Velázquez. Cristo en casa de Marta y María. National Gallery
De vez en cuando reviso la colección de
artículos de Xavier Domingo para divertirme un rato. En esta ocasión, además
del disfrute, su lectura me deparó el reencuentro con uno de los más efectivos remedios
para la gripe: la sopa de ajos. Nada en la página de Domingo tenía que ver con
mi catarro, pero al leer su breve comentario sobre la zurrukutuna, recordé las
bondades de la sopa de ajos que Cuchi prepara como triaca maravillosa para
resfriados y otros malestares.
Leído y hecho. Ya disfruto de una mejoría
notable porque de inmediato Cuchi preparó la sopa, que si bien no es una
zurrukutuna, tiene sí notables propiedades curativas.
Una vez más mi reconocimiento agradecido al
milagroso bulbo, cuyos múltiples usos gastronómicos, religiosos y curativos no
excluyen la picaresca. Así, recuerdo a Gabino Diego en la película de Saura
¡Ay, Carmela! Esta es la escena: Gabino Diego, que es mudo, para comunicarse
lleva consigo una pequeña pizarra y en ella escribe esta frase: “Es gato”. Se
la muestra a Andrés Pajares, quien en ese momento devora con deleite un
sabrosísimo “conejo”. Pajares no le cree. Con divertida crueldad, Gabino
insiste con la pizarrita (“Es gato”). Era, en realidad, “gato al ajo” lo que
comía Pajares. Porque nada como el ajo para meter gato por liebre. De esta
trampa de ventero escribieron con sabiduría y gracia los grandes escritores y
cocinólogos Josep Pla y Julio Camba.
Pero volvamos a la honesta sopa. Eran famosas y muy viejas las de pan y agua, pero sólo el día en que alguien les puso ajo se convirtieron en sopas verdaderamente suculentas. Desde entonces, sus variedades andan por nuestras mesas como platos quitapesares y, sin duda, como una de las mejores maneras de comer ajo sin remilgos. Uno, que carece por completo de aprensiones frente al noble condimento, procura siempre su presencia, con la sola recomendación del equilibrio. Ni tan poquito para el conejo, ni tanto que esconda al gato.
--Pero volvamos a la honesta sopa. Eran famosas y muy viejas las de pan y agua, pero sólo el día en que alguien les puso ajo se convirtieron en sopas verdaderamente suculentas. Desde entonces, sus variedades andan por nuestras mesas como platos quitapesares y, sin duda, como una de las mejores maneras de comer ajo sin remilgos. Uno, que carece por completo de aprensiones frente al noble condimento, procura siempre su presencia, con la sola recomendación del equilibrio. Ni tan poquito para el conejo, ni tanto que esconda al gato.
La sublime zurrukutuna:
“El pan es uno de los
grandes ejes de la cocina popular española. Pan con pan, comida de tontos. Pero
ahí está la imaginación popular y su capacidad de hacer el pan con pan, comida
de inteligentes, desde el pan con tomate de los catalanes hasta los sublimes
gazpachos y solmorejos andaluces, pasando por todas las formas de sopa de pan y
ajos castellanas, las migas pastoriles y la sublime zurrukutuna vasca.
Patxi Kintana la
realiza a la perfección en su casa de Donosti con pan de sopa, ajo, pimiento,
guindilla, bacalao desmigajado. Y agua o caldo claro, aunque la zurrukutuna
tiene que quedar espesa y gelatinosa. Fue plato de pobres. Hoy es de lujo”.
XAVIER DOMINGO
(Cambio16. Nro 634.
Cocina y vinos. Enero de 1984)
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