Macedonio Fernández
Tres vueltas al parque y una página del Museo
de la Novela de la Eterna. Macedonio, con una rotunda frase, acaba de
informarnos la salida de uno de sus personajes más entrañables: “Nicolasa se
va”.
Sí. Se va la robusta cocinera que había aceptado
participar en la historia, con una sola condición: que se le permitiera
abandonar por momentos la novela, para ver si no se le derramaba un dulce de
zapallo que había dejado en el tercer hervor, para verificar la cocción de cualquiera
de sus preparaciones o hacer la rectificación de sal que ellas requieren. El
autor, que amablemente había consentido en esa exigencia culinaria, no pudo
manejar las ausencias de Nicolasa, y ahora, muy a su pesar, tiene que
prescindir de ella. No está de más agregar que le ha endosado a Dios la culpa
del sacrificio, por el funesto error de prohibir la ubicuidad.
Antes de despedir definitivamente a Nicolasa
Moreno de la novela, Macedonio Fernández refiere el aroma suntuoso de sus
empanadas, así como la frase que ella le dijo a otro personaje en el momento
fatal de su salida:
“…usted,
que es hombre de buen apetito, se figurará qué podrá resultar de una novela sin
cocinera: una novela de ayunadores”.
Refiere Macedonio que Nicolasa inventó una
unidad de medida gastronómica: “la empanada y media”. La misma tuvo tanto éxito
que llegó a ser moneda de curso local y con frecuencia se le mencionaba en los
contratos mercantiles de este modo: “Contra reembolso en dinero o empanadas y
media”.
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Pienso que Macedonio Fernández es el padre y el
abuelo de todas las osadías narrativas que conocemos. Con razón dijo el Turco
Saer: El Museo de la Novela de la Eterna vuelve anticipadamente anacrónicos
aun a sus herederos (entre lo que me atrevo a contarme)”.
El maravilloso libro de Macedonio puede abrirse
por cualquier página y siempre encontraremos una genialidad citable y fecunda.
Hagan la prueba. Yo la hice hoy.
P.D: A
falta de Nicolasa, rememoro el sabor de las prodigiosas empanadas de La Paceña,
en Belgrano, conocidas por mí gracias a Eduardo y Luisana, grandes
frecuentadores de ese sitio.
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