jueves, diciembre 24, 2015

El arroz en el antiguo Reino de Valencia


Josep Pla
 
Ayudo a Cuchi a ordenar su biblioteca y me entretengo. Veo libros que no recordaba o que no había abierto nunca, como este de Josep Piera: Los arroces de casa y otras maravillas, publicado por Península en el 2000. La dedicatoria me atrapa y me siento aludido por ella: “A la inmensa minoría de los planianos”, y es que después de haber leído El cuaderno gris o cualquiera de sus libros auobiográficos, no es fácil sustraerse a la confraternidad de devotos de San Josep Pla, que, como pensó su tocayo Piera, bien merece el giro “juanramoniano” de la dedicatoria. Me hago la ilusión de estar ahí. Todo sea por las paellas.  

El “prólogo de “Los arroces…” lo hace Valentí Puig (insigne “planiano”), quien al presentar al autor, dice esto que me gusta: “Aunque el escritor y el cocinero son el mismo hombre, al escritor lo conozco como Josep Piera y el cocinero es ‘Pepito’ Piera. Son figuras de sensualidad, ya sea por el griterío de las calles de la vieja Italia o por la cocina del sofrito. La supervivencia de escritores como Josep Piera es una garantía de que la cultura entendida como una forma privilegiada de vida no puede ser reducida a las homogeneidades de las tiendas del todo a cien. Fijemos una premisa: Piera no ‘ejerce’ de escritor. ‘Es’ escritor. Es decir, escribe”.  

Creo entender que la última frase nos permite distinguir a los verdaderos ecritores, de los muchos que -sin mayores méritos literarios- se dedican, menos a la escritura que a la vanidosa promoción de su “ejercicio” social. Pero vuelvo al arroz y a Pla, por esta cita del último que acabo de encontrarme: 

De lo que se dice una paella, no hay más que una, que es la valenciana. Una paella en Valencia o en la ciudad de Alicante, en el paisaje de Castellón, en una casa de tradición del país, saturada de amor al país, -sin estos sentimientos no hay cocina posible-, es realmente algo importante. Su falsificación en los ámbitos forasteros y en los internacionales, ¿qué resultado puede dar si no es nefasto?”. 

Josep Piera asiente, pero insiste en una afirmación que ya había asomado: no hay una única paella valenciana, de manera canónica, sino “una sólida y sabia tradición de preparar los arroces, en paella o en cazuela, de mil maneras, personales, familiares, locales, comarcales, de temporada, de mar, de huerta, de secano… y que, sólo de arroces en paella, hay una gran variedad. Los valencianos, por tanto, no hacemos una sola paella, sino muchas y sin ningún gentilicio. Pero sí que es cierto que somos, sin ninguna duda, los que mejor preparamos y comemos el arroz, ni los chinos, que son millones –repito- le han sacado tanto provecho”.  

En la página del libro que precede a las recetas, Piera da unos breves consejos que cierra con un elocuente recuerdo de su abuela Pepa, inolvidable cocinera: 

Todo lo que se guise bien guisado con aceite y sal es bueno”.  

El autor sólo añade este detalle: su abuela subrayaba con un énfasis especial la expresión ‘bien guisado’. Porque, “de eso se trata”, concluye sabiamente Pepito Piera.

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