Ulises y las sirenas. Detalle. Vaso griego. British Museum
En el prólogo a El
canto de las sirenas (un precioso volumen dedicado a la música), Eugenio
Trías no se atrevió, en principio, a llamar ensayos los textos que integran
esa obra extraordinaria. Una vez alguien me pidió que le recomendara una novela
y yo le sugerí que leyera El canto de las sirenas, que, por
supuesto, no lo es, pero quién quita que pueda leerse como tal. Boutades
aparte, el libro de Trías, además de ser una reflexiva enciclopedia, es el
sabio relato de un viaje por el laberinto de la música occidental, desde
Monteverdi a Xenakis, con largas escalas en los corredores de los grandes. El
propio Trías llegó a decirlo en alguna parte del prólogo: el lector ideal de su
libro será aquel que lo tome como la novela que los mejores músicos de
Occidente fueron elaborando a lo largo de cuatrocientos años.
Esa narración está escrita con rigor hermenéutico y con la
elegancia de su estilo, dos rasgos permanentes del autor. En sus páginas, Trías
procura transitar el límite entre música y filosofía, bajo la emoción que la
primera le transmite. Por eso es un libro que apasiona.
Afirma en el prólogo: “Ignoro si el libro que escribo
compone un tapiz de ensayos. No sé muy bien lo que se quiere decir, muchas
veces, con esa equívoca expresión (que sólo tiene para mí sentido en el
contexto de su uso primigenio, en Michel de Montaigne). Este libro, lo mismo
que todos los míos, es un libro de filosofía”.
Respetuoso del ensayo, Eugenio Trías escribió un libro
monumental para dialogar desde su filosofía del límite con los enigmas de la
música. Entró y salió del laberinto con el hilo de Platón, pero también con la
parte del símbolo que le tocó. Creo que fue una proeza. Lograda, además, si se
me permite algún énfasis en esta anotación celebratoria.
Voy al capítulo de Mahler para disfrutar de nuevo una nota a
pie de página. Mientras la leo, oigo “el cuerpo del delito”, vale decir, la
audacia mahleriana del último movimiento de la Tercera sinfonía, que Trías
comenta con deleite:
“La contralto va entonando el poema de Nietzsche. Un oboe
insinúa una hermosa melodía que toma cuerpo después de la frase ´desde el más
profundo sueño he sido despertado´. Y entonces se oye ´La paloma´ de Iradier:
la célebre habanera: ´Si a tu ventana llega/ una paloma´”.
A un balcón de la culta Viena, en la época de Mahler, llegó,
pues, una paloma. Con el tiempo pudimos decir que no se equivocó. Mahler
tampoco.
1 comentario:
Escucho... el silencio de las sirenas... el misterio de la paloma...
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