Una dijo palabras al rescoldo, y la otra,
domésticas plegarias. Así compusieron Mujeres, artes y oficios, el hermoso
libro de la casa por dentro que hace poco publicó Comunicarte, en Córdoba,
Argentina, y que ahora leo, no solo con enorme gusto, sino también con apetito.
Una se llama María Teresa Andruetto. La otra, Silvia Barei. A la primera la
conocía por una novela estupenda, “Lengua madre” (Mondadori, 2010). A la
segunda, gratamente la descubro ahora.
Son dos libros que dialogan en uno. Mejor dicho,
dos casas que se acercan para oírse. En una, todo se hace en la cocina. En la
otra, se preparan milanesas y se lee. En ambas, cercanas al fuego, las palabras
se mantienen vivas, recuerdan la receta o la reiventan y acompañan el antiguo
rito de aproximarse a Dios en las hornillas.
María Teresa (“la Tere”, como oí que la llamaba
Silvia) expresa en estos versos su liturgia:
Extiende
un manto inmaculado
sobre la tabla.
Eres
una vestal que coloca
en el retablo
los elementos sagrados.
Un corazón de miga.
Unos platos de terracota.
Un vino grana.
Una vestal que elabora
hostias profanas
y en la mitad de los días
da comunión a la casa
(Celebración)
Silvia, dice las cosas como son. Además, las
pierde y las consigue y las vuelve a perder y las consigue. Y así:
Dicen que
el mundo está lleno de cosas
independientes
de nosotros.
Ellas
están allá afuera
y se
encargan de aparecer y desaparecer
de
nuestras vidas
con toda
premeditación
como
duendes menores que se creen acaso
imprescindibles.
La tapa de
la azucarera,
las
llaves, los anteojos,
el salero,
el peine y la billetera.
La pinza,
el martillo,
el hilo
azul del costurero,
el libro
de Emile Cioran,
los crucigramas,
el anillo que más quiero.
La
invitación al festejo, la lapicera,
la pintura
de uñas, el pañuelo bordado,
el
abrelatas, las tijeras, el paraguas,
el diario
y hasta el poema empezado.
Y es
inútil batallar con ellas:
las cosas
se van con trucos formales
que nos
desconciertan.
Y vuelven
el día en que nadie las espera
como el
instante de la lluvia antes de caer
como la
fotografía
que trae
el ausente
/lucha
interior con el habitante que no sé dominar/
cosas
que
creíamos ya
perdidas
para siempre
(Las cosas
como son)
--
El libro que es dos libros, también es para mí
un tercero. Como quedó semiescondido en una de las líneas iniciales de esta
nota, leyéndolo, recordé La casa por dentro, de nuestra Luz
Machado. Para invitarlo al diálogo, ahora lo busco y no lo encuentro. Razón
tiene Silvia Barei: las cosas –libros, sobre todo- son duendes que se esconden y
vuelven un dia de repente.
--
Para el postre de hoy, María Teresa Andruetto
escribió su arte poética:
Batir un
manojo de claras
hasta que
se vuelvan nieve.
Esparcirle
el azúcar
como una
lluvia tenue.
Después
disolver
el chocolate
en manteca
y echar
esa lava
caliente
a la
espuma que crece.
Perfumar
con oporto
o con otra
bebida fuerte
y sentarse
a esperar
que el
amor,
ese Dios
implacable,
te
castigue
o te
premie.
(Espuma de chocolate)
--
El libro, además, está bellamente ilustrado por
seis artistas, todas mujeres. Lo contemplo, mientras percibo, como decía Lezama
en su famoso poema de la casa, “las aromosas costumbres del café”.
Hoy habrá tallarines al pesto.
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