lunes, enero 23, 2006

Fervor de los mercados

El disfrute gastronómico no está limitado a la mesa ni a los comensales. Comienza en el cocinero y mucho antes de llegar al fogón. Es más: pienso que la verdadera erótica de la cocina aflora cuando nos imaginamos lo que queremos comer y vamos al mercado a seleccionar los materiales que nuestros platos requieren. Hablo, desde luego, de quien cocina para sí y para los suyos y de quien realiza esa actividad con libre y pleno deleite.

Todo objeto de deseo activa la imaginación y echa a volar el espíritu creativo que hay en uno. En la cocina también ese objeto es el motor de una poiesis esencial. Basta ver las frutas, las verduras o los pescados, para que nuestros sentidos comiencen a viajar por las huertas, los ríos o los mares y que nuestra visita al mercado se convierta en una aventura inigualable, propiciatoria de recuerdos y asociaciones sensoriales. La literatura nos ha regalado hermosas páginas de esos recorridos maravillosos. Recordemos uno: La Mayorala en El Recurso del Método de Alejo Carpentier, entrando gozosa a una tienda de París que ofrecía mangos y yucas para la suntuosa mesa de su jefe, un dictador latinoamericano, rastacuero y buen diente.

Ir al mercado y dejarse seducir por su ambiente y sus ofertas es realizar uno de los mejores viajes culinarios (o viajes, simplemente) que podamos concebir. Conozco un caso de cerca donde el goce de ese viaje tiene una impronta decisiva.

Cuchi va al mercado y lo recorre. Con su mirada elabora el menú del día. Los alimentos le entran por la vista y es su frescura la que más tarde terminará imponiéndose. Así, una mesa que por la mañana Cuchi se imaginó poblada de pescados o mariscos, albergará al mediodía otra cosa, por ejemplo, un chile con carne y batatas fritas. ¿Que pasó con el pescado. Al ver tantos “fósiles” en la pescadería (Cuchi siempre dice: “esos pescados parecen del pleistoceno”), optó por los dictados del azar concurrente: vio unas estupendas batatas y lo demás lo hizo su memoria...


Hoy me habla fascinada del mercado de Carúpano y me dice: es un mercado barroco, abigarrado, que posee el viejo esplendor de los mercados de pueblo. Mantiene –agrega- la algarabía necesaria para ser un espléndido ambiente de ebullición humana, así como de encuentro vivo con los frutos de la tierra y del mar. Estos se encuentran en atractivo desorden y son de variado tipo, como si una fiesta de las verduras o de los pescados y mariscos se hubiese aclimatado allí con toda su diversidad posible. Como en todo mercado que se respete, encontramos en el de Carúpano una suculenta oferta de comida preparada. Y algo curioso: con los puestos de alimentos conviven numerosas barberías y peluquerías, en una mezcla de oficios donde la territorialización de las especialidades aún no ha llegado, por fortuna. Uno se imagina que de pronto va a salir de alguna tienda del mercado María Rodríguez con su tabaco y su belleza. Todo es posible, según Cuchi, en este encantador mercado de Carúpano.

¿Cómo haremos para recuperar nuestros viejos mercados o para hacer de los nuevos un lugar donde conviva la poesía de la cocina con la honesta función del intercambio? No sé cómo, pero si lográramos una recuperación de los mercados, sé que estaríamos no sólo rescatando un patrimonio, sino ganando espacios para nuestra formación culinaria. Los mercados son el sitio ideal para las primeras clases de todo curso de cocina.

Concluyo con unas palabras de Alain Ducasse, leídas en su “Diccionario del amante de la cocina” y que resumen lo que he tratado de comunicarles hoy:

“Visitar un mercado es la mejor manera de conocer un país, una región, una estación. El mercado es parlanchín; todo está despojado de sofisticación, todo es exuberante y sin fingimiento”.

8 comentarios:

Guy Monod dijo...

Me recuerda la "Oda a un gran atún en el mercado" de Neruda.

Anónimo dijo...

eso es netamente correcto..nada como un mercado ir a comer es un deleite, allí se consigue la verdadera sazon de los platos regionales..

Anónimo dijo...

¡Una oda, por favor, para ese mercado fascinante que es el Mercado de la Boquería, en Barcelona!

Guy Monod dijo...

¡Un hexámetro elegíaco, por favor, para ese restaurant fascinante que es el "Raa", detrás del Mercado de la Boquería, en Barcelona!

Anónimo dijo...

Excelente restaurante. Cocina de mercado, que le decían. En rigor, cocina detrás del Mercado. Pasillo para transeúntes de día. Restaurant Raa de noche.

Elegías de restaurantes y de mercados. Buena idea. Animensé.

Anónimo dijo...

Interesados en construir un nuevo mercado en Carúpano y un teatro moderno, favor dirigirse a "Quemadores de Mercado C.A". Amplia experiencia en quema de mercados viejos. Referencias: solicitarlas en Mérida.

Anónimo dijo...

Muy bueno no he ido al mercado de Carupano ni al restaurante RAA... pero si a los mercados de los Andes es toda una experiencia pasearse por entre agricultores y cocineros de tradicion... saborear un sancocho en mercado es lo maximo.

Muy Buen tema.

ángel dijo...

La poeisis del arte culinario se traduce en cada frase emocionada de tu declaración de amor por la cocina, y por esos sitios en vías de extinción que son los mercados tradicionales que --aún-- conservan el sabor primigenio de la infancia y de la tierra.