Seis de la mañana. Cielo despejado y San
Esteban. Con lo que sobró de Navidad, los catalanes harán canelones. A esa
costumbre alude Toto de Lima en una nota dedicada a Alejo Carpentier, quien hoy
está de cumpleaños.
Refiere el inventor de la Delmara (pomada De Lima Lara), que, en lugar de canelones,
Carpentier celebraba su cumpleaños, bien temprano, con un plato sopero de avena
hervida, mientras miraba minuciosamente el envase del Cuáquero, por si acaso
necesitaba decribirlo en una próxima novela. Con una cuchara de postre en la
mano, como un personaje suyo de El acoso, Carpentier no perdía
detalles de la vieja imagen.
En realidad, creo que era a Toto a quien le
gustaba desayunarse con avena y referir aquel pasaje de El arpa y la sombra, en el
que Cristóbal Colón comprueba, un 26 de diciembre, día de San Esteban, que en la
relación enviada a Sus Altezas sólo ha mencionado catorce veces al Todopoderoso
y más de doscientas al oro, su botín inalcanzado. Y que ese día, además, en
lugar de pensar en la muerte de San Esteban, “primer mártir de la religión cuya
cruz se ostenta en nuestras velas”, ha escrito en doce ocasiones la palabra
“oro”. ¡Hábrase visto!
Decía Toto que a Carpentier debió ocurrísele su
novela El arpa y la sombra, por una imagen que nunca olvidó: la del
monumento a Colón, visto un día de San Esteban desde un balcón “picassiano” de
las Ramblas. Lo decía, mientras le rogaba a Amable (su esposa y excelsa
cocinera), que le preparara canelones para el almuerzo, su verdadero reino de este mundo.
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