Seis de la mañana. Cielo arrumazado y Jünger,
para quien el diario era como una plegaria cotidiana y que, en parte, la
sustituía. A lo largo de su vida (más de cien años) fue tejiendo una obra en la
que la escritura diarística fue fundamental. Así lo revela el destacado lugar
que hoy ocupa entres sus lectores y la estimación que él mismo le otorgó.
Surgidos en tiempos sombríos y hostiles, como muchos grandes libros del siglo
XX, los diarios de Ernst Jünger son, además, de arte literario, testimonio
iluminado de una época.
El 21 de mayo de 1965, en Wilflingen, cerca de
la Selva Negra, Jünger, que no sólo tenía tiempo para los jardines, describe así
un cuadro:
“… Joachim
Uytewael: Cocina (1605). En el primer plano, un cocinero trocea un pescado, una
cocinera que ensarta volátiles, un perro, un gato, un niño que come golosinas.
Junto al fuego, una criada está rechazando a un atrevido indiviuo que quiere
meterle la mano bajo las faldas. Aquel sujeto mira con ojos lascivos e
inquietos hacia la cocinera. Si se tienen en cuenta el lugar y la hora, eljuego
de las manos que agarran y de las manos que rechazan va muy adelantado; se
explica, sin embargo, por la borrachera del hombre.
En
paredes, mesa sy suelo, utensilios de cocina, ollas, caza, pescado, hortalizas,
enormes trozos de carne. La cocina se abre por una estrecha puerta a un salón
donde hay gente jugando a las cartas, y por un amplio arco a una plaza
magnífica. Edificios, estatuas, muchedumbre popular. El Universo se concentra,
cada vez más coloreado, en un bodegón.
Un cuadro
que atrae a primera vista por la fuerza de los contrastes y por su vitalidad,
pero que, a la larga, uno no soportaría cerca de sí mientras come. Tales obras
tienen su sitio propio más bien en salones donde cada día deleitan a nuevos
huéspedes”.
Como le
ocurrió también con unas bañistas de Seurat, Jünger, experto en lo que él
llamaba “caza sutil”, sin duda, tuvo ante este cuadro de Uytewae, buen ojo para los
detalles.
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