lunes, marzo 30, 2009

Cocina, mesa y poesía

La cocina de los ángeles. Murillo

El sabor de las legumbres. El poeta comprende ahora la vida a través de los sabores. Mientras leía versos de Guillén y pensaba en el esplendor del mediodía, esperó paciente la cocción. Había escuchado el amoroso ruido de las ollas y aspirado el olor de las legumbres. Llegó el momento y se sentó a la mesa con los suyos. Pensó en el agua espesándose por los granos y en éstos, absorbiendo una parte del líquido. Cocinó en su mente y se le vino a la memoria un octosílabo que acababa de leer: “la integridad del planeta”. Se llevó la cuchara a la boca y se dijo que era posible que en ese instante muchas personas estuvieran comiendo lo mismo. Algo maravilloso le estaba pasando: en “el silencio machacado”, en el cotidiano ritual de los almuerzos, el poeta entendía que la vida y la belleza del mundo se comparten a la misma hora. Saboreó con inviolable gusto las legumbres. Después, la tarde toda se volvió un poema de Antonio Gamoneda, que así se llama el amable escritor de esta viñeta.

Ajiaco. En la prodigiosa isla del Caribe que nombramos Cuba cuentan que un duende sibarítico (¿un poeta?) quiso alegrar una vez a los dioses tropicales con el plato más sabroso que imaginarse pueda. Se entregó, entonces, a la memoria de la tierra y con la imaginación de un cocinero mítico, sumió en una inmensa cacerola agua y zumo de naranjas agrias, tasajo, yuca de cristal, iridiscentes ñames, plátanos verdes y maduros, calabazas, boniatos, malangas y maíz. “Puso a hervir los jugos del cubano paisaje” y convocó a las hadas y a los hados para que danzaran gozosos alrededor de la olla, mientras él rectificaba el sofrito. El duende recibió al final el premio indiscutible de la gula. Lo cuenta así, medio en broma, medio en serio, el poeta Manuel Díaz Martínez, quien concluye de este modo su noticia culinaria: “Y es así que le debemos a aquel duende-poeta,/ más que Píndaro ya por su receta,/ el hechizo que compite con el del tabaco/ y el perfume que compite con el de la piña:/ la ambrosía de nuestra olímpica campiña:/ el ajiaco”.

Ars coquinaria. La poeta se llama Ida Vitale y en un breve poema cocina su intensa mudez y su lúcida palabra, como caras de la misma moneda. Metáfora y sapiencia. Aderezo verbal, alquimia y gusto. Ida y Venida escribe su arte poética infinita: “En la tarde doblada sobre su fuego,/ manejar el silencio, manjar raro,/ recobrar sus sabores/ para seguir imaginando frutos,/ los jugos que reviven la memoria.// Con el atardecer vertiginoso,/ fugaz fuego de piñas,/ salado corazón de Durandarte,/ el habla,/ para la sazón de lo cierto”. Nada más, que así es la rosa.

La dignidad de la cocina. El oráculo mexicano se encuentra el 3 de enero de 1966 en Nueva Delhi. Le escribe a un amigo, el escritor Tomás Segovia. Le habla con fervor de la cocina como de un alto oficio poético y religioso. Había estado leyendo poco antes a Lévi-Strauss y sentía la necesidad de referirse a la “edad de oro” como la época en que “la cocina y la cerámica, precisamente por ser actividades en relación directa con la alimentación, eran también un arte y un rito”. El poeta mexicano siente el olor de la sopa humeante y contempla la mesa puesta en su santo lugar. Ve de nuevo las pecosas peras encontradas en la cesta verbal de Villaurrutia, siente un llamado antiguo hacia los días primordiales del fuego casero y escribe: “Los quehaceres domésticos poseen –mejor dicho: poseían, ya que tienden a desaparecer- una dignidad que no tienen la política, el trabajo productivo y las actividades culturales”. Los oficios de nuestras abuelas y tías, dice, son una mediación entre el hombre y las sustancias del mundo. De allí su realidad y su realeza. El oráculo concluye la carta al poeta Segovia afirmando que no son lo mismo la cocina y la gastronomía y añade con humor: “Los ángeles de Murillo no son chefs”. Le da un abrazo y firma con nitidez: “Octavio”.

2 comentarios:

Fernando Terreno dijo...

Biscuter:
De nuevo molestando, esta vez lo haré aquí para no mezclar demasiado los tantos. Olvidé pasarle este link, con una nota sobre Jorge Dobalo, el cantor del que le envié algunos temas hace un tiempo.
Alli puede escuchar un lindo valsecito.
Que lo disfrute.
Cordialmente
Fernando Terreno

http://www.todotango.com/spanish/creadores/voces_bio.asp?id=3203

Biscuter dijo...

Gracias, Fernando. Esa versión de Jorge Dobalo es formidable.

Un abrazo