Yorkshire Pudding
Ayer, en un amable comentario al post de las
Noticias, mi querido amigo Isaac López refirió que recientemente vio dos
películas que lo hicieron recordarme. Dio el nombre de una de ellas: “84
Charing Cross Road”.
No sabe Isaac cuánto me complace esa asociación.
La película, y la obra en la que está basada, constituyen, para quienes amamos
el mundo de los libros, dos hermosas piezas de entrañable culto.
Leer el epistolario de Helen Hanff con el
librero Fran Doel, de Mark & Co., así como con otras personas de esa
histórica librería londinense, es entrar de una vez en la amorosa fraternidad
de unos seres apasionados por los libros. Una íntima fraternidad de solitarios.
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Ver la película, no es verla. Es conmoverse.
Recuerdo las lágrimas de una compañera de trabajo, encargada de la biblioteca, cuando
terminó la proyección del film en el cine club “En construcción”, de San
Felipe. Algún momento de su historia personal acababa de ver en la pantalla. Claro.
Para quienes trajinamos a diario con los libros, en su viejo, adorable y
persistente formato, “84, Charing Cross Road” es un enorme campo minado de
emociones, que Anne Bancroft, Anthony Hopkins y Judy Dench, nos ayudan a activar.
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Esta mañana, animado por la referencia de Isaac,
busqué el libro y le comenté a Cuchi, interesadamente (todo hay que decirlo),
una carta, no de Frank, sino de Cecily, quien también trabajaba en la librería.
Cecily inició con Helen un vínculo epistolar aparte, imprimiéndole al conjunto
uno de sus mejores rasgos novelescos. Comparto un párrafo de esa carta y arrimo
así la brasa para mi sardina gastronómica:
“Mi querida Helene:
Hay muchas maneras de hacerlo, pero mamá y yo
pensamos que ésta es la más sencilla para que pruebes a prepararlo. Pon en un
cuenco grande una taza de harina, un huevo, media taza de leche y una buena
pizca de sal, y mézclalo todo bien hasta que adquiera la consistencia de una
crema espesa. Mételo en el frigorífico durante varias horas. (Lo mejor es que
lo hagas por la mañana, si vas a prepararlo para la noche). Cuando pongas la
carne en el horno, mete también otra fuente más de hornear, para que se
caliente. Media hora antes de que el asado esté a punto, vierte en esta segunda
fuente parte de la grasa del asado: nada más que lo suficiente para cubrir el
fondo. Recuerda que esa fuente tiene que estar muy caliente. Vierte enseguida
la masa, y el asado y el budín estarán listos a la vez.
Yo no sabría cómo describírselo a alguien que no
lo hubiera visto nunca, pero un buen budín de Yorkshire debe subir mucho, ha de
quedar tostado y crujiente y, cuando lo cortes, tienes que encontrarlo hueco
por dentro”.
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Cuchi me dice que cuando Mrs. Dyer hacía el
Yorkshire Pudding, lo comenzaba la noche anterior.
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