Entrecot a la pimienta
Domingo 05-07-09: Llegamos ayer en la mañana, después de un viaje que se inició con una larga espera en Maiquetía y que siguió casi sin turbulencia alguna hasta el aeropuerto Charles de Gaulle. En el cálido domingo parisino apenas tuvimos tiempo de instalarnos en el hotel donde nos había reservado la embajada venezolana (a muy pocas cuadras de la UNESCO) y de almorzar en el amable bistró de enfrente. Nada de descanso, ni de lamentos por la maleta del compañero Luis Peñalver Bermúdez, dejada en Venezuela por Air France y que han prometido traer mañana. Nos esperaba de inmediato la jornada de acreditación en la II Conferencia Mundial de Educación Superior y la sesión inaugural de la misma. Allí, todo en orden, y en orden cartesiano, de paso, incluidos los discursos convencionales, muy de ese tonito “Unión Europea” que se ha impuesto en materia de educación superior por estas tierras. Salvo la intervención de una representante estudiantil francesa, que reivindicó el carácter de bien público de la enseñanza universitaria, el resto fue la monótona retórica del desarrollismo educativo, tal como lo podíamos prever por la lectura que hicimos del proyecto de Declaración Final que circula desde hace algunos días. La gran batalla de la Conferencia se dará, precisamente, en el Comité de Redacción de ese documento. Por fortuna, los venezolanos estaremos allí presentes, con la viceministra Tibisay Hung, a la cabeza, para proclamar valores y responsabilidad social.
Lunes: 06-07-09: Cielo azul, pero sólo para contemplarlo unos segundos. Hoy el trabajo ha sido intenso. Larga sesión mañanera para presentar los temas de las mesas paralelas. Por la tarde y hasta hace pocos minutos, acompañé a la viceministra Hung en la primera reunión del Comité encargado de redactar la Declaración Final. Nos topamos con lo que intuimos como un duro acuerdo previo de Europa-USA para no dejar que se introduzcan modificaciones al papel elaborado por ellos. Dada la mecánica de trabajo escogida, todo parece apuntar que no será fácil hacer valer nuestra propuesta latinoamericana (la del texto de Cartagena de Indias) donde sostenemos que la educación superior es un bien público, social y específico y no una actividad mercantil. Tampoco un espacio corporativo y anacrónico y menos aún, gremial y leguleyo. Allí abogamos por una educación no limitada a conceptos asépticos como el de la calidad, sino por una educación superior pertinente, comprometida con el pueblo. Los poderes fácticos, junto a cierto poder que impera en la UNESCO, pretendieron hoy que en nuestra mesa sólo se hablara inglés. El representante del Congo, que lo habla, amenazó con retirarse si no le permitían usar el francés. Al final, admitieron su uso. ¡Y pensar que la UNESCO celebró el año pasado el año del multilingüismo! Pese a los tropiezos, el equipo venezolano, que también lo conforma Rigoberto Lanz, seguirá batallando, junto a Brasil y Jamaica en el Comité de Redacción y junto a todos los demás países latinoamericanos en las otras mesas de una Conferencia donde se confrontan dos visiones del tema académico: la del mercado y la de los valores humanísticos.
Escribo casi como un corresponsal y no como un diarista. El tiempo apremia. Debo salir a otra reunión de trabajo. Dos de mis compañeros de delegación visitan París por vez primera, pero hasta ahora es como si estuvieran en Caracas o en Cumanacoa. Miento, se sienten felices por el entrecot con papas fritas que se comieron ayer y por la tarte tatin que probaron esta tarde. Y claro, por el sol de verano que se prolonga casi hasta las diez de la noche en una ciudad de luces que nunca se apagan.
Lunes: 06-07-09: Cielo azul, pero sólo para contemplarlo unos segundos. Hoy el trabajo ha sido intenso. Larga sesión mañanera para presentar los temas de las mesas paralelas. Por la tarde y hasta hace pocos minutos, acompañé a la viceministra Hung en la primera reunión del Comité encargado de redactar la Declaración Final. Nos topamos con lo que intuimos como un duro acuerdo previo de Europa-USA para no dejar que se introduzcan modificaciones al papel elaborado por ellos. Dada la mecánica de trabajo escogida, todo parece apuntar que no será fácil hacer valer nuestra propuesta latinoamericana (la del texto de Cartagena de Indias) donde sostenemos que la educación superior es un bien público, social y específico y no una actividad mercantil. Tampoco un espacio corporativo y anacrónico y menos aún, gremial y leguleyo. Allí abogamos por una educación no limitada a conceptos asépticos como el de la calidad, sino por una educación superior pertinente, comprometida con el pueblo. Los poderes fácticos, junto a cierto poder que impera en la UNESCO, pretendieron hoy que en nuestra mesa sólo se hablara inglés. El representante del Congo, que lo habla, amenazó con retirarse si no le permitían usar el francés. Al final, admitieron su uso. ¡Y pensar que la UNESCO celebró el año pasado el año del multilingüismo! Pese a los tropiezos, el equipo venezolano, que también lo conforma Rigoberto Lanz, seguirá batallando, junto a Brasil y Jamaica en el Comité de Redacción y junto a todos los demás países latinoamericanos en las otras mesas de una Conferencia donde se confrontan dos visiones del tema académico: la del mercado y la de los valores humanísticos.
Escribo casi como un corresponsal y no como un diarista. El tiempo apremia. Debo salir a otra reunión de trabajo. Dos de mis compañeros de delegación visitan París por vez primera, pero hasta ahora es como si estuvieran en Caracas o en Cumanacoa. Miento, se sienten felices por el entrecot con papas fritas que se comieron ayer y por la tarte tatin que probaron esta tarde. Y claro, por el sol de verano que se prolonga casi hasta las diez de la noche en una ciudad de luces que nunca se apagan.
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