Es una lástima que en el Borges de Bioy Casares, ese
diario monumental cuyas entradas comienzan casi siempre con la expresión “Come
en casa Borges”, no se nos diga nunca qué comen. Los lectores hemos tenido que
conformarnos con algunos testimonios aislados, que confirman lo que suponemos:
Borges era frugal y de sencillos gustos culinarios, muy lejano al banquete barroco
de Lezama o a la voracidad de un poeta
chileno que utilizaba dos cucharas para los potajes. Hoy, en una entrada de Cuadenos
de vivir y de pensar, de Carlos Mastronardi, encontré otro de los pocos
platos favoritos de Borges. Así, a su muy conocida predilección por el arroz
con manteca y queso, el choclo, las empanadas de carne, el pollo asado y los
ñoquis, puedo ahora añadir unas croquetas. Sobre ellas su amigo
nos informa de este modo:
“Si bien nada tiene de gourmet, Borges gusta de las croquetas de espinaca. Reiteradas
veces pidió a su cocinera que preparara ese plato, pero la morosa mujer dijo
que era difícil obtener espinaca. El peticionante comentó poco después: ‘No es
ésa la causa. Ocurre que ya no se usan. Lo mismo sucede con los trajes del
siglo pasado’.”
La anotación de Mastronardi, como casi todas las
de su estupendo diario, no se quedó en el dato inicial (en este caso,
gastronómico). Añadió esta delicia que degusto como postre:
“El mismo día de las croquetas imposibles,
cierto famoso pintor le pidió un escrito –para prologar su catálogo de obras- a
cambio de una fuerte retribución en dinero. Apabullado por la oferta, Borges le
sugirió con timidez a su madre: ‘¿No podrías pedirle una rebaja? Quiere pagarme
demasiado’ (Tema: croquetas y honorarios)”.
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Otrosí: celebro el detalle final del diarista
con el tema entre paréntesis y me lo copio para titular esta nota con retoque.
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