Fotograma de Ordet. Johannes (Preben Lerdoff Rye) y Maren (Ann Elizabeth)
A mediodía, con Ordet y la belleza de un
milagro. También lo inverso es posible: con el milagro de la belleza en Ordet.
--
Anotar la emoción ante una estética, que, como
la del punto y la línea de Mondrian, se resuelve en rotundas precisiones.
Intensidad del blanco y negro, y de los planos. Me gustan los que
incluyen un reloj de pared, detenido.
--
El poder de las anguilas asadas que Inger
esgrime como oferta para que su suegro, inflexible, acepte a la novia de su
cuñado.
Una gastronomía danesa, todavía no visitada por
Babette, logra despertar el apetito del abuelo Morten. Sin embargo, no fue suficiente. La religión seguía pesando.
--
Mikkel, descreído, decía que a su hermano lo
había vuelto loco Soren Kierkegaard. Pero son, ese hermano, y una niña (su hija),
quienes, a punta de fe, abren un nuevo camino para la serenidad en Borgengaard.
Un camino en la tierra, no en el cielo.
--
Recordé al buen Diego Dreyer, el amigo de
Luisana. Quería ser Carl Th. Dreyer, como Johannes, en Ordet, quiso ser (y fue) Jesucristo.
Era (y es) una devoción contagiosa.
--
El arte dreyeriano, sigue ahí, con su belleza y
su sabiduría, esperándonos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario