Vanessa Redgrave en La señora Dallowy, película de Marleen Gorris
Dos vueltas al parque y el reporte telegráfico del Inspector Ardilla: Valentín y Machado, esporádicos. La Divina Garza, ausente.
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En casa, el rodaballo. De La señora Dalloway a la
novela de Günter Grass.
El de la película de Marleen Gorris, en la
elegante mesa de lady Bruton, era a la crema. Después del almuerzo, ya en la
calle, Hugh le comenta a Richard Dalloway, que en el Café Royal hay un nuevo
chef que hace maravillas con los mariscos. ¡Qué rápido el olvido!
En el libro de Günter Grass, la historia toda la
cuenta un rodaballo. Es la historia de la alimentación, que es decir, en rigor,
la historia de la humanidad. Ese rodaballo también está en la mesa, estofado en
vino blanco con alcaparras y servido en porcelana de Sajonia.
Una película que es un poema, basada en un libro
que también lo es. El otro, el de Grass, es una enciclopedia fantástica, un
aluvión de cocina y poesía.
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A diferencia de esos personajes de Virginia
Woolf, en uno permanece la nostalgia casera de un rodaballo con romesco en los 80.
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