martes, mayo 17, 2005

La filosofía se alimenta (y 4)


París

"... El pintor Mariano nos reunió en una cena, particularmente exquisita..., y Lezama llegó con un apetito jamás desmentido desde la sopa hasta el postre. cuando lo vi saborear el pescado y beber su vino como un alquimista que observa un precioso licor en su redoma, sentí lo que luego Paradiso habría de darme tan plenamente: el deslumbramiento de una poesía capaz de abarcar no sólo el esplendor del verbo sino la totalidad de la vida desde la más ínfima brizna hasta la inmensidad cósmica. Recuerdo que pensé en la frase de Descartes, cuando un pedante que lo veía comer con apetito, se maravilló de que un filósofo pudiera ceder hasta ese punto a la sensualidad, y Descartes le respondió: `¿Pero es que creéis, señor, que Dios ha creado estas maravillas para el solo placer de los imbéciles?`

Y entonces Lezama empezó a hablar, con inimitable jadeo asmático alternando con las cucharadas de sopa que de ninguna manera abandonaba, su discurso empezó a crecer como si asistiéramos al nacimiento visible de una planta, el tallo marcando el eje central del que una tras otra se iban lanzando las ramas, las hojas y las frutas (...). Y también recuerdo que en un momento dado el camarero se acercó para retirar los platos, y que Lezama interrumpió su soliloquio para mirarlo con una cara de bebé afligido y enojado al mismo tiempo, mientras le decía: ´Yo he venido aquí para hablar con mis amigos, pero ésa no es una razón para que usted se lleve la sopa´".

JULIO CORTÁZAR

(Para José Lezama Lima en la buena estrella)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Mi mejor recuerdo gastronómico fue una frutilla en el huerto de mi padre... Cuando me puse la frutilla en la boca, estaba fresca sobre su superficie y caliente en su alma, piel suave casi fría, carne temperada. Aplastada bajo mi paladar, se convirtió en líquido que inundó mi lengua, mis mejillas, y luego descendió al fondo de mi garganta. Cerré los ojos... Durante un instante -una eternidad-, yo fuí esa frutilla, un puro y simple sabor derramado en el universo y contenido en mi piel de niño. Con su ala, la felicidad me había rozado antes de partir a otra parte. Desde entonces, acecho el retorno de ese ángel hedonista cuyas plumas y hálito tanto amé..." M. Onfray.
Hola Biscuter, me encantó la frase de Descartes, las palabras que transcribí aparecen en el prólogo de la Razón del Gourmet, creo que todos andamos en la búsqueda de esos placeres de la infancia, del ángel hedonista que llama Onfray, y tomamos conciencia de ello cuando por ejemplo, olemos un mango de hilacha (me ha pasado), o perseguimos en cualquier cocina aquél guiso de la abuela, creo que Scannone lo llama sabor infancia... Lástima que nunca más será igual!

Biscuter dijo...

Es la magdalena de Marcel Proust en "En busca del tiempo perdido".

A veces esa memoria nos llega de repente.

El libro de Onfray luce estupendo.