miércoles, mayo 09, 2012

Diferencias sobre la razón provinciana




"Yo nací provinciano en los domingos de desigual memoria"
JOSE ANGEL VALENTE

Una elocuente frase de Adriano González León podría hacer inútil este artículo. El autor de País Portátil redondeó un día su idea acerca de los lugares de la escritura, diciendo que "un escritor es un escritor, en Guardatinajas o en París". Podría dejarme llevar por esa atractiva y afilada navaja de Occam que acuñó el trujillano en una entrevista de los años 60 y dar por zanjado el asunto. Pero no. Creo que el tema admite algunas variaciones (o diferencias, en el viejo sentido musical de la palabra), como las que intentaré de seguidas, sin otro afán que el de subrayar ciertos achaques o trastornos.

1. Contaba Javier Marías hace poco, que sus últimas cuatro novelas las escribió parcialmente en Soria, una ciudad recoleta, pequeña y con prosapia literaria, como lo saben los lectores de Bécquer, Machado y Gerardo Diego. Allí Marías encontraba la calma necesaria para la escritura, así como un amable refugio. Contemplar desde una ventana el parque llamado la Dehesa, era para él un regocijo. Pero ahora resulta que Soria ha sido asaltada por los profesionales del ruido y de la juerga y al escritor no le ha quedado más remedio que despedirse de ella, con tanta pena como indignación. Relata Marías que ya Soria no es lo que era, porque desde hace un lustro las fiestas de la calle se fueron volviendo rutinarias. No anunció Marías si ya había escogido un nuevo lugar para su retiro literario o si ahora va a escribir todo en Madrid y dejará de tener, castellanos o no, refugios para su trabajo. Lo cierto es que el autor de Tu rostro mañana prefería para algunos momentos de creación el ambiente de provincia. No se trata de un caso excepcional. Por el contrario, son muchos los escritores que se alejan de las metrópolis para acometer sus proyectos literarios en sitios de sosiego. Concluida la tarea, retornan a la capital donde los espera el ritmo vertiginoso al cual están acostumbrados. Infortunadamente, el ejemplo de una Soria sobresaltada no es excepcional. Ya muchos lugares, antaño silenciosos, han dejado de ofrecer la paz que algunos escritores requieren y desean para su oficio. Así, y aunque parezca "fin de mundo", como decían nuestros abuelos, podría dar lo mismo Caracas que Sanare y hasta sería retocable una vieja frase española, para decir, por ejemplo: "Tanto monta monta tanto, Barquisimeto como San Fernando".

Hace apenas un instante, cuando mencioné un entrañable topónimo larense, por mi mente pasó silbando un viejo título de Escalona Escalona, que espero no se haya convertido en una cruel ironía: Sanare, puramente paraíso. Confío en que Sanare aún sea albergue idóneo, temporal o permanente, de escritores no aturdidos por el rebullicio de cornetas.

2. Podrá decirse de ellas que han sido asediadas por el crimen, que una espantosa estética invadió sus fachadas o que han perdido árboles y sombras y son ahora un campamento a la intemperie que copia lo peor de las ciudades grandes. Todo eso podemos imputarles, pero lo que nadie puede negar es que muchas de esas ciudades pequeñas del interior, siguen siendo enormes infiernos morales, lo que comporta una insuperable ventaja para los escritores que se ocupan de la miseria humana. Son museos in situ de la envidia y de las cayapas que promueven sus pandillas contra todo lo que signifique un peligro para su modorra cultural. Algunas, por más capitales de estado que sean, contienen un campo edénico para la insidia, la ignorancia y la impunidad de los mediocres. Quien ose allí poner en marcha el reloj de El Forastero galleguiano, es echado de inmediato, y si hace alguna oposición cívica, lo acribillan, precisamente, por no ser desaforado. Como se sabe, la Ley de Lynch está vigente en esas taimadas comarcas de la barbarie. No debemos escatimar elogios: son tozudas y efectivas en la preservación de ingratitudes, enconos y arcaísmos. No me quejo. Constato una inmejorable fuente para la literatura de la sordidez ética y de los pesimismos.

Sin embargo, no es ese el único filón que nos deparan tan estupendos criaderos de alacranes. Sus vilezas cotidianas son casi siempre compensadas por maravillas escondidas y por nobles resistencias de la naturaleza, paisaje humano incluido. Así, en algún recodo de pueblos espiritualmente devastados, se enciende de vez en cuando la luz de una memoria. Un lector camina por un parque y va reconociendo al niño que hace mucho tiempo fue. Regresa a la casa y encuentra en Proust un eco de esa vivencia milagrosa. Un joven cronista de su barrio escribe y abre las puertas de su casa a los antiguos dioses vegetales de la aldea, lee a Canetti, se conecta con el mundo, pero ama el suyo, el propio, el que podrá hacerlo un escritor universal por encima de cercanas asperezas.

3. Si algo no se consigue con facilidad en las pequeñas ciudades del interior es ser verdaderamente un solitario. Alguien lo dijo hace muchos años: muchedumbre y soledad se avienen, y Don DeLillo agregó después que en las grandes urbes rige un pacto de intocabilidad. Cada quien a lo suyo, ensimismado, en el metro, en "el ruta", en el auto, en la calle...

El laberinto de la soledad urbana nos invisibiliza, y es probable que en algunos escritores esa realidad de hombre-masa opere como un vigoroso estímulo para la imaginación. Tal vez surja así la Santa María de Juan Carlos Onetti o brote la Aracataca de García Márquez con el nombre de Macondo, en un DF inabarcable. Tanto la primera como la segunda acompañan a sus autores, porque, en definitiva, ellas eran las ciudades míticas (y verdaderas) que llevaban por dentro. Palabra de Cavafis.

4. Escribo estas notas en Barquisimeto, una ciudad donde nacieron en el siglo XX importantes escritores venezolanos que se ausentaron de ella siendo jóvenes. Sin especular acerca de las razones particulares que tuvieron para irse, lo cierto es que su trayectoria literaria la hicieron en Caracas o en el exterior. En un país donde no podía ser fácilmente refutada la afirmación de que "la provincia es monte y culebra", dejar Barquisimeto (o no volver) era casi obligatorio para quien deseaba realizar "carrera literaria". Como se sabe, ésta no es literatura (y con mucha frecuencia nada tiene que ver con ella), pero es una noble ruta de vida cuando se ejerce dignamente y no se anda pensando todo el tiempo en la "nombradía" y el "prestigio". Hoy, por obvias razones de las que esta revista es una evidencia, el interior está dejando de ser desdeñable para esa legítima aspiración curricular.

No estoy seguro de que mis ilustres paisanos no hubieran hecho buena literatura de haber permanecido en la ciudad de las cinco vocales (o de haber retornado a ella). Quizá, sólo habría sido distinta, porque, como bien dijo Adriano, "un escritor es un escritor en Guardatinajas o en París".

(El artículo anterior fue escrito especialmente para la estupenda revista digital BIBLIOMULA. Copio el link correspondiente: http://bibliomula.org/index.php/home/contenido-de-la-edicion/70-diferencias-sobre-la-razon-provinciana.html . La ilustración la he tomado también de BIBLIOMULA, a quienes agradezco me disculpen esta reproducción).

2 comentarios:

Fernando Terreno dijo...

En mi Argentina hacemos una diferencia tácita entre escritores de campo (o mejor del interior) y de ciudad.
Un caso curioso es Abelardo Castillo, uno de nuestros mejores escritores, que lo hace en los dos registros y uno puede dividir claramente su obra en "de pueblo" y "de ciudad".
Una buena cantidad de escritores se ha ido en busca de refugio a las Sierras de Córdoba -Ana María Shúa, Andrés Rivera, Noé Jitrik, Tununa Mercado, María Teresa Andruetto, entre otros- o a la costa -Guillermo Saccomano, Maudicio Kartún-, pero todos siguen haciendo literatura de ciudad.

Muy interesante el artículo y la revista. Y el anterior de Juan Nuño, a quien no conocía, una sorpresa.

Saludos.

Biscuter dijo...

Fernando, muchas gracias, por tu visita y tu comentario estupendo. Mencionasste algunos escritores que aprecio, como Abelardo Castillo, Jitrik, Tununa Mercado, María Teresa Andruetto (de ella leí hace unos meses Lengua Madre). Algo conozco de los otros, menos de Kartún. Lo cierto es que el desplazamiento de los escritores en su propio paìs puede ser un interesante tema literario.

Juan Nuño, por cierto, tiene un excelente libro sobre la filosofía en Borges.

Un abrazo,

Freddy