Tenía 90 años. Al enterarme
esta mañana busqué sus poemas para leer algunos de los que más me gustan. Fui a
Los
trabajos perdidos y después tomé Caravansary y Los emisarios. Los tenía
a mano porque hace poco Juan Carlos Méndez Guédez me escribió desde Cádiz para
recordarme aquel día del 92 en que viajé a Caracas para conocer a Mutis. Juan
Carlos había pasado con Raquel por la calle gaditana en la que Mutis sintió que
una casa le revelaba de nuevo y para siempre la oculta cifra de su nombre.
Le informé a Cuchi, lectora de
la saga del Gaviero, y le leí:
“AMÉN
Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te
dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro
mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha”.
--
Después, “La muerte del capitán
Cook”, para repetir su final:
“Cuando le preguntaron hasta dónde había ido, respondió que un carguero
lo había dejado en Valparaíso para cuidar de una ciega que cantaba en las
plazas y decía haber sido deslumbrada por la luz de la Anunciación”.
--
Cuchi recordó la lectura en
tagalo cuando llegué a la maravillosa relación que viene en Caravansary
y que ahora rezo como despedida:
“En
Akaba dejó la huella de su mano en la pared de los abrevaderos.
En Gydinia se lamentó por haber perdido sus
papeles en una riña de taberna, pero no quiso dar su verdadero nombre.
En
Recife ofreció sus servicios al Obispo y terminó robándose una custodia de
hojalata con un baño de similor.
En
Abidján curó la lepra tocando a los enfermos con un cetro de utilería y
recitando en tagalo una página del memorial de aduanas.
En
Valparaíso desapareció para siempre, pero las mujeres del barrio alto guardan
una fotografía suya en donde aparece vestido como un agente viajero. Aseguran
que la imagen alivia los cólicos menstruales y preserva a los recién nacidos
contra el mal de ojo”.
--
En caravana los recuerdos
pasan. Siento que son muchos más los poemas de Mutis que adoro.
Me esperan un funeral en Viana
y una calle de Córdoba.
Sé que en este momento en el
Museo del Prado una infanta llamada Catalina Micaela saluda la entrada de su
egregio enamorado de ultramar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario