Josep Pla
Ayudo a Cuchi a ordenar su biblioteca y me
entretengo. Veo libros que no recordaba o que no había abierto nunca, como este
de Josep Piera: Los arroces de casa y otras maravillas, publicado por Península
en el 2000. La dedicatoria me atrapa y me siento aludido por ella: “A la inmensa minoría de los planianos”,
y es que después de haber leído El cuaderno gris o cualquiera de sus
libros auobiográficos, no es fácil sustraerse a la confraternidad de devotos de
San Josep Pla, que, como pensó su tocayo Piera, bien merece el giro
“juanramoniano” de la dedicatoria. Me hago la ilusión de estar ahí. Todo sea
por las paellas.
El “prólogo de “Los arroces…” lo hace
Valentí Puig (insigne “planiano”), quien al presentar al autor, dice esto que
me gusta: “Aunque el escritor y el
cocinero son el mismo hombre, al escritor lo conozco como Josep Piera y el
cocinero es ‘Pepito’ Piera. Son figuras de sensualidad, ya sea por el griterío
de las calles de la vieja Italia o por la cocina del sofrito. La supervivencia
de escritores como Josep Piera es una garantía de que la cultura entendida como
una forma privilegiada de vida no puede ser reducida a las homogeneidades de
las tiendas del todo a cien. Fijemos una premisa: Piera no ‘ejerce’ de
escritor. ‘Es’ escritor. Es decir, escribe”.
Creo entender que la última frase nos permite
distinguir a los verdaderos ecritores, de los muchos que -sin mayores méritos
literarios- se dedican, menos a la escritura que a la vanidosa promoción de su
“ejercicio” social. Pero vuelvo al arroz y a Pla, por esta cita del último que
acabo de encontrarme:
“De lo que
se dice una paella, no hay más que una, que es la valenciana. Una paella en
Valencia o en la ciudad de Alicante, en el paisaje de Castellón, en una casa de
tradición del país, saturada de amor al país, -sin estos sentimientos no hay
cocina posible-, es realmente algo importante. Su falsificación en los ámbitos
forasteros y en los internacionales, ¿qué resultado puede dar si no es nefasto?”.
Josep Piera asiente, pero insiste en una afirmación
que ya había asomado: no hay una única paella valenciana, de manera canónica,
sino “una sólida y sabia tradición de preparar los arroces, en paella o en
cazuela, de mil maneras, personales, familiares, locales, comarcales, de
temporada, de mar, de huerta, de secano… y que, sólo de arroces en paella, hay
una gran variedad. Los valencianos, por tanto, no hacemos una sola paella, sino
muchas y sin ningún gentilicio. Pero sí que es cierto que somos, sin ninguna
duda, los que mejor preparamos y comemos el arroz, ni los chinos, que son
millones –repito- le han sacado tanto provecho”.
En la página del libro que precede a las
recetas, Piera da unos breves consejos que cierra con un elocuente recuerdo de
su abuela Pepa, inolvidable cocinera:
“Todo lo
que se guise bien guisado con aceite y sal es bueno”.
El autor sólo añade este detalle: su abuela
subrayaba con un énfasis especial la expresión ‘bien guisado’. Porque, “de eso
se trata”, concluye sabiamente Pepito Piera.
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