jueves, junio 05, 2014

Anotación al margen del rodaballo


Vanessa Redgrave en La señora Dallowy, película de Marleen Gorris

Dos vueltas al parque y el reporte telegráfico del Inspector Ardilla: Valentín y Machado, esporádicos. La Divina Garza, ausente.
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En casa, el rodaballo. De La señora Dalloway a la novela de Günter Grass.

El de la película de Marleen Gorris, en la elegante mesa de lady Bruton, era a la crema. Después del almuerzo, ya en la calle, Hugh le comenta a Richard Dalloway, que en el Café Royal hay un nuevo chef que hace maravillas con los mariscos. ¡Qué rápido el olvido!

En el libro de Günter Grass, la historia toda la cuenta un rodaballo. Es la historia de la alimentación, que es decir, en rigor, la historia de la humanidad. Ese rodaballo también está en la mesa, estofado en vino blanco con alcaparras y servido en porcelana de Sajonia. 

Una película que es un poema, basada en un libro que también lo es. El otro, el de Grass, es una enciclopedia fantástica, un aluvión de cocina y poesía.
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A diferencia de esos personajes de Virginia Woolf, en uno permanece la nostalgia casera de un rodaballo con romesco en los 80.

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