Tacu tacu
Cuando en una novela se come varias veces,
anotar su lectura puede resultarnos un grato paseo gastronómico. Eso me acaba
de ocurrir con El héroe discreto de Vargas Llosa, un libro poblado por viejos
personajes del autor, pero también por varios platos de la tentadora cocina
peruana, especialmente de la región de Piura.
Ahora, sólo un adelanto utilitario (todo hay que
decirlo) de ese registro goloso, a ver si obtengo más datos de los que hasta ahora
poseo. Estoy seguro de que quienes tienen memoria de algún “seco” o del “tacu-tacu”,
se animarán a comentarlo. Conste que no estoy enviándole ninguna cordial indirecta
a nuestra amiga Mirtha Durand. De todos modos, muchos sabremos agradecerle que
se dé por aludida.
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Primero el desayuno de Felícito: café con leche
de cabra, tostadas con mantequilla y unas gotitas de miel de chancaca.
Mi “google” doméstico en materia de cocina
(Cuchi, le decimos), me acaba de informar que esa miel no es otra cosa que “melao
de papelón”.
Y ahora sí, la enumeración de algunos platos:
Bistec apanado con tacu-tacu.
Corvina a la parrilla.
Conchitas a la parmesana.
Seco de chabelo.
Ceviche de conchas negras.
Olluquitos con charqui y arroz.
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En el libro del poeta Hinostroza acabo de ver
una receta de Tacu-tacu, cuyo nombre, según su hermana Gloria, procede de un
vocablo quechua (tacui tacui) que significa “todo revuelto”.
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En la calle y a cualquier hora: chifles y algún helado
de lúcuma.
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No estaría mal terminar este breve paseo con una
espesa cremolada de frutas, no sin antes agradecerle a Mario Vargas Llosa la
diversión adicional de su novela.
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