estereotipos y que requiere con urgencia comprenderse a sí mismo de manera auténtica, abandonando las gríngolas de ciertos métodos académicos adoptados por los espacios hegemónicos del conocimiento para vedarnos buena parte de la realidad. El libro de Leonardo nos invita a ese esfuerzo. El lo dice de este modo: “…la lectura que se vino realizando de nuestro país, de nuestra literatura, de nuestras tradiciones orales, de nuestra espiritualidad, desde esos centros de dominación ideológica y desde hace ya siglos (acentuada y sistematizada con la ´modernización´ del estado venezolano a partir de los pactos políticos post-gomecistas), salvo algunas excepciones, ha sido desafortunadamente contaminada de parcialidades, ocultamientos y mistificaciones”.
La geografía de Venezuela debe ser mirada con otros ojos. Ver sus paisajes como si los estuviésemos contemplando por vez primera, no es imposible. Sé que nuestros poetas nos ayudarán en ese propósito. Uno de ellos, Eladio Tarife, me dijo ayer que si cultivamos el amor por los lugares, nos irá mucho mejor en esta vida. También pueden iluminarnos los cronistas y algunos universitarios como Pedro Cunill Grau, quien, por cierto, acaba de publicar un bello paseo por los paisajes llaneros de Rómulo Gallegos, que comentaremos pronto en este sitio. Hoy basta con Leonardo y su Leer llano, editado por El perro y la rana a finales del 2007. Sus páginas me auxiliaron hace unas horas a salir del trance de hablar de llaneridad ante llaneros. A ellas debo también una nueva y lúcida aproximación a la inmensa poesía de Enriqueta Arvelo Larriva, cuya voz de Barinitas es un regalo universal.
En virtud de la lluvia, el teatro fue llenándose muy poco a poco y gracias a esa circunstancia pude conocer y hablar un buen rato con Eladio Tarife, llanero de Arismendi, hombre de palabra fácil y de buen humor, quien pocas horas después sentiría una vez más la emoción de oír a todo el público corear su ya indispensable Linda Barinas, nueva seña de identidad de sus paisanos y cálido elogio de la tierra y de sus tardes. También tuve la fortuna de ver al poeta Leonardo Ruiz Tirado, mi amigo de siempre, cuyo formidable libro Leer Llano me acompaña desde hace varios días. En sus páginas encontré el respaldo conceptual para la intervención que hice esa mañana. No se trata sólo de leer a Gallegos y a los Arvelo (a Alfredo, a Enriqueta y a Alberto) o a Humberto Febres, Jesús Enrique Guédez y Enrique Mujica, revisitados todos por Leonardo, sino, sobre todo, de leer el paisaje cultural del Llano y hacerlo, no como “folklore”, sino como materia poética, como mito o como humus de un país que hemos ido banalizando con estereotipos y que requiere con urgencia comprenderse a sí mismo de manera auténtica, abandonando las gríngolas de ciertos métodos académicos adoptados por los espacios hegemónicos del conocimiento para vedarnos buena parte de la realidad. El libro de Leonardo nos invita a ese esfuerzo. El lo dice de este modo: “…la lectura que se vino realizando de nuestro país, de nuestra literatura, de nuestras tradiciones orales, de nuestra espiritualidad, desde esos centros de dominación ideológica y desde hace ya siglos (acentuada y sistematizada con la ´modernización´ del estado venezolano a partir de los pactos políticos post-gomecistas), salvo algunas excepciones, ha sido desafortunadamente contaminada de parcialidades, ocultamientos y mistificaciones”.
La geografía de Venezuela debe ser mirada con otros ojos. Ver sus paisajes como si los estuviésemos contemplando por vez primera, no es imposible. Sé que nuestros poetas nos ayudarán en ese propósito. Uno de ellos, Eladio Tarife, me dijo ayer que si cultivamos el amor por los lugares, nos irá mucho mejor en esta vida. También pueden iluminarnos los cronistas y algunos universitarios como Pedro Cunill Grau, quien, por cierto, acaba de publicar un bello paseo por los paisajes llaneros de Rómulo Gallegos, que comentaremos pronto en este sitio. Hoy basta con Leonardo y su Leer llano, editado por El perro y la rana a finales del 2007. Sus páginas me auxiliaron hace unas horas a salir del trance de hablar de llaneridad ante llaneros. A ellas debo también una nueva y lúcida aproximación a la inmensa poesía de Enriqueta Arvelo Larriva, cuya voz de Barinitas es un regalo universal.
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