domingo, julio 10, 2016

Almas en mesa



Un plato de Quentin Bell, sobrino de Virginia Woolf

 
y la vajilla heredada de mi pasado matrimonio”
Yolanda Pantin

El poeta no recordó el menú de esa ocasión, ni el color del mantel. Aparte del vestido almidonado y de luto de la tía, recordó, nítido, un sonido: el de la vajilla sobre la mesa espléndida. Su tintineo.  

Era la hora de comer y la penumbra quieta del refectorio ayudaba al entresueño.

Ella le escribe al sabio Alvarado y le dice que, recién llegada de la hacienda, donde pasó una temporada larga, está ahora, “de rodillas ante una gran caja de madera”, ocupada en “desenterrar de la paja y los papeles viejos mi vajilla de loza blanca cifrada en azul”. Al terminar la extensa carta, le dice a don Lisandro: 

“…vuelvo a mi vajilla… Voy a revisar una tras otra en el armario de la loza las largas hileras de platos, a fin de comprobar si alguno ha sido roto por los vaivenes del viaje y apresurarme así a reemplazarlo cuanto antes” 

(El poeta es López Velarde, en homenaje a su prima Águeda. Y ella es Teresa de la Parra. No. Corrijo. Ella es María Eugenia Alonso, la de “Ifigenia”).

No hay comentarios.: