En una de sus elocuentes
cartas mexicanas, la señora Calderón de la Barca habla de las frutas. Las
enumera con deleite, dice cuáles son sus predilectas y describe algunas. Como
si tuviera que justificarse, agrega:
“Es cuestión de
gustos”
Las nombra. Bien parece
que las saborea. Por eso, el pregón cadencioso de sus preferencias:
“Chirimoyas,
zapote blanco,
granadita y mango”.
Sin más, una
composición de los sentidos.
¿Quién no habría de
comprar la fabulosa cesta?
(Madame Calderón de
la Barca, escocesa, de soltera Frances Erskine Inglis, vivió en México desde
diciembre de 1839 hasta abril de 1842. Fue la esposa de un diplomático español.
Durante su estancia mexicana mantuvo constante correspondencia con su familia
radicada en Boston. Buena parte del material epistolar se convirtió en un
libro: La vida en México. Felipe Teixidor, en el prólogo a la edición
castellana, dijo en pocas líneas lo que esa obra significa:
“La señora Calderón
de la Barca firmó la última carta el 28 de abril de 1842. No se dio cuenta, al
hacerlo, que había puesto punto final al mejor libro que jamás haya escrito
sobre México un extranjero”.
Debo a Yuri de
Gortari y a Edmundo Escamilla el descubrimiento de esa joya.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario