sábado, junio 20, 2015

Catering en el lejano oeste


 
Capaz de proezas que le permitían entrar en los campamentos de los sioux como Pedro por su casa, sin percance alguno, salvo que la llamaran loca o le temieran. Capaz también de cabalgar de pie sobre Satán, arrojar al aire su viejo sombrero Stetson, asestarle dos tiros exactos antes de que retornara a su cabeza y seguir al trote, como si nada. Jineteó toros en Rapid City y por un tiempo fue feliz al lado de Wild Bill, con quien se casó en Laramie, Wyoming.  

A esta vaquera arisca y dura, que intimidaba al más pintado en Dodge City, se le daban los quehaceres domésticos. En las cartas llenas de amor y de culpa que le enviaba a su hija revela saberes culinarios. Un día le informa que no sólo cocinaba para la casa, sino también para unos hombres que habitaban en una barraca, no muy lejos de su cabaña. No le importaba si eran cuatreros o no, sino lo que le pagaban. Orgullosa del oficio, le detalla a su hija algunos resultados de su singular empresa de “catering”. Así, le informa que esa semana ha sacado del horno dos docenas de panes, ocho tortas y 15 pasteles de fruta y carne. Los panes le reportaron 20 centavos por unidad, los pasteles 50 cada uno, mientras las tortas le sumaron ocho dólares. Contenta, le promete a Janey (su hija) darle las recetas. Y se las da. Comienza con una formidable torta de grosellas, que no voy a comentar, por los momentos, porque me detendré en otra que, creo, ilustra las destrezas culinarias de la insigne exploradora. Es de una salsa de rábanos. En pocas y precisas líneas la gran pistolera de Deadwood, compinche de Buffalo Bill, demuestra que, aparte de  cocinar, sabía algo menos frecuente: escribir bien y sin adornos sus recetas. En la que señalo, no se conforma con suministrar la salsa. También refiere su base. He ahí el detalle. La copio: 

Salsa de rábano silvestre: 

Una taza de rábano rallado./ 2 cucharadas de azúcar blanco./ ½ cucharadita de té de sal y 1 ½ de pinta de vinagre frío. Embotella y sella. Para hacer la salsa coge 2 cucharadas. Añade una cucharadita de aceite de oliva o mantequilla fundida y una cucharada de mostaza preparada. Esta salsa es deliciosa”.
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Todas las recetas revelan el talento gastronómico que tuvo esta mujer de tabernas, de pistolas y de circos, a quien una vez el presidente Grover Cleveland le tributó elogios merecidos.  

En la pantalla grande, donde casi todos conocimos su leyenda, fue encarnada por Jane Russell, Yvonne de Carlo, Frances Farmer y Doris Day, entre otras luminarias.  

Calamity Jane la llamaban.

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