Jesús de Galíndez dedicó un capítulo de su
minucioso libro sobre Chapita (La era de Trujillo) al estilo personal de
gobernar. Leer esas líneas es asistir a una procesión de aberraciones y
miserias que muchos creían superadas para entonces.
Galíndez se asombra al encontrar en pleno siglo
XX, en una isla del Caribe, un muestrario de vicios y ridiculeces que sólo
parecían existir en viejas leyendas o en historias de remotas dictaduras. La
adulación y la megalomanía desfilan con impudicia por las páginas de ese
valiente libro que terminó costándole la vida a su autor. El Chivo no soportó
tanto denuedo en la exhibición de su cesarismo de liencillo.
Manolo
Vázquez escribió una novela formidable sobre Galíndez y así se titula:
Galíndez. La tengo por la mejor pieza narrativa del padre de Pepe
Carvalho y de mi querido Biscuter. En ella el famoso caso del escritor y
jurista vasco es extendido como un gran mural en el que pueden verse las
diversas aristas de una tragedia, incluidos sus momentos de farsa y sus bufones.
Leo:
“¿Me han
dicho que baila usted muy bien, Galíndez? No tanto como Su Excelencia. Los
antillanos llevamos el baile en la sangre, por muy pura que la tengamos, en el
Caribe se mueven hasta las raíces de las palmeras. Atrévase a meterse en el círculo
conmigo, español. Te gritaba Trujillo, único bailarín en un círculo formado por
los cortesanos que coreaban ¡pavo! ¡pavo¡ A ver, esos pendejos de la orquesta
si me siguen, que me están destrozando el ritmo. Y el dictador terminaba por
subirse a la tarima con ayuda de sus guardias y arrancaba la batuta de la mano
del director”.
Sólo “Dios y Trujillo”, como rezaban algunos
avisos luminosos, podían bailar tan bien, no se diga merengue, sino cualquier
cosa que les tocasen, eso sí, con corrección, porque si no el mismo Padre de la
Patria Nueva, se veía forzado a dirigir la orquesta.
Primero
en todo. Así lo recuerda Galíndez en el libro de su condena y lo reafirma
Vázquez Montalbán en el suyo:
“...esos
nombramientos honorarios que de vez en cuando se mencionan en los periódicos,
sin que jamás se sepa de donde surgen, como ´Primer Maestro´, ´Primer
Periodista´, etc”.
“Benefactor
de la Patria, Restaurador de la Independencia Financiera, Generalísimo, Primer
Maestro, Primer Periodista…”
En vida del felicitado, para los felicitadores
sólo existía Trujillo. Corrijo: Dios y Trujillo.
Entiendo que no hubo adulación post mortem.
Conocidos sucesos históricos lo explican.
P.D: Creo que esta es la segunda vez que aparece Galíndez por acá. La anterior fue para mencionar un helado de guanábana que Vázquez Montalbán menciona en algún lugar de su novela. Que nuevamente la guanábana me sirva de excusa.
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