lunes, agosto 02, 2010

El azar concurrente en una esquina

La escritora brasileña Nélida Piñón



No sé si es la poesía la que se vale del azar concurrente para prolongar sus misterios o si es el azar concurrente el que se vale de la poesía para convertirse en enigma. Ya dirán ustedes que estoy leyendo a Lezama y que por eso hoy di inicio a este artículo invocando un elemento clave de su sistema poético. Así es. He leído en estos días algunas de las páginas en las que el etrusco de La Habana nos sumerge en su remolino de metáforas, volviéndonos añicos las nociones que traíamos. Pero no es esa la razón por la que viene a cuento. En otra oportunidad comentaré esas lecturas asombrosas y sus incidencias en una revista que pronto publicaremos en San Felipe. Ahora sólo quiero compartir la aparición del azar concurrente en una calle de Río.

El hecho ocurrió ayer en una esquina de Leblón. Yo buscaba una tienda de ropa y traía en mis manos la bolsa con los libros que había comprado en la Travessa. Constaté que el centro comercial estaba cerrado y que debía dejar para otro día la visita a la tienda. Me detuve un instante a revisar la bolsa y saqué uno de los libros. Era el de Nélida Pinón, titulado Corazón andariego. Lo abrí y leí la frase inicial de la página 161 en la que la autora recuerda que su madre visitaba la iglesia de Santa Mónica cuando la familia vivía en Leblón. Como estas cosas me suelen ocurrir, no me extrañé de la coincidencia. Seguí caminando hasta llegar a mi hotel para iniciar en forma la lectura de esas memorias de la gran escritora brasileña. Quería encontrarme con su mundo infantil, con sus padres y abuelos gallegos, con sus primeras lecturas y, especialmente, con la cocina de su madre.

Mi interés surgió al leer hace un año una entrevista en la que la autora hablaba de la comida como una aliada de su fantasía y mencionaba con fruición un pollo a la romana y unos insuperables bifes a la milanesa. Pues bien, no sólo me reencontré con esas referencias culinarias, sino que descubrí un libro precioso que es, en realidad, un amable canto a la familia o la recreación poética del íntimo universo de una narradora fascinante. En él están sus casas de Río de Janeiro y el pueblo minero de San Lorenzo, como los más entrañables tesoros de la infancia. Y están sus padres y el abuelo Daniel. Por cierto, muchos años después de ser ella una escritora reconocida, descubrió que “Nélida” era un anagrama del nombre de su abuelo. Este quiso que la llamaran Pilara, como la bisabuela, pero una tía se empeñó en buscarle otro nombre y propuso el de “Nélida”. La tía obtuvo la adhesión del resto de la familia y Daniel se disgustó de por vida. Pasaron muchos años y un día la entrevistó un joven de Minas Gerais, quien le expresó su emoción por la tía que había tenido el acierto de llamarla Nélida, en homenaje a su abuelo. Se produjo así, de súbito, la revelación anagramática del noble sentido de su nombre. Sin duda, los hilos lezamianos del azar concurrente habían hecho su trabajo secreto en la familia.

Curioso por saber dónde se encuentra la iglesia de Santa Mónica que la madre de Nélida Pinón visitaba cuando vivían por estos pagos, indagué ayer mismo en la web y me enteré de que el mencionado templo estuvo ubicado en la esquina de la avenida Ataúlfo de Paiva con la calle José Linhares, justamente en el sitio donde ayer abrí Corazón andariego.

No sé cuántas veces habrá aparecido el azar concurrente en mi paseo de ayer. Sé que también habita esta página.

3 comentarios:

Biscuter dijo...

Hoy fui a la iglesia de Santa Mónica. Entré con mi sobrino Fabricio, quien de niño estudió en el Colegio San Agustín de Ciudad Ojeda, (Estado Zulia, Venezuela). El colegio tenía, por supuesto, su capilla dedicada a Mónica, la santa madre de Agustín de Hipona.

A la Santa Mónica de Leblon se entra por la calle José Linhares, a escasos metros del famoso Bracaranse, un bar emblemático de Río. La iglesia hace esquina con la Ataúlfo de Paiva. Ya no es la misma que visitaba la madre de Nélida Piñón, pero está más o menos en el mismo sitio. Para quienes no conocimos la original, ésta puede resultar bella y amable por dentro, al menos.

Biscuter dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Biscuter dijo...

Fabricio consiguió los dos tomos de un libro que andaba buscando (un libro de música: "Armonía e improvisación", de Almir Chediak), después de una frustrada visita a una dirección donde estaba otra cosa y no había rastro de la escuela de música que se suponía ubicada allí. Resolvimos caminar por esa misma calle (Nuestra Señora de Copacabana) hasta que encontráramos una discotienda que visité hace tres años y encontrar, al menos, un disco para Israel. Le dije entonces a Fabricio: "el azar concurrente" se encargará de conseguir el libro. El sugirió que camináramos por la Avenida Atlántica para pasar por el frente del Copacabana Palace y contemplar la fachada del hotel carioca de las Mil y una Noches. Nos pareció lo mejor y tomamos así la calle Duvivier. No habíamos avanzado mucho cuando el azar concurrente produjo lo anunciado: nos topamos con la mejor librería de música brasileña de Río ("Bossa Nova y compañía"), ubicada en un sitio mítico de la historia musical carioca (Beco das garrafas). "Hay que entrar, aquí está el libro", dije. En efecto, allí Fabricio compró los dos tomos, quejándose sólo del precio que estaba un poquito más alto que el que había visto en internet, pero contento por el hallazgo, por la inesperada dicha de encontrar el libro.

Por supuesto, no desaproveché la ocasión para atribuirle al azar concurrente de Lezama esa fortuna.