viernes, noviembre 04, 2016

Cebolla y hojitas de laurel



César Vallejo

Primer poema del día. Lo trae la memoria ante la página en blanco. Es, precisamente, una poética. Con ella, el poeta armoniza, audaz, vanguardia y tradición. Se ríe en el “atasco” y sale airoso con el cuervo a fecundar la cuerva:

Quiero escribir pero me sale espuma
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra habla que no sea suma,
no hay pirámide escrita sin cogollo.

Quiero escribir pero me siento puma;
quiero laurearme pero me encebollo.
No hay tos hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

Vamos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.

Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
vámonos a beber lo ya bebido,                         
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.

Fue Eduardo Milán quien me hizo reparar en el lado culinario de uno de los más inolvidables versos de este magnífico poema de Vallejo. Para Milán se trata de uno de los grandes versos del idioma, en el que se “cifra todo el complejo con una gracia, que sólo Vallejo posee”:

quiero laurearme pero me encebollo

Sí, el poeta que merece el laurel se fue a la cocina para encebollarse y encontrar su alma melancólica en conserva, allí, entre las cosas más entrañables de la vida.  

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