The Kitchen. Vanessa Bell, hermana de Virginia Woolf
Lo primero: la via para el (dis)curso será la de
los fragmentos que tal vez se hilvanarán sobre su marcha. ¿Barthesiano? No.
Pretendido tal. Paródico, si acaso.
Un diálogo gastronómico con Virginia Woolf
supone pan de pasas, pollo con papas, boeuf en daube, lenguado a la crema,
bacalao, salchichas, helados y trifle de frutos rojos, entre otros signos de la
mesa Woolf. También, algunos actos culinarios, válidos para el oficio
escritural: amasar, clarificar, combinar, sazonar, rectificar. Tras un rastreo
por sus libros, es posible anotar e ir degustando esas presencias: los
“pequeños milagros cotidianos” que vio Blanchot en ella y que nada dicen “fuera
de sí mismos”.
Asomar un inicio con el bacalao y las
salchichas. Recordar que provienen de la última anotación de su diario, enlazan
con una dedicación personal a los fogones, pero también con un momento cercano
al río Ouse y a las piedras. ¿Costumbre? ¿Parte de un ejercicio? ¿Símbolos de
qué? Inquirir en las cocinas inglesas.
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Proponer una aproximación al “haddock”. Pensarlo
como metáfora. Verlo en la página y tratar de ponerlo en el plato.
“Ahora, no sin placer descubro que son las
siete, y que debo hacer la cena. Bacalao y salchichas. Al parecer, si se
describen el bacalao y las salchichas se adquiere cierto dominio sobre ellos”
(V.W. Diario, 24-03-41)
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Retomar una vieja entrada del diario: salida al
restaurante Etoile, por invitación de E. M. Forster, teniendo en casa “una rica
empanada de ternera y jamón”. Seguir el hilo del comentario: Virginia escribió
la frase y pensó que la misma era de un clásico corte periodístico. No
entretenerse mucho con el tema en boga de periodismo y gastronomía, pero
tampoco desdeñarlo.
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Anotar los alimentos. Nunca dejarlos por fuera
en la novela, como demandaban las convenciones de su tiempo. Jamás decir solo
que “la cena fue espléndida”. Informar por qué y qué se comió. Después,
cocinarla. Hacer lo mismo para la lectura de la novela. Detenerse en la mesa.
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Proceso de escritura= proceso culinario: “Dejar
que Al
Faro se haga a fuego lento, añadiéndole algo entre la merienda y la
cena hasta que esté lista para escribirla entera” (Diario, 14-05-1925).
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“Durante la guerra le gustaba considerarse una
muy buena cocinera”, afirmó Alix Strachey en la declaración que le dio a
Vivianne Forrester (El vicio absurdo, Emecé editores)
“¿Lo era en realidad?”, repreguntó Forrester.
“Se las arreglaba con las salchichas”, dijo Strachey.
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Revisar los cabos y tratar de no dejarlos tan
sueltos en las próximas sesiones.
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