lunes, mayo 05, 2014

A la mesa, con Vargas Llosa


Tacu tacu

Cuando en una novela se come varias veces, anotar su lectura puede resultarnos un grato paseo gastronómico. Eso me acaba de ocurrir con El héroe discreto de Vargas Llosa, un libro poblado por viejos personajes del autor, pero también por varios platos de la tentadora cocina peruana, especialmente de la región de Piura.  
 
Ahora, sólo un adelanto utilitario (todo hay que decirlo) de ese registro goloso, a ver si obtengo más datos de los que hasta ahora poseo. Estoy seguro de que quienes tienen memoria de algún “seco” o del “tacu-tacu”, se animarán a comentarlo. Conste que no estoy enviándole ninguna cordial indirecta a nuestra amiga Mirtha Durand. De todos modos, muchos sabremos agradecerle que se dé por aludida.
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Primero el desayuno de Felícito: café con leche de cabra, tostadas con mantequilla y unas gotitas de miel de chancaca.  
 
Mi “google” doméstico en materia de cocina (Cuchi, le decimos), me acaba de informar que esa miel no es otra cosa que “melao de papelón”. 
 
Y ahora sí, la enumeración de algunos platos: 
Bistec apanado con tacu-tacu.
Corvina a la parrilla.
Conchitas a la parmesana.
Seco de chabelo.
Ceviche de conchas negras.
Olluquitos con charqui y arroz.
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En el libro del poeta Hinostroza acabo de ver una receta de Tacu-tacu, cuyo nombre, según su hermana Gloria, procede de un vocablo quechua (tacui tacui) que significa “todo revuelto”.
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En la calle y a cualquier hora: chifles y algún helado de lúcuma.
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No estaría mal terminar este breve paseo con una espesa cremolada de frutas, no sin antes agradecerle a Mario Vargas Llosa la diversión adicional de su novela.

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