Octavio Paz y Jorge Luis Borges. Foto de Paulina Lavista
Borges se encuentra un día con Octavio Paz.
Cortés, como siempre, le habla de sus poetas mexicanos predilectos, en especial
de Ramón López Velarde y comienza a recitar estrofas de “Suave Patria”. De
pronto se detiene porque quiere satisfacer una vieja curiosidad y le pregunta a
Paz: ¿a qué sabe la chía? Octavio Paz, nuestro maestro, se encontró en un
difícil trance. No conseguía palabras. No encontró la palabra certera y tuvo
que responder con una metáfora:
“Es un sabor terrestre”.
Borges movió la cabeza, insatisfecho.
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¿Constatamos en esa anécdota una limitación de
la palabra? Tal vez no. Elaborar con palabras otra realidad, otro mundo, es una
de las riquezas más deslumbrantes del universo. ¿La limitación no será dejar de
buscar cuando se cree encontrada la palabra justa? Que Hans Georg Gadamer
conteste por nosotros:
“Hablar es
buscar la palabra. Encontrarla es siempre una limitación. El que de verdad
quiere hablar a alguien lo hace buscando la palabra, porque cree en la
infinitud de aquello que no consigue decir y que, precisamente porque no se consigue, empieza a resonar en el otro”.
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