Biblioteca "Elisio Jiménez Sierra" en Guama
Los lectores sabrán disculparme que el espacio de hoy lo dedique directamente al tema de nuestra universidad yaracuyana. Creo que nos hemos ganado ese derecho. Como se sabe, en momentos en los cuales cualquier lugar o resquicio era bueno para defenderse de contumelias, difamaciones y zafias embestidas, acá supimos guardar silencio (también una forma de respuesta, en verdad), dejándole a las entrelíneas el oficio elegante y sutil de enfrentar barbaridades. Ahora se trata de ir al grano, sin rodeos, abordando el tema desde una emoción positiva y grata, nacida de la clamorosa ovación que el pueblo de Yaracuy le tributó a su universidad el viernes pasado en el acto inaugural de los JUVINES.
Cuando el educador posee una conciencia clara acerca del rol que le corresponde socialmente, éste no se abandona jamás. Así, en lugar de enfrascarse en debates estériles con quienes intentan provocar reacciones destempladas, apelando a la infamia y la calumnia, el educador opta por la lección de la resistente y callada gallardía, por la invariable continuidad de su trabajo y por esa feliz enseñanza que algunos aprendimos a decir con unos versos de la Epístola Moral a Fabio: “Esta invasión terrible e importuna/ de contrarios sucesos nos espera/ (…) dejémosla pasar, como a la fiera/ corriente del gran Betis, cuando airado/ dilata hasta los montes la ribera”. Dejar pasar lo que no amerita enfrentamiento directo (porque puede arrastrar también a quien pretenda rebajarse a su nivel) es una práctica antigua y eficaz, que suele olvidar la avilantez de algunos, pero nunca la prudencia de quienes saben más por viejos que por diablos. Aunque estemos lejos de proclamar que eso somos, no puede la falsa modestia interponerse para negarnos a una evidencia: en la UNEY hemos dejado pasar con dignidad, hasta donde ha sido posible, la artera campaña que una jauría desató en su contra, a la vista de todos y con el ensañamiento de que hacen gala los funcionarios que se creen autorizados, pobrecitos, para el atropello y la sevicia. Y seguiremos dejando pasar “la fiera corriente”, pero ahora con la firmeza que nos da el respaldo explícito de un pueblo que aplaude larga y generosamente a su universidad, porque la quiere y sabe suya. Con ese pueblo sabremos jugar cerrado cuando la estrategia lo demande.
Casi doce años de acción civilizada no se viven y comparten en vano. Algunos “revolucionarios”, de la boca para afuera, pregonan un supuesto compromiso con el pueblo. ¿Atienden al sentimiento y opinión de ese pueblo cuando intentan tomar decisiones acerca de una universidad que viene contribuyendo cabalmente con la transformación que el país se trazó en su Constitución? ¿La visión parcial y tendenciosa del burócrata envenenado (y envenenador) no es más bien la excrecencia de una envidia, de un encono o de una ambición personal? ¿Conocen realmente esos seres a la institución sobre la cual se han atrevido, no sólo a emitir juicios, sino a contrariar en su rumbo académico y en su apego a principios y valores humanísticos? ¿Saben, acaso, los estólidos, que tanto en el deporte, la cultura, la crónica, la alimentación y el diseño, la casa de estudios yaracuyana ha hecho importantes avances conceptuales y prácticos? ¿Han visitado, al menos por curiosidad, una prodigiosa biblioteca que se llama “Elisio Jiménez Sierra?... Pueden ustedes añadir otras “interrogantes”. Estoy seguro de que muchas se nos quedarán en el tintero. Retoquemos un viejo dicho y afirmemos que “a buen respondedor, pocas preguntas” y hasta aquí, por ahora. Creo que ya hemos expresado con claridad lo suficiente como para que no haya dudas. Invito sí a buscar algunas entrelíneas, que por mi tendencia a cierto estilo, me es difícil evitar. Qué le vamos a hacer.
Unida internamente y compenetrada cada vez más con su pueblo yaracuyano, la UNEY está en los JUVINES, acompañando con entusiasmo a la UNEFA y a otras universidades, en unos juegos de los que debemos extraer lecciones y autocríticas.
Gracias al pueblo de Yaracuy por su noble apoyo, a prueba de malentendidos.
Cuando el educador posee una conciencia clara acerca del rol que le corresponde socialmente, éste no se abandona jamás. Así, en lugar de enfrascarse en debates estériles con quienes intentan provocar reacciones destempladas, apelando a la infamia y la calumnia, el educador opta por la lección de la resistente y callada gallardía, por la invariable continuidad de su trabajo y por esa feliz enseñanza que algunos aprendimos a decir con unos versos de la Epístola Moral a Fabio: “Esta invasión terrible e importuna/ de contrarios sucesos nos espera/ (…) dejémosla pasar, como a la fiera/ corriente del gran Betis, cuando airado/ dilata hasta los montes la ribera”. Dejar pasar lo que no amerita enfrentamiento directo (porque puede arrastrar también a quien pretenda rebajarse a su nivel) es una práctica antigua y eficaz, que suele olvidar la avilantez de algunos, pero nunca la prudencia de quienes saben más por viejos que por diablos. Aunque estemos lejos de proclamar que eso somos, no puede la falsa modestia interponerse para negarnos a una evidencia: en la UNEY hemos dejado pasar con dignidad, hasta donde ha sido posible, la artera campaña que una jauría desató en su contra, a la vista de todos y con el ensañamiento de que hacen gala los funcionarios que se creen autorizados, pobrecitos, para el atropello y la sevicia. Y seguiremos dejando pasar “la fiera corriente”, pero ahora con la firmeza que nos da el respaldo explícito de un pueblo que aplaude larga y generosamente a su universidad, porque la quiere y sabe suya. Con ese pueblo sabremos jugar cerrado cuando la estrategia lo demande.
Casi doce años de acción civilizada no se viven y comparten en vano. Algunos “revolucionarios”, de la boca para afuera, pregonan un supuesto compromiso con el pueblo. ¿Atienden al sentimiento y opinión de ese pueblo cuando intentan tomar decisiones acerca de una universidad que viene contribuyendo cabalmente con la transformación que el país se trazó en su Constitución? ¿La visión parcial y tendenciosa del burócrata envenenado (y envenenador) no es más bien la excrecencia de una envidia, de un encono o de una ambición personal? ¿Conocen realmente esos seres a la institución sobre la cual se han atrevido, no sólo a emitir juicios, sino a contrariar en su rumbo académico y en su apego a principios y valores humanísticos? ¿Saben, acaso, los estólidos, que tanto en el deporte, la cultura, la crónica, la alimentación y el diseño, la casa de estudios yaracuyana ha hecho importantes avances conceptuales y prácticos? ¿Han visitado, al menos por curiosidad, una prodigiosa biblioteca que se llama “Elisio Jiménez Sierra?... Pueden ustedes añadir otras “interrogantes”. Estoy seguro de que muchas se nos quedarán en el tintero. Retoquemos un viejo dicho y afirmemos que “a buen respondedor, pocas preguntas” y hasta aquí, por ahora. Creo que ya hemos expresado con claridad lo suficiente como para que no haya dudas. Invito sí a buscar algunas entrelíneas, que por mi tendencia a cierto estilo, me es difícil evitar. Qué le vamos a hacer.
Unida internamente y compenetrada cada vez más con su pueblo yaracuyano, la UNEY está en los JUVINES, acompañando con entusiasmo a la UNEFA y a otras universidades, en unos juegos de los que debemos extraer lecciones y autocríticas.
Gracias al pueblo de Yaracuy por su noble apoyo, a prueba de malentendidos.
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