Hitchcock en una de sus legendarias apariciones. Esta, por supuesto, corresponde a Frenesí
El famoso “método” de Hitchcock no sólo fascinó a Blumenberg, quien lo detectó en Ser y Tiempo, la obra filosófica más importante del siglo XX, según afirmación que circula todavía en ciertos ámbitos académicos. También sedujo a Eugenio Trías y a Juan Nuño, por razones ajenas a temas heideggerianos. A ambos les gustaba el MacGuffin, por cinéfilos y, sobre todo, por fervientes admiradores del director británico. El primero formuló un enunciado que quizá constituya la mejor aproximación al célebre recurso fílmico: “El MacGuffin no es importante, pero es imprescindible”, como el escenario de símbolos que Blumenberg encuentra en los discursos de Heidegger para llegar al Ser.
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Trías y Nuño se deleitaron con una película de Hitchcock en la que lo gastronómico es un juego intrigante y sugestivo. Me refiero a Frenesí (1972). En ella el gran director vuelve a Londres.
Al comienzo navegamos por el Támesis y al final estamos en una vivienda cercana al famoso mercado de Covent Garden. El recorrido lo hacemos sabiendo muy temprano quién es el asesino, de modo que el suspenso queda reservado para algunas situaciones que el director resuelve con la elegancia de quien se parodia a sí mismo o se solaza con alardes memorables, como el de una cámara subjetiva que se mueve hacia atrás y baja una escalera. Hoy volví a ver la película y ese momento me sigue pareciendo magistral.
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Tanto para Trías como para Nuño la película es un despliegue de humor del bueno. A un policía le corresponde presidir los pasajes de mayor hilaridad. Sobre él dijo Juan Nuño:
“(…) el personaje del Inspector Oxford (a cargo del magnífico Alec McCowen) quien, en tanto distinguido miembro de la Nueva Scotland Yard, remozada y adaptada, come a la francesa lo que su gentil esposa idea cada día. Desde las primeras comidas hogareñas, estoicamente soportadas con verdadera sangre fría hasta el ´understatement´ final con el que descubre al criminal (…) el paciente Inspector sostiene en alto la enseña de la mejor forma de humor inglés”.
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Una escena de comida inicia lo que para Trías será un divertido MacGuffin: el Inspector está en su oficina devorando a placer un típico desayuno inglés, ante la mirada atónita de su ayudante. “Parece gustarle”, le dice el Sargento. La respuesta del Inspector revelará con acritud, las razones de su voracidad:
“Mi mujer está asistiendo a un curso de cocina francesa para gourmets. Esa gente todavía no se ha enterado de que en nuestro país hay que desayunar fuerte, y además, tres veces al día. Un auténtico desayuno inglés, por supuesto, y no ese ridículo ´café complet´…”
La cámara no quiso que tuviéramos dudas sobre la que parecía una pitanza retardada. Encuadra el plato y distingue salchichas, morcillas, huevos fritos, tomate, tocineta y tostadas. Después sube hasta el rostro del Inspector y no nos cabe duda de que éste ha tomado desquite del frugal desayuno que su esposa le sirvió esta mañana.
Al referirse a las comidas que Mrs. Oxford elabora con esmero escolar, el autor de Lo bello y lo siniestro advierte la presencia del MacGuffin: “Tiene más eficacia el juego de símbolos y referencias en el curso del drama que produce en el espectador la célebre, por cómica, comida que prepara al detective su sofisticada y algo ridícula esposa…”.
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Por cierto, entre los platos de la estudiante “gourmet” yo rescataría el que ella le presentó a su marido como “pieds de porc à la mode…” y que nosotros conocemos como “paticas de cochino”. Estas de la película eran glaseadas. El Inspector Oxford, prejuiciado totalmente, se abstuvo de comerlas. Así hizo con todos los platos, pero siempre sin estridencias, “mediante la discreción inglesa del lenguaje”, como diría Juan Nuño, en un artículo sobre Frenesí recogido en su libro 200 horas en la oscuridad.
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Otro elemento del MacGuffin alimentario: el asesino es un mayorista de frutas y verduras que obsequia uvas a sus amigos. Pertenece a la comunidad que se forma en torno a los grandes mercados. Por eso, el lugar de la gran pelea del filme será un camión cargado de sacos de papas. Allí el criminal (vegetariano, por cierto) escondió el penúltimo cadáver del filme y con él batallará para rescatar lo que sería una prueba en su contra. Aparentemente todo le saldrá bien, pero en otro lugar, también de alimentos y bebidas, dejará una huella…
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Paremos por ahora el MacGuffin. Para seguir con los ingleses, me esperan unos “muffins” y un copita de “sherry” que Cuchi ha dispuesto para el atardecer.
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