Rafael Cadenas
Los comedores de serpientes no se sacian. Comen con la voracidad que les otorga su indómito deseo. Devoran con deleite carne de víbora en salsa agridulce y beben vino de serpiente para aliviar los dolores de espalda. Aman el estofado de cobra y tienen especial predilección por su vesícula biliar, que, según dicen, potencia la virilidad. Sus interdictos religiosos en materia de ingestas no abarcan crótalos ni a ningún bicho que se arrastre. Es tal la demanda de serpientes en esas tierras que algunas especies de apetitosas cuaimas están a punto de extinguirse. Eso leí en una nota de prensa, probablemente exagerada, que da cuenta de las prácticas gastronómicas de Vietnam y de China. Recordé el clamoroso inicio de un legendario poema de Rafael Cadenas y fui a la biblioteca por sus libros, para celebrar, leyéndolo, el importante premio que acaba de otorgársele en México. Me olvidé de la nota culinaria de Indochina y leí de nuevo en voz alta: “Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor”…
Busqué en Obra entera (F.C.E, México, 2000) varias páginas que me son entrañables, pero no me detuve en ninguna de ellas. Esta vez me atraparon las Anotaciones. En sus límpidas y sencillas líneas, Rafael Cadenas reflexiona sobre la poesía y sobre el poeta de nuestro tiempo con una profundidad que ya quisieran para sí algunos tratadistas de éticas y estéticas, duchos en “filosofar” desde sus atavíos racionales y sistémicos. Invito a los lectores a acudir a esas páginas sabias que no sólo iluminan cualquier aproximación a la obra poética del autor, sino que también pueden ayudarnos a afrontar la misteriosa realidad que habitamos. Rafael Cadenas comparte en ellas su temple, su modo de estar en el mundo y de aceptarlo como enigma. Anotaciones es una amable confluencia de poesía y pensamiento, sin pretender ser ni una cosa ni otra. Corrijo. Es una armoniosa convocatoria a deslastranos de cierta “poesía”, de cierto “pensamiento”. El hilo que conduce su escritura fragmentaria es producto de una vivencia (tal vez de unas “videncias”), no de un análisis “riguroso”. Hay lecturas, desde luego, pero lecturas que son diálogos. Uno de ellos, muy frecuente en Cadenas, con su querido Rilke. La poesía como presencia, como lento hacer, “paso a paso, desde una escasez” es una explícita enseñanza rilkeana que nuestro autor “anota” para tranquilizarse y tranquilizarnos.
Rafael Cadenas no está por encima del bien y del mal. Por eso no nos “dicta” sus convicciones ni habla desde la cátedra. Nos permite, simplemente, compartir sus preguntas y acompañar nuestras inseguridades comunes. Hoy, leyendo Anotaciones, siento que su lucidez nos ampara de algún modo, aunque jamás haya sido ese el propósito de su autor. Así, uno se anima cuando lee, por ejemplo, estas palabras: “La indigencia del mundo es tal que a cualquiera que ame las letras hay que darle la mano. Es un militante del partido más necesario que existe”.
Alejado de amiguismos, el poeta Rafael Cadenas también está curado de enemistades gratuitas. En Anotaciones escribió estas punzantes frases que presiden la página web de la UNEY desde hace varios meses y que no me voy a privar de transcribir:
“Quien nos ataca generalmente sólo tiene una idea de nosotros y contra ella endereza sus acometidas. Jamás se nos acercó para saber cómo éramos porque ya un encono lo impedía. Todo ha sido previo, a pesar del racionalismo que pueda ostentar el agresor, pues el racionalismo es muy inconsciente de su racionalidad. De ahí que la realidad que somos salga siempre ilesa”.
En un país como el nuestro de hoy en día, tan lleno de diatribas, no es extraño que la envidia o la intolerancia intenten invisibilizar la importancia que tiene toda la obra de Rafael Cadenas, así como la felicidad que le produce a sus lectores de siempre el importante premio mexicano que ha obtenido. Que se autocensuren otros. Yo celebro a Rafael Cadenas a la vista de todos.
Los comedores de serpientes no se sacian. Comen con la voracidad que les otorga su indómito deseo. Devoran con deleite carne de víbora en salsa agridulce y beben vino de serpiente para aliviar los dolores de espalda. Aman el estofado de cobra y tienen especial predilección por su vesícula biliar, que, según dicen, potencia la virilidad. Sus interdictos religiosos en materia de ingestas no abarcan crótalos ni a ningún bicho que se arrastre. Es tal la demanda de serpientes en esas tierras que algunas especies de apetitosas cuaimas están a punto de extinguirse. Eso leí en una nota de prensa, probablemente exagerada, que da cuenta de las prácticas gastronómicas de Vietnam y de China. Recordé el clamoroso inicio de un legendario poema de Rafael Cadenas y fui a la biblioteca por sus libros, para celebrar, leyéndolo, el importante premio que acaba de otorgársele en México. Me olvidé de la nota culinaria de Indochina y leí de nuevo en voz alta: “Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor”…
Busqué en Obra entera (F.C.E, México, 2000) varias páginas que me son entrañables, pero no me detuve en ninguna de ellas. Esta vez me atraparon las Anotaciones. En sus límpidas y sencillas líneas, Rafael Cadenas reflexiona sobre la poesía y sobre el poeta de nuestro tiempo con una profundidad que ya quisieran para sí algunos tratadistas de éticas y estéticas, duchos en “filosofar” desde sus atavíos racionales y sistémicos. Invito a los lectores a acudir a esas páginas sabias que no sólo iluminan cualquier aproximación a la obra poética del autor, sino que también pueden ayudarnos a afrontar la misteriosa realidad que habitamos. Rafael Cadenas comparte en ellas su temple, su modo de estar en el mundo y de aceptarlo como enigma. Anotaciones es una amable confluencia de poesía y pensamiento, sin pretender ser ni una cosa ni otra. Corrijo. Es una armoniosa convocatoria a deslastranos de cierta “poesía”, de cierto “pensamiento”. El hilo que conduce su escritura fragmentaria es producto de una vivencia (tal vez de unas “videncias”), no de un análisis “riguroso”. Hay lecturas, desde luego, pero lecturas que son diálogos. Uno de ellos, muy frecuente en Cadenas, con su querido Rilke. La poesía como presencia, como lento hacer, “paso a paso, desde una escasez” es una explícita enseñanza rilkeana que nuestro autor “anota” para tranquilizarse y tranquilizarnos.
Rafael Cadenas no está por encima del bien y del mal. Por eso no nos “dicta” sus convicciones ni habla desde la cátedra. Nos permite, simplemente, compartir sus preguntas y acompañar nuestras inseguridades comunes. Hoy, leyendo Anotaciones, siento que su lucidez nos ampara de algún modo, aunque jamás haya sido ese el propósito de su autor. Así, uno se anima cuando lee, por ejemplo, estas palabras: “La indigencia del mundo es tal que a cualquiera que ame las letras hay que darle la mano. Es un militante del partido más necesario que existe”.
Alejado de amiguismos, el poeta Rafael Cadenas también está curado de enemistades gratuitas. En Anotaciones escribió estas punzantes frases que presiden la página web de la UNEY desde hace varios meses y que no me voy a privar de transcribir:
“Quien nos ataca generalmente sólo tiene una idea de nosotros y contra ella endereza sus acometidas. Jamás se nos acercó para saber cómo éramos porque ya un encono lo impedía. Todo ha sido previo, a pesar del racionalismo que pueda ostentar el agresor, pues el racionalismo es muy inconsciente de su racionalidad. De ahí que la realidad que somos salga siempre ilesa”.
En un país como el nuestro de hoy en día, tan lleno de diatribas, no es extraño que la envidia o la intolerancia intenten invisibilizar la importancia que tiene toda la obra de Rafael Cadenas, así como la felicidad que le produce a sus lectores de siempre el importante premio mexicano que ha obtenido. Que se autocensuren otros. Yo celebro a Rafael Cadenas a la vista de todos.
1 comentario:
Bravo Biscuter!
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