Un festín en palabras
Lo conocí por Juan Nuño, traductor de su delicioso ¿Para qué filósofos?, una requisitoria letal y divertida de todas las echonerías filosóficas que en el mundo han sido. Con ese primer libro Revel no dejó títere académico con gorra dentro de la filosofía practicada por los profesores universitarios. En sus páginas se burló de lo lindo –y con razones contundentes- de los pesados epígonos de Heidegger, y de Heidegger mismo, por supuesto. Allí Revel se adelantó a todas las crueles chacotas que muchísimos años después despertaría clamorosamente el señor Lacan, para vergüenza de uno que otro de sus seguidores, ya que el resto no se ha enterado aún de la recepción que en ciertos círculos generó su "maestro”. No en balde fue Juan Nuño el introductor de Revel en Venezuela. Corría el año 62. Había pasado un lustro de la primera edición francesa.
Porque me agradan los escritores que saben elevar el libelo a indiscutible categoría literaria, la filosa pluma del marsellés despertó desde entonces mi admiración, a pesar de las diferencias conceptuales que siempre encuentro cuando releo sus libros de tema político o ideológico. Así, no olvido nunca el también incordiante título Ni Marx, ni Jesús, otra joya de la irreverencia, de quien comenzó su carrera literaria cambiando su apellido Ricard por el de un chef del distrito uno de París, propietario del restaurante Chez Revel.
Dentro de la bibliografía de Revel hay un título fascinante que yo no dudaría en calificar de obra maestra. Me refiero a Un festín en palabras, el ejemplar libro gastronómico del escritor fallecido el pasado 30 de abril. Nadie ha escrito con tanta cultura y gracia sobre la historia de la sensibilidad culinaria desde la antigüedad hasta nuestros días como lo hizo Revel en ese libro tan inteligente, tan informado y tan crítico. De la mano de la mejor literatura, sus páginas nos regalan un gozoso recorrido por los momentos más importantes de la gastronomía de Occidente, así como fecundas apostillas y observaciones propias de un espíritu reflexivo que no se limita al elogio de la mesa. Revel hizo en ese libro la historia del apetito, de las costumbres y del gusto sin el fastidioso aparato de los científicos sociales, sino con la sabiduría selectiva del buen comensal y el estético hedonismo de quien aprecia tanto los platos como la buena retórica que los designa. Yo recomendaría a todos los estudiosos del tema un paseo por este libro suculento para reafirmar la fe en la buena literatura gastronómica y olvidar la desangelada prosa de algunos "académicos" de la alimentación, muy bien intencionados, pero carentes de gracia a la hora de escribir (y de cocinar) sabroso.
También recomiendo el libro de Ravel para seguir curándonos de la deconstrucción culinaria, pobrecita ella, que no sabe aún que tiene los días contados como pasa con todas las modas. En Un festín en palabras encontramos una hermosa aproximación a la cocina honesta, esa que no se esconde jamás en “originalidades” o “innovaciones” piratas y que reivindica con orgullo su procedencia campesina, su conexión con la receta tradicional, sin dejar de renovar o de enriquecer al paso del tiempo todo lo que toca, nunca lo que trastoca.
Concluyo con una cita de Revel que aspiro sea del agrado de los amantes del saber culinario, así como efectivo revulsivo para los cultores de la apariencia y de la pedantería gastronómicas:
“Lo difícil es reencontrar, detrás del aparato verbal de las cocinas de artificio, la cocina popular anónima, campesina o `burguesa`, que exige su punto y sus pequeños secretos, que evoluciona lenta y silenciosamente y donde no hay un inventor particular. Es esta cocina media, el arte gastronómico de las `profundidades`, la que explica que en unos países, se `coma bien` y, en otros, se `coma mal`”.
P.D: Acabo de percatarme de que este post es el número 100. Celebraré oyendo a Sabina, con quien comparto la opinión de que valen más cien pájaros volando que uno en mano.
3 comentarios:
Que curiosa es nuestra blogosphere. De los exageradamente muy pocos blogs que estuvieron de duelo y quebranto por el amigo Jean, está éste.
Cordial saludo.
Gracias, amigo. Un saludo para ti.
Hoy, en El Nacional, en una misma página, Mario Vargas Llosa y Alberto Soria hablan de Revel. Merecido.
Un abrazo a este blog
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