André y Dorine
Tres vueltas al parque y el país herido. Día de San Valentín.
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Recuerdo la hermosa carta de amor que André Gorz
le escribió a Dorine, su esposa, cuando tenían casi sesenta años de casados.
Hace poco vi una encuesta en la que le pedían a los consultados que dijeran el
libro que regalarían para el día de los enamorados. Yo habría
escogido, sin vacilar, Carta a D. Copio su último párrafo:
“Recién acabas de cumplir ochenta y dos años. Y
sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que
vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una
vez más y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo
apretado contra el mío. Por la noche veo a veces la silueta de un hombre que,
en una carretera vacía y en un paisaje desierto, camina detrás de un coche
fúnebre. Es a ti a quien lleva esa carroza. No quiero asistir a tu
incineración; no quiero recibir un frasco con tus cenizas. Oigo la voz de
Kathleen Ferrier que canta ´Die Welt ist leer, Ich will nicht leben mehr´y me
despierto. Espío tu respiración, mi mano te acaricia. A ninguno de los dos nos
gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho
que, en caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos”
(André Gorz, 21 de marzo-6 de junio de 2006)
En el 2007 Gorz y su esposa se suicidaron en su
casa de Vosnon, Francia.
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